domingo, 2 de junio de 2013

Tierra de nadie

Dicen que los cines que quedan mantienen una película en cartel más de una semana si el primer fin de semana ha ido bien. Si el Verdi sigue esta práctica, me temo que “Tierra de nadie” (“Terra de Ninguém”, Salomé Lamas, 2012) no durará (éramos 8 en la sesión de las 7), y eso sería una lástima, porque no es un film fácil, y se habría de premiar el valor de presentarla, por una parte, y por otra porque sales del cine con la constancia de haber visto una película muy estudiada y escrupulosamente realizada, y además con una serie de cosas aprendidas.
Salomé Lamas sienta a Paulo de Figueiredo en una silla, coloca su cámara frontalmente y le va haciendo hasta del orden de 100 preguntas (que no se oyen, pero se intuyen) en grupos de sesiones diarias,. Y el personaje, un personaje increíble, va repasando su actividad en Angola en los años 60, mínimamente su trabajo de guardia de seguridad en la metrópoli, haciendo trabajos para la CIA en Latinoamérica,… y siempre sin ningún tapujo, sin pelos en la lengua: comenta que “eliminó” a éste o a aquel con un gesto del brazo, como si apartase algo que molestaba.
Cuando llega a terrenos conocidos (trabajó para los GAL, y fue condenado por ello), te revuelves en la butaca, porque te van casando todas las piezas de algo conocido, pero nunca dicho con esta claridad.
Figueiredo tiene la proximidad del peluquero, del parroquiano del bar que te cuenta una historia a la vez que te va dejando claro su carácter, explicándote que la sangre es como una droga de la que no tienes escape, y dejando salir su “ética”, una ética que le permite efectuar un sinnúmero de asesinatos, pero aborrecer a quienes hagan daño a niños o mujeres.
A todas éstas, Salomé Lamas, que hace acrecentar la admiración por esta última oleada de documentalistas portugueses, como dice ella misma en una de sus escasas notas para centrar el tema, no da a conocer su verdad, limitándose (aunque no es verdad) a dar alas a la de su personaje. Un personaje que llega a decir una frase terrible: “Si la justicia no lo hace (matar a los que considera cobardes), alguien lo tiene que hacer”.

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