Como dice Àngel Quintana en su crítica de “Irrational Man”, el azar es uno de los temas recurrentes de Woody Allen. Aquí el azar (hecho aparecer de forma no muy verosímil, todo sea dicho) hace cambiar bruscamente el tono hacia una deriva hitchcockiana a lo “Extraños en el tren” (reforzado por esa escena en la feria) que acabará cercana a “La sombra de una duda”.
Hasta entonces, Allen ha maravillado haciendo alarde de cómo debe orquestarse una ficción como ésta: Voces en off de los protagonistas dispuestos a relatar su evolución en la historia, un viaje y apertura de nuevo escenario, un entorno característico, con mucho juego, de pequeña ciudad universitaria…
Repite ciertos modos de otros de sus films, tanto en cuanto hilvanado de la trama como en temas aislados, del estilo de esa representación de la felicidad mediante la pareja yendo en bicicleta (algo que ya sacó más torpemente en “Vicky Cristina Barcelona” robándoselo al Truffaut de “Jules et Jim”). Viste su film de supuesta trascendencia hablando de torías filosóficas, pero en seguida detectamos que lo que prima es saber cómo se desarrollará el flirt con esa adorable estudiante siempre faldicorta e incluso las más de las veces con unos inocentes pantaloncitos cortos.
Íbamos pronto recordando otros estrenos de Allen en el Verdi, con colas llegando a la esquina de la manzana, pero había poquísima gente en la sala grande. Es verdad que de los tres que íbamos sólo me ha entusiasmado a mí, que he disfrutado de principio a fin como no lo hacía desde hace tiempo con una película suya, pero vaya: Si “Irrational Man” no hace volver ese ambiente de espectación –y luego discusión- al cine, todo está definitivamente perdido.
¡Ah! Cuando se estrene “La Academia de las musas”, de J. L. Guerin, podemos volver a ella para hacer notar las curiosas y divertidas concomitancias de trama entre ambas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario