Empieza a ser un viejo conocido. Es lo que tiene haber visto ya un par de sus piezas, que entran de lleno en eso del cine personal, íntimo. Del programa dedicado a Eric Pawels sólo pude asistir durante la semana de L'Alternativa a su "Les films rêvés", pero al ver ayer el anuncio de Filmin de que hasta el 10 de diciembre ponían a disposición varías películas de L'Alternativa, y entre ellas "La deuxième nuit", lo tuve claro.
Segunda pieza de "La trilogía de la cabaña", parte de una idea similar a "El libro de mi madre", de Albert Cohen, en literatura. La madre de Eric Pauwels se está muriendo y él se pone a recordar todo sobre su relación. Hace un repaso a momentos significativos. Recopila fotos, films familiares, que le van a servir para rememorarlos, así como hace recreaciones actuales de esos instantes especiales, que le han quedado grabados. Pero como el cine de Pauwels está compuesto por una sucesión continua de historias, visualizadas con sus montajes y contadas con su personal narración en la voz en off, aparecen por ahí también otros mini-cuentos (como el del señor que se parece a Buster Keaton que pasea por el barrio a su perro, a quien graba día tras día, hasta que se entabla una cierta complicidad entre ellos), que por momentos se escapan bastante del leitmotiv.
Se ha de explicar primero el título, y es lo que él mismo hace. Aparecen una serie de médicos que explican que el verdadero trauma de separación del hijo de la madre se da la segunda noche. La primera, agotados ambos por el esfuerzo del parto, suelen dormir, exhaustos. Es durante la segunda cuando el bebé se da cuenta realmente de la separación irremediable de la madre.
A parir de esa constatación, Pauwels narra otros momentos que, dice, le sentaron a cuerno quemado, desgarrándolo, o permanecen como cumbre de su relación: El momento en que vio a su madre alejarse de la escuela, dejándolo ahí en absoluta soledad, con otros niños como él, el descubrimiento del cine sentado a su lado, o esos otros episodios de placer intenso en que ayudaba a su madre con sus trabajos de plancha, colocada la tabla frente a una ventana, en una imagen que he buscado para colgar, sin éxito alguno.
Entremezclados, formando parte de las pequeñas historias, el film nos habla de las relaciones con su madre de Pasolini o Camus, nos explica el cuento que Robert Walser se imaginó viendo las figuras de un niño y su madre caminando por un bosque en un cuadro.
No todo son imágenes que, al menos yo, acepto con agrado. Alguna, por su "perfección estética", algo edulcorada, me llega a molestar un poco. Pasa algo parecido a, en "Les films rêvés", ese strip-tease que se quiere onírico y deja más bien atónito. Pero en general se trata de imágenes que abren por si sólas la puerta a las pequeñas narraciones que van sucediéndose. Pawels las muestra todas ellas enlazadas a un mismo ritmo, con su voz en off como conductora, en la pantalla cuadrada del pequeño formato, como si abriéramos por un momento una caja de sorpresas.
Anoche, en la placidez de una de esas historias, me he quedado dormido ante la pantalla, y me he despertado viendo en ella unas fotos que el sistema hace mover de un lado a otro cuando ya toda la actividad se ha acabado. He vuelto hacia atrás y me he vuelto a sumergir entre esas pequeñas historias que Pauwels recogió de entre la segunda noche narrada (la segunda tras su nacimiento) y esa segunda segunda noche en que su madre ya no estaba por ahí. Una experiencia -ahora, por poco tiempo, en Filmin- de lo más recomendable.
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