domingo, 19 de noviembre de 2017

A fábrica de nada

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Hay que estar atentos a la programación de L'Alternativa, que hoy domingo sigue dando guerra en su última jornada en el CCCB, con varias proyecciones y, entre ellas, las de tres largometrajes premiados. La primera, la de la película que se ha hecho, como en otros sitios en los que se ha presentado, con el premio gordo, el de la sección oficial de largometrajes, la inconmensurable "A fábrica de nada" (Pedro Pinho).
La mujer de un obrero de la fábrica aguanta dignamente la estudiada propuesta de la especialista en recursos humanos.

En realidad sí que presenta varias características mensurables, como su duración (tres horas), su elenco artístico (del nivel al que nos tiene acostumbrados el reciente cine portugués), o su elaborada planificación, que sostiene, mediante estudiadas alternancias entre escenas íntimas, de reflexión política y de dinámica social, algo así como el "estado del arte" de la llamada "crisis económica", ejemplificada con un sonado caso de ocupación fabril por parte de sus obreros ante el abandono patronal, ya interesado en otras dinámicas.
Las reflexiones internas a que lleva la paralización de la actividad.

Así explicada la función podría pensarse que uno que acuda a ver la película va a encontrarse con un buen tostón, pero nada más lejos de la realidad. Cualquiera que acepte el envite se verá atrapado por el juego psicológico presentado tanto en la vida familiar de alguno de los protagonistas como en el correspondiente a las relaciones entre los obreros y en las reacciones de éstos con los sibilinos planteamientos que les efectúa la especialista de recursos humanos de turno.
El que quizás es el principal protagonista de la función, al que seguimos hasta en cuanto a la evolución de su situación familiar, seguido por el teórico lanzando planteamientos y vías de actuación política.

No nos ahorra tampoco la película la a veces apaleada estrategia política de base, encarnada en un teórico extranjero que llega a la fábrica como quien va a un laboratorio social (aunque se encuentre con una pista de juegos para matar el aburrimiento y hasta con un episodio de comedia musical), a ver a dónde lleva el experimento. Ni una reflexión genérica que, aún con la emocionante presencia de la canción final de Zeca Afonso mientras aparece la significativa dedicatoria de todo el film, nos hace partícipes de una evidente, lúcida conciencia de la inviabilidad actual de ciertas posturas que tienen bastante de quijotesco, de no ser que se produzca un cambio global que por el momento no se vislumbra por ningún lado. En éstas, no obstante, estamos.
El padre del protagonista le conduce a mostrarle la bestia alternativa que ve a la situación.

Obreros dándose de lleno con una paradoja que desconocían.

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