martes, 11 de octubre de 2016

Agustín González


En su inicio, o mejor por el medio, no me entusiasmé lo que creía iba a entusiasmarme con estas conversaciones con el actor Agustín González (Ocho y medio, Libros de Cine, 2005), que ví y compré en la pasada Feria del libro antiguo y de ocasión de Barcelona. Pero al final, cuando le oigo –porque se le oye- decir eso de que “no me voy a quedar aquí para simiente de rábanos”, o un “a mí todo me parece un cuento chino”, o finalizar la frase con un “y a otra cosa, mariposa”, o cuando te lo imaginas tosiendo hasta más allá de decir basta, te reconcilias con la lectura, y das por bueno el tiempo empleado.
Admirador de siempre de este actor que con tanta convicción se estiraba de los pocos pelos que tenía en el final de “El extraño viaje”, gritando “¡Dios, Dios, Dios!”, me frotaba las manos pensando que, de familia de actores y habiendo él mismo recorrido todo el mundo de las compañías de teatro y habiendo formado parte del elenco de muchas películas, iba a relatar cantidad de cosas interesantes sobre ese mundillo. Hay unas cuantas, como cuando cuenta que una temporada actuó en dos teatros el mismo día, aprovechando que no salía en el último acto de una obra ni en el primero de la segunda, o cuando expresa cómo dejó en la estacada a unos cuantos directores estrella que se lo merecían, pero es una mínima parte de lo que esperaba, y podrían ser muchas más.
Creo sinceramente que le falta un guión de las conversaciones más estructurado (el hilo cronológico podría haber servido la mar de bien, y ya habría dado pie a extensiones varias), y le sobran datos que vierte él mismo sobre las obras o películas en las que participó sin aportar valoración personal, o reflexiones muy generales que no le retratan demasiado.
Lo mejor, en cualquier caso, es cuando “se le oye” o cuando efectúa su personal reflexión sobre algo cercano, como opinar que “(con la edad) no se gana nada, creo que morirse es un fracaso rotundo, aunque no sea responsabilidad de uno sino de una serie de circunstancias”.
Un amigo me explicó una conversación con Luis Ciges, otro de esos actores de marca tan extraordinarios. Le sorprendió oírle decir que él se creía muy válido para papeles de protagonista, y que los directores no le habían sacado todo su potencial. Este resquemor interno es también constante en el caso de Agustín González. Y es que los vemos y admiramos en sus papeles de caracteristicos, y no llegamos –al menos a mí me pasa- a pensar que ellos quisieran superar con mucho la dimensión de sus papeles, tan perfectos.

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