sábado, 29 de noviembre de 2025

Siempre es invierno


Fuimos ayer por la mañana al Verdi a ver “Siempre es invierno” (2025), más que nada porque iba a estar en el coloquio David Trueba, y me suele gustar lo que dice y cómo lo dice.
No me equivoqué. Posiblemente cuando me lo pasé en verdad bien fue en el coloquio, aún teniendo que superar el calvario ese de gente que va a este tipo de cosas para “hacer un comentario” sobre la película que demuestre cuanto saben del director y “de cine” (sin ser de cine de lo que hablan).
La primera en la frente. Un señor muy serio abrió el turno diciéndole a su director que, pese a lo que le habían dicho todos sus conocidos sobre la película, a él le había gustado. Hay que tener muchas tablas para recibir una bofetada así (oír decir que a nadie salvo a ese espectador le ha gustado) en plena cara y seguir con espíritu generoso lo que venga.
Otras risas (en este caso compartidas por buena parte del público, aunque no parecieron entenderse por quien lanzó la frase ni por el propio Trueba) también me surgieron por la ocurrencia de otro espectador-espectadora en este caso-, que empezó su intervención mencionando que había leído a Boyero diciendo que le había gustado.
Pero esas fueron unas risas mías a contracorriente. Lo bueno de David Trueba llegó por el final, cuando vio que el tiempo se acababa y apenas se había oído a unos cuantos espectadores pontificando. Entonces empezó a largar, ahondando de verdad en sus ideas generales del tránsito por aquí abajo.
Si divertido fue explicando cómo intentó convencer a una actriz (a la sazón su hija) que había tenido suerte, porque le había dado un papel minúsculo, pero fundamental, porque decía una frase magnífica, a mí me llegó al alma con otras dos cosas.
La primera, cuando respondió a un espectador buen observador que, efectivamente, como le pasa en la película al personaje de David Verdaguer, él también heredó un galán de noche de su padre, lo que le dio pie a explicar que, como es el pequeño de ocho hermanos, eso quería decir que a ninguno de los siete anteriores le interesaba, y rematar que por suerte -porque las herencias siempre provocan peleas entre los herederos-, sus padres no tenían casi bienes para dejar en herencia, y concluir -ahi quería yo llegar- que lo que sí pidió quedarse, para asombro y luego terror de las amistades que van a su casa, fue la hologtafía de “La última cena “ de Leonardo da Vinci con un marco de leña. “¡Pero qué horror es esto que has colgado!”- le dicen sus invitados.
La segunda, ésta seriamente razonada, pero que me temo dejó totalmente desconcertado y fuera de juego a los espectadores del Verdi, fue su defensa acérrima a que sus personajes dijeran en la película cosas horribles, de esas “que se dicen continuamente en la intimidad”, y no dulcificar y moderar el lenguaje hasta hacerlo totalmente inane, porque una persona es como es, y no como las convenciones del momento dicen que debe ser. Como digo, me temo que el público medio del Verdi, tan adepto a lo “que se debe decir y hacer”, se hizo unas cuantas cruces oyendo la admiración que siente Trueba viendo las noticias sobre esos deleznables que, borrachos, conducen un coche salvajemente en sentido contrario, o esos políticos que han robado un montón en su actividad cotidiana. Cuando ha dicho que evidentemente los tenían que meter en la cárcel, pero que los admiraba, me he reído un montón ante la reacción del respetable.




 

viernes, 28 de noviembre de 2025

Angeles exterminados


Más que singular es, desde luego, “Los ángeles exterminados” (Michel Mitrani, 1968; grabada de La 2 hace algunos meses), que, con un guión de José Bergamín, presenta una sorprendente mezcla entre documental rancio sobre patrimonio artístico, ficción, entrevistas televisivas muy años 60 y recitados del siglo de oro.
Un carromato de cómicos (entre los cuales Francisco Rabal y un jovencísimo José María Flotats) recorre una España rural que más parece de hace siglos (aunque en algún momento pasen, aggiornados, por ciudades y equipamientos modernos) para recitar y representar grandes obras de la literatura española que siempre tienen a la muerte como convidada.
De repente, la representación teatral se convierte en ficción cinematográfica, cortada en ciertos casos, en ese cruzarse tiempos antiguos y actuales, por entrevistas a autoridades culturales del momento: el Abad de Guadalupe, por ejemplo, admite entrar -algo despistado pero dócil- en la ficción para ofrecernos su visión sobre la mística y su monasterio, o el torero Luis Miguel Dominguín le explica al director de la película, convertido en el periodista cultural televisivo francés que es, su relación con la muerte.






 

jueves, 27 de noviembre de 2025

Animals arquitectes


Ya corre por 3Cat, y los van programando en Canal 33, todos los capítulos de la segunda temporada de “Animals arquitectes” (Nuria Moliner y Matilda Vidal de Llobatera, 2025)
Sus episodios están repletos de excesos, tanto en lo que se dice como en lo que se muestra y cómo se hace.
Repiten sistemáticamente una serie de tics formales: cortes bruscos de imagen y sonido, pasando a otro plano (silencioso) totalmente nuevo; seguimiento de insectos y captación de vegetales al viento en pausa sensorial; inversiones de plano; bailes sincopados de imágenes al son de musiquilla moderna, que sólo permiten cierta impresión tipo flash y no el análisis con detalle de lo presentado.
Todo eso y la conversación entre presentadora y arquitecto lleva a momentos desesperantes y otros todo lo contrario. Y deja la serie entre lo sublime y lo ridículo.





 

El cine en Catalunya durante la Guerra Civil


Podríamos hacer un silogismo:
a/ En el Aula d’Extensió Universitària de l’Associació d’Enginyers dan conferencias personas destacadas en su ámbito, que salen en La Vanguardia y/o las Telenoticies de TV3.
b/ Esteve Riambau dio ayer una conferencia en el Aula.
c/ Luego, Esteve Riambau es una persona destacada en su ámbito.
Y es ciertamente así, pues ha alcanzado una popularidad inusitada entre los historiadores de cine, a la que seguramente ha ayudado mucho su trabajo durante 14 años como director de la Filmoteca de la Generalitat.
En el edificio de los ingenieros dio una charla ayer sobre el cine en Catalunya durante la guerra civil, tema del que es experto, sobre todo, tras preparar un libro sobre uno de los elementos de ese cine, Laya Films… en el entorno del cine de la guerra civil. Es decir, como señaló nada más empezar, una charla que se centra en lo global para acabar en el elemento que era central en su libro.
Para empezar (y finalizar), ha querido sorprender a la audiencia, que debía tener una idea muy combativa del tipo de cine que se pasaba en los cines de Barcelona al inicio (y final) de la guerra civil, y ha presentado una lista de películas de lo más popular y alejado de lo esperable de un momento (ver listas en las imagenes) que, si pensamos en él, tendemos a conceptuarlo como extremadamente “concienciado”.
Tras esa primera en la frente, se ha propuesto aniquilar otra idea también muy extendida, pero extremadamente simplificadora, sobre las “dos Españas” en disputa en el conflicto. Con una frase abordó la cosa:
“No todo era azul y rojo, pero es que ni los azules ni los rojos eran uniformes” (como no capté bien la segunda parte de la frase, la he adaptado cometiendo el atropello del entrecomillado).
Para que nos quedara claro eso, el resto de la sesión lo pasó para detallar qué había habido como cine hecho en Catalunya por cada fracción de cada bando. Y entonces fue desfilando el cine anarquista, el comunista y el del gobierno de la Generalitat (con su productora Laya Films) por el bando republicano, pero también las diferencias entre el (poco) cine del bando nacional rodado (ya sólo al final de la contienda) en Catalunya, esto es el franquista y el de la Legión Italiana que participó en las batallas finales y en el desfile de la Victoria en Barcelona, aunque por aquí, desde Guadalajara, se había ocultado bastante.
Lo más atractivo de la sesión estuvo, desde mi punto de vista, en el detalle que ofreció de las sorprendentes biografías de, por un lado, la directora Rosario Pi y, por otra, el fascinante personaje que fue (él lo definió como su héroe), Joan Castanyer, director de Laya Films, pero además amigo personal de dos faros como Jean Renoir y Pablo Picasso




Captura de pantalla que he hecho de “Andorra” (1940), una de las películas que Riambau explicó que había hecho Joan Castanyer en su retorno a Francia tras el fin de la guerra civil.
 

martes, 25 de noviembre de 2025

Desalojo de la Filmoteca


No sé si es el sitio adecuado, ni si hay algún tema contractual por el medio que determine ese desalojo. Si no es así, creo que muchos usuarios de la Filmoteca podríamos (debiéramos) movernos mínimamente para deshacer este sinsentido. ¿Una carta abierta en medios de comunicación solicitando la reposición de las fotos? 

viernes, 21 de noviembre de 2025

Historias del buen valle

El Sr. Francesc, como un apache, pero también como Friedrich, contemplando desde una loma de Vallbona la lejana Barcelona.

La Alternativa - 7
Quería José Luis Guerin hacer un pase previo a la sesión de ayer en la Filmoteca de su “Historias del buen valle” (2025), para dedicarlo especialmente a los vecinos del extremo barrio barcelonés protagonista de la película, Vallbona y que se vieran los que habían salido en ella, acudiendo con sus vecinos y amigos, pero la falta a última hora de un permiso de la carpa en la que quería colocar la pantalla y alojarlos mandó al garete la sesión.
No pudo ser lo de la carpa en Vallbona pero, a cambio, una buena representación del barrio -actores de la película o no- había ayer en la Sala Chomón, encantados de la vida o, como mínimo, de lo que vieron en la pantalla.
Ya se han escrito muchas cosas sobre “Historias del buen valle”, por lo que quizás lo mejor que puedo hacer ahora aquí es intentar recoger como buenamente pueda las explicaciones que el mismo Guerin dio ayer sobre ella. Si Antoine de Baecque decía que Claude Chabrol era el mejor crítico de sus películas, el que más y mejor sabía conceptuarlas, ahora podría añadir el nombre de JLG (el nuestro, no el suizo/francés) para formar un pequeño club con, de miembros, directores con esas características.
Antes de que hablara largo y tendido respondiendo las preguntas del público, ofreciendo una buena docena de pistas para que los que escriben de esto puedan hacerlas suyas y escribirlas por sus papeles como propias, acogió con satisfacción lo que Cristina Riera, codirectora de L’Alternativa, le dijo como primera impresión tras la visión de la película, esto es, que era una maravilla ver cómo se va durante el metraje apartando él -el director de cine que hace su película- para ir dejando paso a los protagonistas que van haciéndose dueños absolutos de ella. Eso era algo que le había preocupado y respiraba al comprobar que había conseguido.
Enlazó entonces explicando la génesis del film: un encargo para una exposición del MACBA sobre barrios periféricos desfavorecidos de Barcelona lo llevó a Vallbona, donde detectó una serie de signos que le hicieron revivir la España de su infancia: espacios asilvestrados, caminos sin asfaltar, un río que ligaba con lecturas como la de “El Jarama”,… Para filmar eso pensó en la cámara que utilizó en sus primeros balbuceos cinematográficos, de Súper 8, y cargado con ella rodó esa primera visión de lo que encontraba en el barrio, lo que aparece en blanco y negro y, en ocasiones, con las perforaciones del 9,5 mm que también conoció en su infancia.
Explicó entonces una de las constantes de sus películas, como es el intenso proceso de documentación previo y, singularmente, ese no rodar nada sin haber visto antes todo lo rodado previamente por otros en el escenario escogido. Dijo ayer que por la sala estaban Ferran Alberich y Rosa Cardona, de la Filmoteca (es verdad: en el vestíbulo, previamente, irrumpí para hacerles una foto a los dos departiendo con Guerin en presencia de Pablo La Parra, pero como como Alberich y Guerin salieron bastante mal, no la pongo por aquí), a los que estuvo persiguiendo para que le buscasen todo el material de archivo fílmico existente, pero que resultó que, excepción hecha de unas secuencias de una ficción de Marc Recha rodadas en el barrio, no hay absolutamente nada. Al no tener nada de archivo que pudiera utilizar, se dio cuenta que debía filmar el presente como si fuera para crear un archivo.
Tras esos esbozos iniciales en blanco y negro, que acaban con unas hojas agitándose, la advertencia o introducción escrita definiendo la Vallbona objetivo del film, un giro al color que se produce a partir de unas luces que acaban definiéndose como los faros de la multitud de coches que transitan las autopistas que cruzan el barrio y la visión misma, al fondo, de la Barcelona mas central, para dar con rótulo del título, en la película vemos una concertada coreografía (obra, como todo, de un laborioso montaje) de niñas yendo a la escuela, para aterrizar en un cartel anunciando la etapa siguiente del film que comentó ayer Guerin, esto es, el casting.
Del casting comentó que había montado una pieza independiente, que recogía muchísimo más que lo reflejado en la película, para la que se tuvo que simplificar un montón. Y que le gustaría que esa pieza pudiera servir de memoria del barrio, porque en ella están todas las entrevistas hechas a la gente que se presentó a la llamada del cartel, expresando los más su nostalgia por la Vallbona que conocieron, de la que cuentan su infrahistoria. Una cosa que les oyó decir varias veces fue, precisamente, que había llegado tarde, que la historia del barrio ya había pasado (refiriéndose a que ya habían llegado a buen término casi todas las reivindicaciones por las que arduamente tuvieron que trabajar).
Esas entrevistas le sirvieron para escoger los personajes más representativos, y desarrollar con ellos visualmente las historias que previamente le habían contado. La reducción del tiempo relativo de las entrevistas en el global de la película puede comportar el peligro -acabó de explicar- de que el espectador no sea tan consciente de toda la evolución que quiere ir mostrando -y de hecho muestra- la película sobre el barrio. Y aquí hizo notar que los títulos de crédito no hablaban de eso que podía sentirse como arrogante de “una película de…”, quedándose en “Work in progress: JLG” (aunque, para evitar por completo toda arrogancia o cursilería, digo yo con cierta maldad, también podría haberlo escrito en castellano, mediante ese “en construcción”, que él mismo acuñó ayer, y que asignó tanto a la película como al barrio).
Simplificó esas entrevistas de la primera parte -también explicó en algún momento- en la que hablaban sobre todo los habitantes históricos del barrio, los que tienen conciencia de barrio, porque correspondían a una película que inicialmente veía que se le iba a cuatro horas. A esos habitantes, siguiendo la evolución de la historia, les siguen en el film los nuevos llegados, ya a la ciudad dormitorio construida, pero su gran descubrimiento fue encontrar que aportaban otras memorias, las de sus lugares de origen.
Un encuentro fundamental -comentó- fue el del Sr. Francesc, quien fue el que le incitó a hacer un western, el western de Vallbona. De western hay, además de una música a la armónica en un funeral, esa idea de las amenazas que acechan al territorio, por ejemplo. En un momento dado, como le dijo un espectador que pasaba en “En construcción” con “Tierra de Faraones”, se oía el sonido de un televisor en el que se pasaba un western, pero aquí, para ser fiel a la memoria de Francesc y no hacer simplemente un guiño para cinéfilos, se trata de un montaje como si fuera un western típico, pero que no obedece en realidad a ninguna película específica.
Otras cosas que he anotado o recuerdo explicó ayer:
-Su preocupación por no dar una visión victimista del barrio, sino sobre su singularidad, mostrar que existen formas de vida propias de la periferia, que no pueden darse en el centro de la ciudad. Y aprovechó para decir que él también se sentía bien como cineasta de la periferia.
-Que se filmó todo sin guión, buscando y sirviéndose de las aportaciones de los filmados, que debieran figurar todos como co-guionistas.
-Que ve emocionado que la minúscula Vallbona es una aldea global, caja de resonancia -con sus 12 lenguas registradas en la película- de todo el Mundo y sus preocupaciones actuales.
-Que había el peligro de idealizar un barrio que, en el fondo, tiene muchísimos problemas. Que intentó siempre mantener un cierto equilibrio sobre eso.
-Que en la película aparecen, cruzando el barrio y chirriando sobre sus vías, la friolera de 42 trenes.
-Que tuvo inicialmente problemas sobre cómo encuadrar Vallbona, hasta que, cuando conoció los imaginarios de cada uno de sus habitantes, ya vio facilitada extraordinariamente la tarea.
Y hasta aquí lo que recuerdo del coloquio. Por mi parte añadiría que he visto como admirable, sobre todo, las transiciones entre (más allá de su fragmentación para reducir pero seguir siendo precisos) planos (que expresan, por ejemplo, la identidad de acciones, la yuxtaposición entre figuras y sus deseos, o las razones y sinrazones de vecindad) y entre secuencias (cómo va apagando una escena para ir dando paso a otra).
Y que:
-es emocionante ver cómo hay ecos de casi todas sus películas anteriores en el film (podría enumerar bastantes).
-de igual forma, satisface encontrarse con sus constantes para dar vida a cada plano que rueda.
Pero, como se enfada, diciendo que eso es decirle que ha llegado al límite de sus recursos, aunque veo clarísimo que no es verdad, pues no lo haré, y en su lugar explicaré, como visión personal, que no creo haber leído por ningún lado, únicamente una cosilla:
Guerin fue siempre un admirador, sin cortapisas, de Eric Rohmer. Como tal, fue de los pocos que entendió perfectamente su anhelo de hacer lo que resultó ser su último film, “Romance de Astres y Celandón”, que tuvo que hacer rompiendo alguna de las estrictas reglas que se auto imponía (como la de rodar únicamente en los precisos sitios de la acción) y con un esfuerzo personal importante (dirigió escenas desde una silla de ruedas).
En una película como “La academia de las musas” me dio que, por momentos, quiso buscar y representar esa Arcadia que también imaginó Rohmer (éste intentando ser fiel al texto que adaptaba).
Me da la impresión de que en Vallbona José Luis Guerin ha encontrado, por fin, su buscada Arcadia. O algo bastante parecido. Pero espero que, para nuestro placer, siga dando con muchas otras Arcadias.

La abuela adiestra a su nieta sobre flores y muertos.

La increíble pareja que conduce muchas fases de la película.

No habiendo obtenido una butaca por mi posición habitual, la foto del coloquio me salió una porquería, pero la cuelgo para dejar ver (o al menos intuir) que, ya acabada la proyección, la sala continuaba repleta de público. Sólo queda esperar, como dijo también Guerin, que quede algún espectador para cuando se estrene al principio de febrero.

 

jueves, 20 de noviembre de 2025

Una película de miedo

Durante la presentación. Como se proyectaba la carátula del festival, casi imposible ver algo.

Y al final de la proyección, antes de volver a proyectar algo en la pantalla

Festival L’Alternativa - 6
Si ayer en el Zumzeig Sergio Oksman nos decía que no sabría qué responder a la pregunta sobre de qué va su película, no seré yo aquí el que intente desentrañar su “Una película de miedo” (2025).
Sí puedo decir, no obstante, que, tras oír sobre la pantalla en negro a un narrador explicar su inicio de historia, vemos cómo un padre (el narrador, interpretado por el mismo Sergio Oksman) y su hijo de 12 años (interpretado por su propio hijo) van a pasar una temporada a un hotel lisboeta por lo demás totalmente vacío, sin huéspedes ni servicio, porque van a remodelarlo. Y que yo diría, arriesgándome, que va de herencias, de trasmisiones queridas o invloluntarias de padres a hijos
En el coloquio, el director (que, pese a haberla rodado en Lisboa no es portugués, sino brasileño -recuerdo gratamente su “O futebol”- pero con un acento y fluido verbo que me recordó en ocasiones a José María Nunes) y sus dos montadores de Barcelona nos explicaron que lo rodado en ese hotel, esa estancia de padre e hijo con sólo otros dos actores visitándolos individual y ocasionalmente, fue lo que llegó inicialmente a la mesa de montaje, para luego ir trufándolo Oksman mucho más. Y tanto lo trufó de imágenes documentales -fotografías y escenas de películas- que luego, los títulos de crédito, haciendo referencia a esas fuentes, parecen la bibliografía de una tesis de carrera científica.
Estos meses pongo las antenas siempre que contemplo una secuencia de lluvia en las películas que voy viendo. Pues bien: ésta finaliza con una, perfecta, que redondea y da mucho sentido a todo, en que la lluvia es un elemento esencial. Una lástima que no habrá forma de incorporarla a la sesión de Ombres Mestres que organizaremos al respecto.

Padre e hijo inspeccionando el vacío hotel.

Ya que es una película de miedo, se analizan las teorías frenológicas.

El encargado del hotel, magnífico en sus intervenciones, en una visita.

Una antigua amiga del padre, también de visita.

La imagen no acaba de capturar la bella imagen de los dos contemplando la lluvia, para dar paso a otra cosa…

El acueducto de Aguas Libres, en Lisboa, protagonista de unas cuantas escenas.

Acabada la proyección, montadores y director del film y de nuevo imagen proyectada en la pantalla. En el Zumzeig no hay luz suficiente para este tipo de fotos.
 

miércoles, 19 de noviembre de 2025

Corto verano


Festival L’Alternativa - 5
Podría pasar desapercibida entre la programación de L’Alternativa, y creo que sería una lástima. Hablo de “Corto verano” (Nastia Korkia, 2025), que se volverá a pasar mañana jueves, esa vez en el Auditori del CCCB, a las 18,30.
En el coloquio sabía que era imposible, porque es asunto de otra generación y lugar geográfico, pero como una de las escenas fundamentales de la película es un encuentro entre una niña muy sensitiva y un “monstruo” perseguido por las autoridades, con una guerra de trasfondo y por el medio, no pude contenerme y le pregunté a la directora si conocía “El espíritu de la colmena”, de Victor Érice. No sabía de qué ni de quién hablaba. Y, sin embargo…
Quizás si explico el argumento de la película (la niña de la que hablo pasa un verano con sus abuelos, jugando ella sola y con otros niños de su edad, ajenos a la guerra de Chechenia, que actúa de trasfondo continuo) alguien dirá que ya se hace una idea del tipo de película que debe ser, sensible y bastante contemplativa, pero en el fondo olvidable. Pero al menos en mi caso no fue así y, a medida que iba comprendiendo cosas (el mismo proceso de divorcio de los abuelos sería una de ellas) y entendiendo todo el entramado montado para su puesta en escena, la película se me fue configurando como llena de interés.
Narración cíclica, que acaba pues donde empezó… pero con un largo recorrido ya asumido dentro. Película compuesta de escenas sueltas que van encadenándose y agregando puntos de conocimiento. Exteriores con vegetación agitada por el viento y emitiendo el sonido correspondiente, rodados siempre, según confesión de Nastia Korkia, a la hora bruja, y estando ella mucho más atenta a dónde poner la cámara y al trabajo del director de fotografía que a la actuación de los niños. Y un espejito en manos de la niña que se convierte en atrezzo esencial del film, con cuyos provocados reflejos la niña va jugando de principio a fin.
Si bien el punto de vista fundamental de la película es el de la niña, vemos dos mundos, el de los adultos (todos muy mayores, pronto se entenderá por qué razones) y el de los propios niños en sus correrías con sus bicicletas gozando de la libertad del verano, siempre con el telón de fondo de la guerra: las noticias de la radio, el desequilibrado mental que va causando agresiones lo es por el shock postraumático que le produjo su estancia con el ejército -del que ha huido- en Chechenia.
Es muy significativo de la preponderancia del mundo personal de la infancia, que da las espaldas a esa guerra que lo ha transformado y alterado todo, un largo plano captado por la cámara de Nastia Korkia en un plano general muy amplio, a considerable distancia: junto a un talud, los niños juegan a fútbol con el atolondramiento y falta de reglas que marca su corta edad. De repente oímos, y después vemos, llegar un tren de mercancías que va pasando, larguísimo, eternamente por las vías que sostiene el talud posterior. Al principio son todo vagones de carga, cuando de repente un vagón plataforma nos deja ver un tanque. Luego se van haciendo más frecuentes los vagones con tanque, hasta que finalmente todos los vagones transportan única y exclusivamente carros de combate. Cuando por fin desaparece el convoy, los niños, que no han cejado en todo el rato de practicarlo, y no han dirigido ni una sola mirada al tren, siguen con su juego.
Luego me dijeron que Nastia Korkia había presentado en L’Alternativa otro largometraje (que ahora advierto que vi entonces) divertido, totalmente diferente. A ver qué presentará próximamente.


Los dos niños, jugando junto a un espectacular depósito de agua, literalmente al lado del abismo.




 

martes, 18 de noviembre de 2025

Cortometrajes de René Vautier

“Techniquement si simple”

Festival L’Alternativa - 4
Conociendo personalmente ya su film inicial, “África 50” (1950), el resultado del encargo recibido de documentar ‘la gran labor colonizadora francesa en el norte de África’ que al convertirlo en la primera película anticolonialista le supuso pasar una larga temporada en prisión; ell largometraje que más fama le dio (“Avoir 20 ans dans les Aurès”, 1972); sabiendo de su consideración de gran cineasta denunciante de la colonización y, gracias a un documental sobre su persona, como fundador del cine nacional de la nueva Argelia independiente, me ha gustado mucho asistir a la sesión que L’Alternativa dedicó ayer a cortometrajes de René Vautier y descubrir éstos.
La sesión, presentada por su hija Moira, quien está llevando a cabo la restauración de toda la obra de su padre, constaba de cuatro de sus cortometrajes, que demostraban a las claras no haber sido en absoluto un cineasta “de denuncia” al uso, sino, por el contrario, uno que, siendo ciertamente cáustico en su denuncia, aún con presupuestos muy limitados, utilizaba todos los variados medios que el lenguaje cinematográfico le ponía a su alcance, siendo además el humor uno de ellos.
“Techniquement si simple” (1971) nos explicó en el coloquio Moira que fue un cortometraje preparatorio de “Avoir 20 ans Aurés”, con el que experimentar sí utilizando un actor se podía conseguir que éste resultara convincente como técnico entrevistado que confiesa abiertamente las animaladas que, durante la guerra, cometió, sin sentir ningún escrúpulo por ello. Y a fe que lo consigue, dejando boquiabierto al espectador.
Tanto “Les trois cousins” como “Les ajoncs” (ambas de 1970), muestran cómo utilizar la forma de cuento para denunciar tanto la penosa situación de los argelinos emigrados a Francia (pero ya señaló Moira que sin entrar en el miserabilismo) como el racismo que impera frente a ellos. En la primera, tres hermanos argelinos emigran a París (de la postal turística del Arco de l’Étoile se pasa en brusca transición a ver la bidonville donde viven otros como ellos y luego como los tres tres hermanos emprenden una infructuosa y luego fatídica búsqueda de trabajo. En la segunda, un argelino (encarnado por el mismo actor que en la anterior hacia del que buscaba trabajo con mayor ahínco) decide ir desde la bidonville a la Bretaña (el que sería centro de producción de las últimas películas de Vautier), para ver si ahí puede lograr su objetivo de trabajar. Por sus formas recuerda tanto a las viejas películas de cine cómico norteamericano (con su acompañamiento habitual de música de piano) como su personaje charlotiano a la inocencia de un Ninetto Davoli en “Qué cosa sono le nuvole” (Pasolini, 1967).
Por último en “Les remords” (1975) el personaje que representa a un director de cine, encarnado por el propio Vautier (según su hija porque no encontró a ningún actor que quisiera hacer el arisco papel) que llega al dormitorio de una mujer para relatarle el acto infame que ha visto cometer a un policía sobre un pobre argelino “que hablaba notablemente francés, era muy amable e iba bien vestido”. Tiene el mérito de, a base de una autoironía enorme, con mucho y sardónico humor, hacer una denuncia punzante sobre el vergonzoso papel de los cineastas que se dicen comprometidos.
Como señaló también Moira Vautier, su padre estallaba en cólera a menudo contra los cineastas de la Nouvelle Vague, renombrados por lo revolucionario de su lenguaje, pero incapaces como fueron de hablar con sus películas del tema más importante del momento, esto es, la guerra de Argelia.

Recorriendo la banlieue en busca de trabajo. “Les trois cousins”

“Les trois cousins”. El recocido al encontrar, finalmente, trabajo.

“Les ajoncs”

“Les rémords”