miércoles, 19 de noviembre de 2025

Corto verano


Festival L’Alternativa - 5
Podría pasar desapercibida entre la programación de L’Alternativa, y creo que sería una lástima. Hablo de “Corto verano” (Nastia Korkia, 2025), que se volverá a pasar mañana jueves, esa vez en el Auditori del CCCB, a las 18,30.
En el coloquio sabía que era imposible, porque es asunto de otra generación y lugar geográfico, pero como una de las escenas fundamentales de la película es un encuentro entre una niña muy sensitiva y un “monstruo” perseguido por las autoridades, con una guerra de trasfondo y por el medio, no pude contenerme y le pregunté a la directora si conocía “El espíritu de la colmena”, de Victor Érice. No sabía de qué ni de quién hablaba. Y, sin embargo…
Quizás si explico el argumento de la película (la niña de la que hablo pasa un verano con sus abuelos, jugando ella sola y con otros niños de su edad, ajenos a la guerra de Chechenia, que actúa de trasfondo continuo) alguien dirá que ya se hace una idea del tipo de película que debe ser, sensible y bastante contemplativa, pero en el fondo olvidable. Pero al menos en mi caso no fue así y, a medida que iba comprendiendo cosas (el mismo proceso de divorcio de los abuelos sería una de ellas) y entendiendo todo el entramado montado para su puesta en escena, la película se me fue configurando como llena de interés.
Narración cíclica, que acaba pues donde empezó… pero con un largo recorrido ya asumido dentro. Película compuesta de escenas sueltas que van encadenándose y agregando puntos de conocimiento. Exteriores con vegetación agitada por el viento y emitiendo el sonido correspondiente, rodados siempre, según confesión de Nastia Korkia, a la hora bruja, y estando ella mucho más atenta a dónde poner la cámara y al trabajo del director de fotografía que a la actuación de los niños. Y un espejito en manos de la niña que se convierte en atrezzo esencial del film, con cuyos provocados reflejos la niña va jugando de principio a fin.
Si bien el punto de vista fundamental de la película es el de la niña, vemos dos mundos, el de los adultos (todos muy mayores, pronto se entenderá por qué razones) y el de los propios niños en sus correrías con sus bicicletas gozando de la libertad del verano, siempre con el telón de fondo de la guerra: las noticias de la radio, el desequilibrado mental que va causando agresiones lo es por el shock postraumático que le produjo su estancia con el ejército -del que ha huido- en Chechenia.
Es muy significativo de la preponderancia del mundo personal de la infancia, que da las espaldas a esa guerra que lo ha transformado y alterado todo, un largo plano captado por la cámara de Nastia Korkia en un plano general muy amplio, a considerable distancia: junto a un talud, los niños juegan a fútbol con el atolondramiento y falta de reglas que marca su corta edad. De repente oímos, y después vemos, llegar un tren de mercancías que va pasando, larguísimo, eternamente por las vías que sostiene el talud posterior. Al principio son todo vagones de carga, cuando de repente un vagón plataforma nos deja ver un tanque. Luego se van haciendo más frecuentes los vagones con tanque, hasta que finalmente todos los vagones transportan única y exclusivamente carros de combate. Cuando por fin desaparece el convoy, los niños, que no han cejado en todo el rato de practicarlo, y no han dirigido ni una sola mirada al tren, siguen con su juego.
Luego me dijeron que Nastia Korkia había presentado en L’Alternativa otro largometraje (que ahora advierto que vi entonces) divertido, totalmente diferente. A ver qué presentará próximamente.


Los dos niños, jugando junto a un espectacular depósito de agua, literalmente al lado del abismo.




 

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