Un pequeño estirón de orejas, con todo mi cariño, a Tess y Cristina por cómo han programado hoy este monumento fílmico, de una solidez y sensibilidad como no se encuentra hoy en día.
Unos cuantos iniciados esperaban hoy el pase, diríase que clandestino, de “De una isla” (José Luis Guerin, 2019) en una sesión de cortos de L’Alternativa. Todos se extrañaban de que no hubiese sido anunciado como debía, pues incluso hoy, en el mensaje diario con lo destacable de la jornada del festival, no aparecía ni la más mínima mención.
Para verlo se debía acceder a una sesión de cortometrajes, cada uno de su padre y de su madre. Le ha tocado ser el cuarto. Y, entonces, palabras mayores:
Había visto el film un par de veces, pero nunca en una sala de cine. Impone. ¿Qué destacar sin reventar las sorpresas que su visión debe ocasionar? Eso mismo me limita utilizar ciertas imágenes que pueden encontrarse por la red.
Sus primeras imágenes me han llevado directamente a un jovencillo JLG cogiendo una cámara y captando, impresionando, la fuerza de la naturaleza delante suyo.
Enseguida imagen, texto, música te lleva a la fuerza didáctica y la poesía de los primeros documentales, antes de la llegada del cine sonoro. Luego, toda una progresión siguiendo la evolución de la vida, la ya acabada y la presente, en la isla de Lanzarote, con algún que otro guiño a temas queridos de Guerin (Lancelot, su presencia aunque fuera sólo en forma de sombra).
Ayer me valoraron el trabajo de un personaje de nuestro mundo cultural destacando su desprecio y afán por evitar algo demasiado querido por todos lados: la solemnidad.
“De una isla” me emociona por su enorme potencia, servida con absoluta ausencia de solemnidad.
Merecía una sesión única, bien anunciada, que habría llenado no sólo el auditorio, sino cualquier sala que la hubiera proyectado con esas condiciones.
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