Pep Garrido -coguionista- y Óscar Pérez -director y coguionista- anoche, justo antes de iniciarse la sesión del Zumzeig. |
Fui anoche al Zumzeig, al estreno de “La mejor opción” (Óscar Pérez, 2016). Adopté la estrategia de sentarme muy cerca de la pantalla, para verme envuelto en la ficción, y funcionó: Seguía al nervioso protagonista, Koto, en su vieja bicicleta. No dejaba, como unos hermanos Dardenne cualquiera, el cogote de Mercè Pons o del mismo Koto en su deambular de un lado para otro. Y, sobre todo, entendía esos momentos de sentirse minúsculo Koto yéndose en bici por la inmensidad en el silencio de la noche, o sin saber qué hacer el personaje de Mercè Pons, sentada en el patio exterior de su casa, con un gato, en ese mismo silencio nocturno poblado de ruidos.
Koto Maelainin, en medio del Delta del Ebro. |
Película modesta (Óscar Pérez nos explicó que sólo les concedieron un par de semanas de rodaje, aunque no se nota) ataca sin embargo en varios frentes a la vez. En uno de ellos, el que habla de relaciones entre locales e inmigrados, que yo veia en principio como el más difícil, sale más que airosa. Esa no es la polémica que provoca la película, aunque surjan, eso sí, saharauies desplazados que lo más fácil habría sido convertir en seres inmaculados, héroes sacrificados: Nada de eso.
Otro frente sería el de ese paisaje, el mismo Delta del Ebro del documental previo de Óscar Pérez, que se convierte aquí en otro protagonista más. En ocasiones se trata del más que especial espacio del mito, y en otras se aprovecha una pantalla que desde mi cercana posición diría panorámica para darle todo un halo de western. En estas últimas ocasiones aparece, para acompañar, una música que me ha parecido que sólo lo hace en esos momentos.
En una casa del Delta. Si el rodaje fue de dos semanas, previamente estuvieron todo un mes para encontrar las localizaciones. |
Al final va a resultar, pese a todo lo que pueda parecer, que la película va de cosas más cercanas, hasta intimistas, y toca los sinsabores del que se siente desplazado, ya sea el chico musulmán al que ya no le sale ni lo de rezar en público o que ya no sabe comer si no es con un occidental tenedor, o bien sus mismos padres biológicos, cuyos ritos son tomados como juego por sus hijos pequeños. Por no hablar de ese padre adoptivo, posiblemente el malo de la función, o la madre adoptiva, que ven su hora ya haber pasado.
El martes que viene el Zumzeig la vuelve a pasar, y ahí estará también Óscar Pérez para comentar todo aquello que sea necesario tras el pase de esta su primera película de ficción.
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