lunes, 18 de abril de 2022

Songs for Drella


Mubi ha colgado “Songs for Drella” (Edward Lanchman, 1990), un álbum que le dedicaron John Cale y Lou Reed a Andy Warhol con motivo de su muerte.
Lo bueno de la austera sesión grabada es que viene subtitulada en español, con lo que puedes seguir perfectamente sus letras y constatar cómo van transmitiendo diferentes aspectos de la pequeña historia de Warhol y la Factory.
En la última canción ya no figura estar dicha por Warhol en primera persona. Es “Hello, It’s Me”: Lou Reed, desde el presente, se despide sin alabanzas ni excesivos requiebros, diría que sinceramente entristecido, de él:



 

domingo, 17 de abril de 2022

Karriär



Una recomendación, en esta ocasión de una película archiconvencional, sin sobreimpresiones, planos o movimientos de cámara complejos, sino basada en su (previsible) guión y juego actoral. Se trata de “Karriär” (Schamyl Bauman, 1938; en Netflix).
Buscaba una amable comedia sueca de los años 30 para superar con bien la sobremesa del domingo pascual cuando, por sucesivos descartes, me he quedado con esta película cuya sinopsis, leída en diagonal, me hacía temer que se fuera hacia la admonición de los males causados por el exceso de alcohol. Felizmente, nada hay de eso y, por otro lado, me he encontrado siguiendo su trama sin que -cosa rara- me venciera el sueño en ningún momento.
El tono de comedia aparece ya en la escena inicial (una compañía teatral ambulante de medio pelo llegando, con su precariedad y rivalidades internas, a un pueblo industrial, para hacer ahí unos bolos) y no se retirará prácticamente en todo su recorrido.
Los elementos de comedia surgen, principalmente, por la desenvuelta y veterana actriz que hundió su carrera por cuestiones de alcoholismo, por la casa automática al estilo de la de Buster Keaton que ha montado un personaje que se siente atraído por esa en otro tiempo gran actriz y por algún característico haciendo de algún personaje del mundillo de las tablas.
La película va avanzando a base de escenas completas unitariamente, que siguen una a otra cronológicamente com, por momentos, algún feliz elemento de engarce entre ellas.
Un personaje femenino en deshabillé, otro en pantalones, nos hablan del carácter más avanzado moralmente que -en Suecia también- caracterizaba al mundo del teatro.
Sobre la mitad de la película se abandona el mundo provinciano para pasar a estar ambientada en Estocolmo. Hay un atisbo de que vamos a frecuentar el Dramaten, pero nos quedamos un buen rato en el mundo del teatro marginal, lejos del éxito anhelado, donde nuestros amigos ensayan la obra “El naufragio”.
Y en una Nochebuena se oye la alegre canción que cantan y bailan en “Fanny y Alexander”.
No tengo ni idea, pero seguro que en su día, en su país de origen, la película arrastró a mucha gente que, por un rato, pudieron seguir la idílica trama y alejarse un tanto de los disgustos que empezaba a dar Europa, a punto de caer en unas atrocidades sin fin, que aún marcan, de alguna forma, nuestra historia.





 

viernes, 15 de abril de 2022

El viaje de Julieta



Diría que “El viaje de Julieta” (Pancho García Atienzo, 2022; en Movistar) debe tener atrás suyo una serie de combates cruentos en varios frentes, hasta su aparición ahora.
La primera impresión que ofrece es la de que va a ser un trabajo panorámico sobre la actividad de la actriz Julieta Serrano como nunca se ha hecho. Tal es la intensidad y naturalidad de sus declaraciones sobre su infancia, junto a las sólidas aportaciones de sus primeros compañeros teatrales, ya sea actores como Nuria Espert (recordándole lo feliz que le hizo ver aparecer una niña de su edad que la iba a acompañar en ese teatro lleno de gente mayor por todos lados), ya sea de directores teatrales como José Carlos Plaza. Tal es, también, la originalidad de las fotos que ella misma, seguramente, ha debido aportar. Y declaraciones, muy clarificadoras, como las de Alfonso Ungría, vienen felizmente acompañadas de escenas de “El hombre oculto” (1971), que valoran y reflejan la modernidad (ella misma así lo dice) de la Julieta Serrano de la que entonces, viendo esa película, me enamoré irremisiblemente.
Pero algo desconcierta: se anuncia como de 2022, pero ahí está haciendo declaraciones muy pertinentes Gerardo Vera, fallecido en 2020. Me da que la pandemia de la COVID-19 y quién sabe qué otros percances, asociados o no, han debido incidir de lo lindo en la producción e incluso en la forma del documental, porque, empezando tan sólidamente, lo veo acabar algo abruptamente, en la representación de una ópera de 2019, cuando antes contiene un diálogo entre ella y Pedro Almodóvar, ambos con mascarilla.
Habla sobre todo de teatro (y bastantes son obras que no se han podido ver en Barcelona) porque, desde luego, aunque siempre ha querido hacer buen cine, le han ofrecido en él muy pocos papeles de nivel. En un momento explica, aún diciendo que el papel de criada enamorada de “Mi querida señorita” (1972) es tan bonito, que mucha gente es el único con el que la asocian, y aún dicho con tanta dulzura, he apreciado ahí un cierto reproche. Luego, claro, se habla mucho de sus papeles en films de Almodóvar, con la suerte de aportar unas cuantas escenas impagables de “Entre Tinieblas”, donde, para mi gusto, haciendo de monja, estuvo, al igual que Chus Lampreave, genial.
Dos cosas más de las oídas en el documental que me han gustado mucho:
Una la dice Ungría, que pondera su voz -desde luego lo más característico suyo, esa voz extraordinaria, tan personal- hablando de su hálito.
Otra la aporta Miguel Rellán, quien hablando también de su voz, dice que puede cambiar de la mayor dulzura a la más potente ira bíblica.
Una porra que no se encuentren las fotografías adecuadas para ilustrar la entrada y no pueda hacer capturas de pantalla, pues ahí hay un montón que irían fetén.





 

Apollo 10½: A Space Age Adventure




Todo parece indicar que “Apollo 10½: A Space Age Adventure” (Richard Linklater, 2022; en Netflix) vaya a ser la crónica del primer aterrizaje en la luna, con la particularidad de estar hecha con animación sobre imagen real.
La buena noticia es que más de su primera mitad es una condensada y vertiginosa visión de las costumbres, juegos, musicas, comidas, programas de televisión, actividades de ocio y demás de la sociedad norteamericana de los años 60.
Modas que -y ahí nos atrapa a todos- acabaron en su mayoría importándose.




 

miércoles, 13 de abril de 2022

Fait divers



Claude Autant-Lara acabó sus días como hombre de la más recalcitrante ultra-derecha, previamente fue enemigo declarado de la Nouvelle Vague y antes dirigió una serie de películas que vistas ahora siguen presentando un buen interés, mezcladas con otras a las que tuvo que someterse para sobrevivir.
Inició su relación con el cine, no obstante, como director artístico de films de Marcel L’Herbier y Jean Renoir y fue precisamente el primero quien le produjo su primer cortometraje, “Fait divers” (1924; sin diálogos ni intertítulos, enlace abajo), que vi anoche, en Arte.fr por vez primera.
Sorprende “Fait divers” por sus recursos asociados a la vanguardia. Está lleno de sobreimpresiones, cámara en movimiento vertical sobre su eje (con la rue Royal de Paris como si se tratase de la avenida rusa de “El hombre de la cámara”), travellings realizados desde un coche mirando las ramas de los árboles, etc.
Un vago hilo argumental que sigue la rivalidad de dos hombres por una mujer lo preside. La mujer está interpretada por Louise Lara, madre del realizador, de la Comédie Française. Nada menos que Antonin Artaud interpreta a “el hombre 2”, es decir, el otro, mientras que el hombre 1 debe ser Paul Barthet.





 

El fin de ETA

Eguiguren

Otegui

Rubalcaba

Habrá, seguro, quien no aguante la visión de uno u otro de los que aparecen en este documental y que no tolerará escucharles sus explicaciones sobre cómo se desarrollaron los acontecimientos que llevaron a “El fin de ETA” (Justin Webster, 2017; en Filmin).
Han pasado más de doce años desde el último atentado mortal de ETA, que además hace unos años anunció su autodisolución. No creo que haya datos más adecuados para confirmar que las conversaciones que se iniciaron en 2000 y que subieron su intensidad , pasando a negociaciones, con la llegada de Zapatero al gobierno, fueron más que positivas, en contra de lo que dice algún otro en el propio documental.
Justin Webster había hecho el año antes la serie (ahora visible en RTVE) “Muerte en León”. El sujeto del documental crece con éste como la espuma, pero a mí me parece que sigue dando un resultado formidable, que informa y ofrece reflexión.


Ibon Exezarreta y Maixabel Lasa

Eguiguren, contemplando un valle tan vasco como él, mientras confiesa que cuando supo de la declaración de ETA de que abandonaba la violencia, en vez de lo que sería normal, cayó enfermo, seguramente con el peso encima de todo lo que vivió.

 

domingo, 10 de abril de 2022

Actores secundarios y paternidad en Pialat




He acabado de leer el librito de Jérôme Momcilovic sobre Maurice Pialat, que nos aporta a los que tenemos una relación especial con las películas de este último, buenos ratos de lectura, reflexión y ensoñación.
En sus últimas páginas, deslumbra entre otras cosas con esa idea de que su “Van Gogh” no fue tanto una película sobre el pintor como tenía por protagonista a un personaje aparentemente secundario, Marguerite, la hija del Dr. Gachet (y resulta que éste iba a ser por momentos el título del film…), a quien reserva sus últimos planos, ya fallecido en la trama el pintor.
Eso le da pie a Momcilovic para dedicar unas cuantas frases a los numerosos, enjundiosos y especiales actores secundarios de Pialat. Uno sería Henri Saulquin, alguacil en “La maison des bois”, viejo empujando a su hijo a ver en el hospital a su mujer/madre en La Gueule Ouverte, y algún otro pequeño papel. Pialat lo sacó del bistrot cercano a donde vivía, al que iba a comer.
Esa forma de proceder queda claro que no fue ocasional. Momcilovic cuenta que la portera que aparece en “Loulou” es la portera real del inmueble, y que la Madame Ravoux que lleva el albergue en “Van Gogh”, es Lisa Lamétrie, la portera de Maurice y Sylvie Pialat en el momento de rodaje del film:
Pero el libro acaba con otra cosa, de una forma muy emocionante, evocando una escena de su última película, “Le Garçu”, rodada cuando Pialat se convirtió, muy tardíamente, en padre y se sentía, como explicaba, enormemente feliz por el poder ver y estar con su hijo y a la vez terriblemente desgraciado sabiendo que podría hacerlo ya durante poco tiempo. La escena en concreto es la de Depardieu (que hace de Pialat) yendo al entierro de su padre. Entierro de su padre, mientras se ha convertido a su vez en padre de Antoine. Maurice Pialat -dice Momcilovic- ya es, pues, un padre -y un cineasta- completo.




 

Painting with John




Lo conocía como músico. Luego una película de Jim Jarmusch me hizo ver que hacía sus pinitos como actor, pero no sabía que también era pintor, y muy original.
Mi suerte fue ver que Encarna López Araque recomendaba en su muro “Painting with John” (2021-2022), una serie de HBO escrita, musicada, dirigida e interpretada por John Lurie. Él, en su casa con jardín tropical (parece que en el Caribe), mientras va pintando con sus acuarelas curiosos animales, preciosas plantas o simplemente cuadradillos de colores, explica historias personales, alguna bien divertida.
No todo el monte es orégano. La serie se alarga hasta seis episodios, bien es verdad que muy cortos, y luego va y sigue una segunda temporada. Si se hubiese quedado con la intensidad de los tres primeros episodios, hoy todo el mundo estaría hablando de ella.
Debería poner los títulos de sus cuadros, porque ahí reside buena parte de su atractivo.




 

sábado, 9 de abril de 2022

Blind husbands

El matrimonio, con ella totalmente desatendida. De ahí el título de Maridos Ciegos, que no ven lo que puede pasar.

Primeros flirteos.

Regalos abre puertas.

Quizás lo más emocionante de la sesión de ayer de la Filmoteca dedicado al primer largometraje rodado por Eric von Stroheim, “Blind husbands” (“Corazón olvidado”, 1919), fue saber que aún en nuestros días se pueden llegar a encontrar bobinas de películas de nitrato del nombre de ésta. Recuperada en un granero del sur de Austria, la copia era mucho más completa que la única existente hasta el momento, por lo que ha servido como base para la restauración, dando como resultado la copia vista ayer, seis minutos más larga de la que se creía única existente.
Hay que congratularse, desde luego, de casos como ésta, que hacen volver la ilusión por encontrar y recuperar grandes películas perdidas, aunque personalmente no vea ésta como la obra maestra absoluta que se dice es.
El director de la Cinemateca Austriaca, que la ha restaurado, comenta que fue el único largometraje que Stroheim pudo estrenar como la había pensado, sin intervención alguna de censura o cambios establecidos por productores. Quizás es ahí donde “Blind husbands” me decepciona un poco. Porque veo muchísima mayor corrosión y menor discurso standard moral en lo que nos ha llegado de sus posteriores películas.
Una escena muy inicial sí muestra muy bien lo que se espera de Stroheim: El Dr. Amstrong -notorio escalador- y su mujer (a la que él mantiene totalmente desatendida) comparten la carreta que les lleva a Cortina d’Ampezzo con un joven teniente con fama de mujeriego. Éste se coloca bien su monóculo para mirar las piernas de la mujer (plano específico subjetivo de ellas, envueltas en medias negras) de forma claramente aprobatoria…
A partir de aquí el argumento del film es muy previsible, con el único cuidado de indicar que puede encuadrarse dentro de la serie de películas “de montaña”.
El teniente/Stroheim tiene una mirada altanera sobre todo lo que le rodea y se comporta como un auténtico depredador de mujeres. En ese sentido es por completo el Stroheim que conocemos, si bien su juventud y unos pantalones claros de uniforme con que se nos presenta a menudo nos lo hacen aparecer como un zangolotino. Ahí está, en cambio, una de las mejores acciones de Stroheim como director, pues tiene la audacia de presentar al personaje interpretado por sí mismo como de lo más ridículo. No es eso nada común.
Otra cosa que me pareció interesante es ver cómo al personaje interpretado por Stroheim se le pesca fácilmente como un mentiroso arrogante, que cuenta falsedades de sí mismo, justo igual que pasó con Stroheim en la realidad: si en la película el personaje se hace pasar por escalador que ha alcanzado todas las grandes cumbres mundiales, en la realidad el actor/director dejaba ir que era un aristócrata centroeuropeo…
Cinematográficamente, la película hace notar su temprana fecha de realización (1919). Usa, eso sí, como “Nosferatu” y otras grandes películas de la época, los teñidos de diferentes colores (el azul, por ejemplo, para expresar la oscuridad), pero no muestra grandes alardes en cuanto a sus encuadres y demás. Suelen ser encuadres frontales, que captan hasta a bastante gente a la vez y mucho picado y contrapicado, sobre todo por la existencia de unas montañas por las que se asciende o desciende. Un par de escenas concretas sin embargo, resultan muy atractivas: una es la de ella ante un espejo, en el que resuena su pasado. Otra es su pesadilla, con la cabeza de Stroheim y su incisivo dedo atormentando su conciencia.
El miércoles 13 se repetirá la sesión, que cuenta con música compuesta para la ocasión e interpretada (ambos cometidos de forma extraordinaria) por Josep María Baldomà.


La pesadilla.


 

martes, 5 de abril de 2022

Tres cineastas de bodas y banquetes




Lo dice Jérome Momcilovic en un librito (“Maurice Pialat, les mains, les yeux”; Capricci, 2021) que me está resultando un acercamiento a toda la filmografía de Maurice Pialat de lo más sugerente:
“Pialat y Eustache no se han parecido nunca tanto como en sus escenas de banquetes, en esa Francia de campanarios que han filmado como nadie. Había esos años, de hecho, tres cineastas para Bodas y Banquetes: Jean Eustache, Maurice Pialat, Michael Cimino. Tras cineastas de frenética exigencia y con una mirada amorosa, tres melancólicos incurables, tres hijos de John Ford.”
En las imágenes, el baile de gala de “Fort Apache”, el que filmó Maurice Pialat en “Van Gogh” siguiendo con precisión la puesta en escena de John Ford y, como no he encontrado ninguna foto adecuada de “La Rosière de Pessac” (Jean Eustache) que correspondiera a las anteriores, una imagen de internet de una fiesta de la “Rosière” que ofrece un cierto aire similar. Al final, la cubierta del hermoso y provechoso libro (para los amantes de Pialat) en cuestión.



 

domingo, 3 de abril de 2022

Todo Eustache restaurado


Muy buena noticia la que daba el Cahiers du Cinéma de febrero. Se extendían las quejas de que no había forma de dar con buenas copias de muchas de las películas de Jean Eustache. Incluso los estudiosos del cineasta, aún manteniendo buena relación con el heredero que ostentaba sus derechos, su hijo Boris, no tenía ningún poder para revertir esta situación.
La noticia es que Les Films de Losange han llegado a un acuerdo con Boris Eustache por el que tendrán los derechos de toda su obra (sus dos largometrajes, sus múltiples cortometrajes y sus films para televisión). Su compromiso, ahora, es que restaurarán cuidadosamente en formato 4K todas las piezas. Pero la cosa sigue:
Habrá un pre-estreno de “La maman et la putain” en un gran festival antes de verano (no es que hayan muchos…), todos se irán estrenando en cines y se editarán en DVD, estando también prevista una retrospectiva integral.
Quiere esto decir que se abre una gran oportunidad para empresarios de cine inquietos, programadores de Filmotecas y cine-clubs: Pueden ir preparando un ciclo completo Jean Eustache, al que sería una lástima no sumar “La peine perdue de Jean Eustache” y, ya puestos, reclamar la presencia de su realizador, Ángel Diez, para que sea quien presente las correspondientes sesiones y vaya complementándolas con sus comentarios tras las proyecciones.



 

viernes, 1 de abril de 2022

Imagen sobre imagen


Se escribe un montón sobre cine, quizás demasiado. Apenas quedan revistas en papel, pero, aún en las que quedan, sabe mal ver que un porcentaje significativo de lo que ofrecen resulta más bien gratuito, colaborando a rodear de molesto ruido las películas.
Me he sorprendido gratamente al leer los artículos dedicados a las películas que más presente tengo de este libro. Así debieran ser siempre los análisis de películas y, si no se consigue, pues mejor dejarlas tranquilas.
Santos Zunzunegui en este tomo inicial de una serie que sigue sus trabajos efectuados para la Tabakalera y la Escuela de Cine Elias Querejeta, escoge 12 notorias películas de la historia del cine, que van desde un Lubitsch de la época muda hasta las “Histoire(s) du cinéma” de Jean Luc Godard, pasando por grandes películas de gente como Eisenstein, Renoir, Mizoguchi, Ozu o Bresson.
De cada una de ellas, además de situarla perfectamente, dando sus claves generales, pasa a analizar unas cuantas de sus escenas más significativas, dejando a las claras las razones por las que estos autores han pasado a ser el no va más del cine y como actúa su lenguaje cinematográfico para trasmitir determinadas sensaciones.
Obra, como las conversaciones entre Hitchcock y Truffaut, como unas pocas -no tantas más- a consultar tras haber visto las películas, para dialogar aún mejor, sacándoles más provecho, con ellas.


 

800 metros


Cuando dije que me había visto, siguiéndola con gran interés, la miniserie “El caso Alcàsser” (2019), ya me llevé alguna colleja. Tengo asumido, pues, que me pasará otro tanto ahora, en que tengo previsto hablar bien de la serie “800 metros” (2022; en Netflix), que me vi anoche capítulo tras capítulo (no es tanto: son tres de menos de una hora cada uno).
Vaya por delante, y yo achaco a eso la mayor parte del feliz resultado, que es que ambas son series realizadas por León Siminiani, una rara avis dentro del cine español, que entusiasmó con su “Mapa” (2012), por ejemplo, a un numeroso público joven y exigente (la vi rodeado de ese público en el Xcèntric). No me valen, pues, descalificaciones sin haberlas visto, del estilo “no pienso ver nunca nada sobre eso”. Sí, claro, si, una vez vista, no convence.
A mí, salvo un par de cosas de poca monta, sí me ha convencido. Cabe decir también que acudo a ver y oír lo que se me cuenta casi virgen, porque me da bastante grima todo lo que sobre este tipo de sucesos se explica habitualmente por los canales de televisión, y suelo desconectar.
Si me gusta la serie de Siminiani es por el doble motivo de que la veo hecha sin la intención de despertar morbo alguno, sin agudizar -bueno: se escapa algo así en un par de momentos- un sentimentalismo sofocante, maravillándome, por otra parte, lo bien expuestos que están los que son en realidad unos acontecimientos diabólicamente enrevesados.
A parte de esto, de entre los documentos que presenta para que vayamos entendiendo todo, quizás lo que más me ha estremecido es la contemplación de los vídeos en los que esos chicos totalmente enajenados se hicieron a sí mismos preparando los explosivos. Eso y, en otro género de cosas, el profundo fracaso de tanta psicoanalista especialista educativa y sociológica.
Sí: esos 800 metros son los que recorrió el 17 de agosto de 1917 por el paseo central de las Ramblas de Barcelona la camioneta conducida por un alocado que quería reunirse ya con las 72 vírgenes que le esperaban en el paraíso. Y el documental explica los preparativos y lo que rodea a ese y los otros atentados de esos días relacionados.