lunes, 15 de junio de 2020

Marceline une femme, un siecle



Aparece ya muy vieja Marceline Loridan al inicio de “Marceline, une femme, un siecle” (Cordelia Dvorak, en TV5Monde). Camina con muchas dificultades y el mismo hecho de hablar por los codos y reírse por todo indica que a lo mejor estaba tomando algún medicamento que le afecta a fondo. No en vano tenía noventa años y murió ese mismo 2018 que consta como el de producción del documental.
Pero poco a poco la vamos oyendo, la impresión cambia radicalmente y apreciamos la lucidez y perseverancia de esta mujer aún a esas edades. Su biografía es de las que causan impresión y el documental ofrece un recorrido impresionista, guiado por su propia colaboración, por unos cuantos momentos esenciales de su vida.
Un punto que marcó toda la biografía de Marceline Loridan fue, no cabe la más mínima duda, ser superviviente (cosa que no ocurrió con su padre) de Birkenau, donde estuvo cuando era una niña de trece años, detenida por formar parte de la resistencia.
Después de Bikernau, dice el documental, tuvo que volver a hacerse como mujer. Tuvo múltiples, continuos amantes. Mientras que todas las otras chicas judías supervivientes del campo se casaron enseguida y tuvieron hijos para olvidar, para pasar a tener una nueva vida, ella deja a todos sus amantes al cabo de un par de días y, aunque no toma nunca precauciones, no tiene hijos. Era un erial, un campo estéril, producto de Bikernau, nos dice.
Llega el cine. Participa, pequeña y dinámica pelirroja, en “Chronique d’un été” (1961), ese documental clave de Jean Rouch y Edgar Morin, que le lleva hacia el cine directo. Con Jean Pierre Sergent, treinta años más joven que ella realiza “Argelia, año cero” (1962), hablando de un país que descubre desconoce por completo, pero después conoce a Joris Ivens, el gran documentalista que nos explica viene de otro cine, el de la poesía, la imagen, el encuadre, la fotografía, y se complementan.


Con Joris Ivens será correalizadora de “Paralelo 17” (1968) (Ho Chi Minh le ve su número marcado a fuego en su brazo y le dice: “Puedes hacer lo que quieras en mi país”). En China ruedan “Como Yukong desplazó las montañas” (1976) en una época en la que ningún europeo entraba en China y, con un equipo de ahí que quería glorificar todo lo que mostraban, consiguen registrar la vida de las ciudades, inquirir a la gente normal: en el documental hay una rápida pasada por el vivaz y desconocido Shanghai de la época que hace entrar ganas de mucho más) o “Une histoire de vent” (1988), en la que Ivens ofrece un final poético a su carrera, asimilándose con su amado viento (“él era el viento, yo el fuego”). Pasados unos años para intentar superar la muerte de Ivens, tiene su reencuentro con Bikernau con “La sombra del pasado” (2004). Anouk Aimée hace de ella y se cruza, entre las impresionantes ruinas de los pabellones de Bikernau, con la reclusa de trece años que allí fue.



SÍ: Marceline Loridan fue una de esas mujeres que marcaron un siglo.

domingo, 14 de junio de 2020

Le voleur du Tibidabo


En Betevé tienen un programa que se llama “Barcelona... i acció!” por donde pasan películas rodadas en la ciudad. “Le voleur du Tibidabo” (“La vida es magnífica”, Maurice Ronet, 1964, que creo que la vuelven a pasar esta noche) desde luego cumple de sobras sus requisitos, porque a lo largo de su metraje aparecen todos y cada uno de los “atractivos turísticos” barceloneses de por la época.
Ese es el, desde mi punto de vista, el motivo básico para poder ser soportada hoy en día, sobre todo si para hacerlo he debido romper mi asentada decisión de no ver nunca versiones dobladas. Ese y unas cuantas apariciones, incluso bailando y a lo mejor cantando y todo, de Ana Karina, a quien Ronet hace un homenaje en un local que me gustaría -como algún otro- saber cuál era.
A pesar de lo inocuo por completo de la trama- viene a ser una astracanada con aspecto de cine negro- hay alguna escena que no sé muy bien cómo pudo pasar la censura. Por un lado, en una de las escenas iniciales todos los habitantes locales quedamos retratados como auténticos ladrones. Por otro, aparecen repetidamente un conjunto de policías armados que emulan a los Keystone Cops de las primeras comedias americanas. Una falta de respeto para los grises...
Actores españoles encarnan a unos bastante lamentables amigos de borrachera que hacen de bufones de la funcion. Entre ellos está, por cierto, Luis Ciges, pero no sé si compensa. Sí el Tibidabo, el barrio gótico, El Molino (¡Ana Karina figura actuar ahí!), lo que creo era la Via Augusta, el Pueblo Español, las Ramblas y hasta el terrado de la catedral.


sábado, 13 de junio de 2020

Le coup du berger


Esta semana me han dado el enlace de “Le coup du berger”, la primera película de Jacques Rivette (1956). Vista hoy en día, es una rareza en la que aparecen o con la que están relacionados todos los que pueda pensarse y alguno más: Rivette, desde luego, pero también Chabrol, que cedió su piso para el rodaje, Straub, que hizo de ayudante de dirección y hasta el amigo infantil de Truffaut, Robert Lachenay, como ayudante de operador. Pero es que además aparecen también como figurantes, acompañando a Jean-Claude Brialy, Doniol Valcroze, Chabrol, Godard, Truffaut, Lachenay y el mismo Rivette.
La película (28 min) me parece una delicia, de una frescura increíble. Tiene del Rivette posterior su esqueleto como juego, pero esa situación de varias parejas reales y posibles me ha sonado a otro que está aquí ausente, Rohmer.
He aquí su enlace (en Vimeo hay otra copia, en ese caso subtitulada en inglés): https://youtu.be/GkdPdAG1ftU

jueves, 11 de junio de 2020

Olvidados


Hace una semana los periódicos traían una noticia que arrojaba otra palada de tierra a la montaña de vergüenzas acumuladas con respecto a los saharauis: Una sentencia, sentando jurisprudencia, negaba a una mujer que había nacido en el Sahara Español en 1973, un par de años antes del abandono, su derecho a la nacionalidad española que reclamaba.




Como señalaba en su muro Bernabé López, recomendando la visión que ahora quiero volver a recomendar yo de nuevo desde aquí, la noticia coincidió con el estreno de “Olvidados” (Rafael Hoces, 2020), una película compuesta básicamente por los testimonios de los que entonces fueron unos cuantos niños saharauis, un español y una marroquí, que coincidieron como estudiantes en el Instituto Juan Ramón Jiménez de Casablanca.
Sí a Bernabé López, gran conocedor del Magreb, le ha emocionado la visión de la película, a mí, además de emoción, me ha proporcionado una visión íntima, desde dentro, sobre la relación de los saharauis con los españoles que me faltaba y que creo sería bueno fuera divulgada y comprendida.
Éste es su enlace. 51 minutos en los que cuatro o cinco personas saben recordar y trasmitir magníficamente los sentimientos que les asaltaron cuando eran niños y adolescentes:

miércoles, 10 de junio de 2020

La inundación


Un cierre de iris, del diafragma de la cámara, enmarca con un círculo negro, antes de que desaparezca del todo la imagen, a una mujer acarreando equipaje, yendo por un camino arbolado. Ahí, en esa mujer alejándose por el camino, se condensa la representación visual de los films de Louis Delluc, que es la que, hasta hace poco, se podía ver a base de ilustraciones en revistas y libros.
Anoche la Cinematheque Française colgó en su página Henri el último film de Delluc, “La inundación” (1924), que comportaba ésta y otras imágenes de marca, como el paseo del padre y la hija reencontrada por la calle de árboles centenarios del pueblo, o el fatal encuentro junto al río relatado por el final.


Drama que narra una ilusión decepcionada, yo creo que vale también hoy en día para apreciar la vida en un pueblo, muy activo, de la época: el baile, el mercado, el lavadero, las maledicencias de las comadres,...
Georges Sadoul nos sitúa muy bien la figura de Louis Delluc: “Fundó en Francia la crítica independiente y los cine-clubs: Sí murió demasiado joven para dar plena medida como realizador (falleció a los 33 años), fue un remarcable guionista (...). Como animador y teórico, agrupó alrededor de su personalidad la escuela impresionista francesa (llamada también a veces ‘primera vanguardia’), con Gance, L’Herbier, Germaine Dulac, Jean Epstein.


A su vez, los responsables de la Cinematheque explican que las brumas y la humedad del Ródano, cuyas aguas se desbordaron por el tiempo del rodaje, fueron muy bien para la ambientación del argumento de la película, pero debilitaron la salud, ya frágil, de Delluc quien, falleciendo poco después, no pudo ya asistir al estreno de su película.


martes, 9 de junio de 2020

Elena



“Elena” (2011, en Filmin) es el tercer largometraje de Andrey Zvyagintsev. Después, él mismo con el guionista Oleg Negin, con el que empezó a trabajar en la anterior, hizo “Leviatan” (2014) y “Sin amor” (2017). Ya he visto, pues, los cinco largometrajes de quien debe ser, sin duda, uno de los realizadores actuales, con lenguaje clásico, de más interés.
En ésta, además de en los títulos de crédito, suena un par de veces música compuesta por Philip Glass, que repitió en la siguiente.
Son dos ambientes los de la película, unidos por el personaje de la protagonista, Elena, una recién llegada al mundo de los triunfadores, vía matrimonio. Quizás pueda verse como muestra de un conflicto de clases y entonces habrá que esperar a averiguar qué programas de televisión son los que prevalecen al final. Como en las demás, se pasa por momentos de fuerte tensión, posiblemente el más intenso cuando parece descubrirse que todo un empeño puede convertirse en estéril.

domingo, 7 de junio de 2020

¡Vivan las antípodas!

El punto perdido inicial de Argentina, junto a un puente que ocasiona el poco trabajo.
Por una vez, la sinopsis que pone Filmaffinity de “¡Vivan las antípodas!” (Viktor Kossakovsky, 2011, en Filmin) sí que te aclara un montón sobre la película:
“Viajando en una remota región de Argentina, llegué a un pequeño poblado con sólo tres casas al borde de un acantilado y un pequeño río que corría por el cañon distante. Bajo la luz del atardecer, este parecía ser uno de los más hermosos y pacíficos lugares de la Tierra. La imagen de un hombre parado en un puente que atravesaba el cañon pescando con una línea de 25, 30 metros, me hizo preguntarme: ¿Qué pasaría si extendiera esta tanza mucho más lejos, a través del centro de la Tierra? ¿Qué encontraría al otro lado del mundo? Resultó ser Shangai, uno de los lugares más poderosos, explosivos y ruidosos del planeta. Fue así como nació la idea de esta película.
Girando, el Skyline de Shanghai.

Y el ajetreo de la salida de un ferry.
Luego descubrí que la mayor parte del planeta está cubierto por agua, hay muy pocos sitios con lugares habitados que tengan antípodas. Por ejemplo, en todo Europa, sólo España tiene antípodas, Nueva Zelandia. En los Estados Unidos sólo Hawai, que es antípoda de Botswana, a su vez la única verdadera antípoda africana. Filmamos en los más bellos lugares del mundo que son en mi opinion, Lago Baikal y Cabo de Hornos. A veces uno tiene una buena idea para una película, pero una vez que la haces, te das cuenta que la idea era mejor que la realidad. En ¡Vivan Las Antípodas! fue al contrario. La idea estaba bien, pero luego descubrí que la realidad es todavía más increíble y sorprendente."
Con imágenes de enorme belleza, kossakovsky va haciendo, por ejemplo que la lava de una erupción en Hawai se convierta en la piel de un elefante en Botswana. A las conexiones que, aunque aventuradas, no se hacen tan evidentes, les hace un juego con la banda sonora. Así, para un ilustrativo travelling por un barrio antiguo de Shanghai, echa mano de un bandoneón de sus antípodas.
Un viaje por ocho puntos del mundo, bien distantes, desde el sofá de casa. Confirmando la redondez y finitud de la Tierra.

Le fantôme de Robinson Crusoe


En Praga, en la época comunista, por la plaza Wenceslao, un espectáculo causaba furor. Pasando por ahí alguno de los escasos turistas, si no les ofrecían cambio de dólares en negro, les ofrecían, con todo sigilo, entradas para la Linterna Mágica.


Hay una tradición fuerte en estas cosas también en Francia. En Lyon, en una calle muy cercana a la catedral, recuerdo que acompañamos a un amigo que decía poseer dos o tres placas a ver una tienda estupenda en la que se vendían aparatos, pero sobre todo placas de todo tipo y condición, por el sólo placer de estar en un sitio con autentico sabor, Mejor, de no ser coleccionista, eso sí, no preguntar precios.


Se ve que en la Cinematheque Française poseen, además de películas de todo tipo de formatos, una buena colección de placas de linterna mágica y organizan espectáculos para darlas a conocer.
Desde luego debe ser muchísimo mejor asistir, con la boca abierta, a uno de estos espectáculos, pero dado que hoy aún no estamos ni en fase 2, quizás esté bien, a falta de ello, contemplar el audiovisual que colgó anoche la en su web Henri, que ofrece a diario cosas raras de sus fondos. En este caso se trata de “Le fantôme de Robinson Crusoe” (Patrice Guérin, 2015), una grabación de uno de esos espectáculos, concretamente de Laurent Mannoni, con proyecciones de linternas en batería, narrador, música en directo y, sobre todo, pase de una gran variedad de placas de la casa, que es lo que realmente vale la pena, en mi opinión, contemplar.



Por si se le quiere dar un vistazo, aquí está su enlace:

jueves, 4 de junio de 2020

El destierro





Ver todas las imágenes, por favor, que me ha costado mucho encontrarlas y situarlas coordinadamente con el texto.
Pasados unos días, vuelvo con Zvyanginstev (sí que me cuestan varios viajes a ver cómo se escribe para completar su nombre) y me toca su segundo largometraje, “El destierro” (2007), del que desde luego no había visto ni leído nada.
Se inicia con un plano (el de la primera imagen: un campo arado en primer término, seguido por uno de cereal, con un solitario árbol descentrado, al fondo una suave colina) que bien podría pertenecer a una película de Kiarastomi: Hay entonces un travelling lateral hasta que descubrimos que entre el campo arado y el de cereal hay un camino, por el que llega, a toda velocidad, un coche (segunda imagen). Hay un corte y apreciamos entonces un plano general característico de carretera en profundidad, óptica deformada, de film de ruta por el oeste americano (tercera imagen). El siguiente, cambiando totalmente, nos dice que el coche ha llegado ya desde el campo a un paisaje industrial estilo Tarkovski (imagen cuatro). Descubriremos entonces que su conductor ha resultado herido en un brazo, lo que aporta, sin duda, una buena dosis de tensión.
La escena que sigue nos informa de que ha ido a ver a su hermano para que le extraiga, con discreción, una bala. Sirve también para que sepamos que su hermano, acompañado de mujer e hijo va a ir a la casa familiar, en el campo en donde se inició la película.

El reencuentro por parte de la familia con la casa -que proceden a abrir, captando de ella todas las sensaciones casi olvidadas- y con su entorno (imagen cinco), visto todo ello a base de unos majestuosos movimientos de cámara, que nos permiten ir descubriendo multitud de cosas, es de una belleza raramente alcanzada en el cine reciente.


Pero antes ya hemos apreciado las miradas de los miembros de la familia en el tren, la llegada a la sencilla estación con impresionante y moderno voladizo (imagen seis) y el paseo hasta la casa (imagen siete), que hacen estar atento al más mínimo detalle.

Esa estrepitosa belleza es engañosa. Una confesión de la mujer (que provoca la escapada cuando ya casi ha anochecido del padre, dejándonoslo ver el realizador como una silueta oscura que va chocando en el fondo de la imagen con las también oscuras siluetas de los troncos de los árboles del bosque: imagen ocho) desencadena una tensión brutal, que se mantiene las dos horas que restan de película.



Creo que no es en absoluto por ninguna casualidad que ella se llame Vera, que el padre no resuelva ninguna de las frecuentes dudas de su hijo, que los colores de los trajes de ella suelan coincidir con los de las paredes (imágenes nueve y diez), que los niños jueguen en un momento concreto a un puzzle que representa la Anunciación (imagen once) y un gato negro pasa por el tablero, o que la fuente cambie, simbólica, de seca a abundante.


Perdón por la proliferación de imágenes, pero es que se trata de nuevo de una película con unos encuadres increíbles, mostrando entre otras cosas a la perfección el desencuentro de la pareja (imágenes doce y trece) después de la posible unión familiar (imagen catorce) o paisajes rurales (a veces casi evidente decorado: imagen quince) y urbanos (imagen dieciséis) de auténtico choque.


miércoles, 3 de junio de 2020

Michel Piccoli


Tras un par de números on-line, “Les Inrockuptibles” volvieron al papel. Pero si últimamente ya era poca cosa, la pandemia los han dejado de lo más escuálido.
No obstante, en su número del 20 de mayo tiene el acierto de dedicar 31 de sus 50 páginas a Michel Piccoli. Una antigua entrevista, su trabajo teatral, unas pocas opiniones sobre él y un vuelo sobre su filmografía completan la cosa.
Gracias a Jeanne Birkin nos enteramos (traduzco libremente) de que era “un actor que -y eso es muy raro- no contrató a ningun agente en toda su carrera. Le llamaban directamente proponiéndole un papel, discutía simplemente su contrato y aceptaba que le pagaran poco. Era de una enorme honestidad... y podía enervarse contra la deshonestidad de los otros.”
Pascal Bonitzer, por su parte, explica que “estaba abierto a todas las experiencias que puede representar un film. Le gustaba enfrentarse a lo nuevo. En ‘La belle noiseuse’ descubrió el método de Rivette, en el que el guión se va escribiendo día a día. Lo tomaba como una oportunidad para renovarse.”
En el repaso a “Los films de una vida”, como era de esperar, se olvidan de “Paris-Tombuctú” (1999), en la que, observando su interpretación, veías perfectamente que estaba encarnando, entregado de corazón a ello, a un Berlanga testamentario. Una lástima que no se le reconozca.

lunes, 1 de junio de 2020

Truffaut sobre L'Atalante


Le robo ipso-facto, inmediatamente después de verlo, esto tan bien buscado, a José Luis Marquez. Eric Rohmer entrevista a François Truffaut (que me da la impresión de que le da un buen repaso a su entrevistador) sobre nada menos que “L’Atalante”, de Jean Vigo. ¿Quien da más?
Pocas veces una entrevista da cuenta de la sensibilidad, conocimiento y capacidad de un entrevistado, que se sabe y siente la película, como dice él, “par coeur”. Me da la impresión, vaya. Un incunable.

Teatro de guerra


Con motivo del Festival Docs Barcelona ha surgido una (mínima) discusión sobre el contenido propio de un festival como ese. Si se tratase de un In-Edit, el festival de cine documental musical, podría quizás llegar a admitirse que la validez de una u otra sesión fuera en función del fenómeno musical sobre el que versara. Tratándose, en cambio, de un festival de cine documental ‘tout court’, parecería que las películas debieran tener algo más desde el punto de vista cinematográfico que la originalidad o atractivo de su tema o, si se quiere, servirlo desde un análisis profundo de la forma con la que hacer ver lo documentado.

“Teatro de guerra” (Lola Arias, 2018, ahora por Movistar), no formaba parte del festival, pero podría haber ejemplificado muy bien lo que quiero decir. El punto de partida ya es de por sí fuerte. Tres ex-soldados británicos y tres argentinos, ahora, expresándose, dándole vueltas, cada uno desde su punto de vista, a la guerra de las Fackland/Malvinas. Poca cosa más traumática contemporáneamente para los argentinos, pero, según apreciamos en el film, también para los británicos excombatientes.

A este respecto, resulta entre otros revelador ese soldado que explica el hambre atroz que pasaban, por lo que se dirigían a atacar las trincheras argentinas, sabiendo que allí tenían latas de corn beef. Apartaban a los fallecidos, cogían las latas que escondían y las devoraban en un santiamén. Lo más significativo, su confesión de que en su vida ha querido volver a comer corn beef, porque lo tiene asociado a las muertes que él mismo provocó para hacerse con ellas. Diciendo cómo traducen el contenido de las latas los subtítulos todo queda más gráfico: picadillo de carne.
Prácticamente todo está rodado en una especie de plató de fotógrafo. Unos y otros comentan entre sí sus recuerdos, sus conocimientos, representan acciones, hasta tocan una pieza de rock con una canción reveladora. Todo un procedimiento que provoca una enorme extrañeza... que se traspasa a los hechos vividos: ¿Cómo se llegó a una barbaridad de ese tipo?


Podría ser perfectamente una pieza de teatro (y, de hecho, ahora veo que Lola Arias es, en realidad, una mujer de teatro, y que partió de una obra previa suya, “Campo minado”, para establecer el film) pero, de repente, aparecen imágenes “reales” de las islas, como una panorámica en un solitario y ventoso paisaje mientras, en la banda sonora, alguien nos va explicando cuáles eran las posiciones, qué movimientos efectuaron.
En otro momento, una escena capta una supuesta conversación de pub entre dos de los británicos, en la que hablan de lo pesado que se hace eso de la interpretación y se quejan de haber caído en la trampa de participar en un proyecto “sólo argentino”.
Brechtiano, sí se quiere, pero un film que sí despierta, concienzudamente, a base de un gran trabajo, un gran interés.