lunes, 18 de noviembre de 2019

Largo viaje hacia la ira

Estos dos niños aparecen en pantalla cuando la cámara ha descrito una panorámica a la izquierda, tras mostrarnos, en el otro extremo de la cama, nada menos que otros cuatro, algo más pequeños, también durmiendo.
Tenía idea de escribir sólo sobre la tercera de las películas del programa de este domingo en la Filmoteca en homenaje a Llorenç Soler, porque las otras dos ya las tenía -me decía- demasiado vistas.
Pero ha pasado en primer lugar “Largo viaje hacia la ira” (1969)... y me ha vuelto a dejar impresionado. Suelen pasarse escenas suyas por televisión cuando se quiere recordar a los inmigrantes llegados a la Estación de Francia con su maleta bien atada, para no abrirse, con cuerdas. Pero eso es sólo una ínfima parte de su contenido. Remontaje del encargo del Patronato Municipal de la Vivienda “Será tu tierra”, que Porcioles no quiso asumir por la dureza de su diagnóstico sobre los problemas de vivienda en la ciudad, fue, quizás más que “52 domingos”, la entrada de Llorenç Soler en el cine independiente o, si se quiere, militante.
Esos inmigrantes que llegaban con una mano delante y otra detrás a la ciudad, acababan, en buena parte, haciéndose su propia vivienda, formando esa enorme ciudad informal -como la llamó Mercè Tatjer- de las barracas. El film de Soler, después de confrontar de una forma muy sencilla, pero eficaz, la modernez de los nuevos edificios singulares de la Barcelona de los 60, sus mensajes icónicos de moda y sus habitantes con la miseria inhumana del Somorrostro, el Carmelo, etc., se centra en mostrar escenas de la vida en alguno de estos últimos barrios.
Martí Rom -que ha organizado el ciclo- y Oriol Porta escuchan a Llorenç Soler durante la presentación de la sesión. Detrás, en la pantalla, un fotograma del film: La Estación de Francia con inmigrantes recién llegados y sus pertenencias.
Comentaba al salir que parando la proyección en cualquiera de sus planos, la probabilidad de dar con una imagen increíble, poco vista, de la ciudad marginal, es enorme. Manuel Laguillo, que ha visto la película en la fila de delante mío, repetía que se tendría que pasar y hacer ver, porque es, realmente impresionante: toda una familia numerosa, con críos muy pequeños, trabajan perforando unas chapas para ganar un sobresueldo, niños juegan junto a infectos charcos, vemos a cuatro niños durmiendo en una barraca en la misma cama... hasta que la cámara efectúa una panorámica y descubrimos que en los pies de la misma cama, capitulados con los anteriores, hay durmiendo otros tantos...

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