Es la mesa redonda inicial de L'Alternativa Profesional, que moderó ayer Josep Maria Català y contó con Stefanie Schulte, Paul Bell y María Cañas, para hablar de los archivos fílmicos. Pero yo me quiero centrar ahora en la impresionante performance que desencadenó la cariacontecida ponente de más a la derecha, la última de los citados, que hizo desternillar de risa al auditorio, en un efecto terapéutico (ella le llama la "risastencia") que al menos a mí me alcanzó de pleno.
Josep Maria Català la definió como un OVNI y ella cumplió con creces la expectativa generada. Empezó explicando cómo se sentía en una mesa tan erudita, presentando un vídeo viral de una niña oriental que intenta desastrosamente una y otra vez hacer dar vueltas alrededor de su menudo cuerpecito a un hula hoop, no dando pie con bola. Siguió explicando, ante los problemas para arrancar su presentación audiovisual, que su relación con los ordenadores era muy parecida a la de Hitler con la informática, para, ya entrando en materia, explicar que vive en el caos de los archivos, que tiene toda su casa ocupada por discos duros y consecuentemente todos sus abrigos en casa de su madre.
Centró su ponencia en el tema de los accesos a los archivos. Explicó que "Fachabook" le ha echado dos veces. Y que ha acabado subiendo sus cosas a YouTube (el "ojete popular", según ella), pero que, además de temer horrorizada la llegada del apagón digital, ha de soportar entonces estoicamente cómo le ponen delante a sus piezas un anuncio de 20 minutos.
Sobre las fuentes a partir de las cuales compone sus divertidas apropiaciones, señaló una norma que adjudicó a Godard -"No es de donde lo coges, sino a donde lo llevas" -que hizo saltar algo enojados a "la institución" -sus vecinos de mesa- y sobre lo inseguro que es todo soltó el clásico consejo de que "guardemos las cosas en papel".
Para redondear su concepto sobre la forma de actuar, su "risastencia", acabó volviendo a los vídeos virales: un extracto de un film en el que una mujer está dándole venga tortas no sé si es al Stallone o -mejor- a un forzudo, pero entregado Schwarzenberg, y otro más de un Perrito que coge de nuevo la mano de su ama, colocándosela en su pecho, pidiéndole más y más caricias.
Al acabar la sesión la fui a felicitar por su conferencia, pero modestamente me dijo que qué va, que había estado de lo más garrulo.
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