“Andrei Rublev” (A. Tarkovski, 1966) –de nuevo hoy en la Filmoteca- se inicia, tras los títulos de crédito sobre un muro y con sonido de campanas, con una escena en la que un hombrecillo, pese a una dura oposición, logra efectuar una travesía en el globo artesanal que ha construido. Desde el aire, maravillado –como el espectador- contempla en majestuosos travelling los pastos, las gentes, los caballos,…
De la misma manera, quien afronte la visión de esta monumental película, como si desde un globo se tratase, verá unas pocas –pese a las más de tres horas de proyección- escenas sobre la vida en Rusia, con todas sus penalidades, a principios del siglo XV.
Escenas en pantalla panorámica, en blanco y negro, centradas en las correrías de Andrei Rublev, el monje pintor de iconos, hasta acabar con la famosa escena de la fundición de la campana, obra colectiva pero con un artista –el niño fundidor- al frente, y, finalmente, el estallido de color de las pinturas del Juicio Final que hizo el fraile para la catedral de Vladimir.
Un peliculón, con claves evidentes sobre la situación de un artista –como Tarkovski- firme en su tarea, pese a las injerencias de un poder abusivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario