¿Y si las películas de Truffaut fueran todas ellas un enorme juego de espejos? Así ha pensado Martin Lefebvre y, para demostrarlo, ha escrito el librito que he comprado y que acabo de empezar a leer, “Truffaut et ses doubles” (Lubrairie Philosophique J. Vrin, Paris, 2013).
A ver cómo evoluciona, pero, por el momento y por lo que se ve en imágenes posteriores, la cosa está muy interesante. Va hablando de los nombres de personas, de pequeños escenarios (esos altares con velas, como el de Balzac que monta Antoine Doinel, o la cámara de “La Chambre Verte”), gestos, cuadros, etc que se repiten de un film a otro, y que suelen enlazarse, además, con cosas de la propia vida de François Truffaut y, por qué no –añado yo- con la de alguno de sus seguidores.
En la imagen, escaneada del libro, se aprecia un cuadro con la cara de Oskar Werner maquillado de Mozart, colgado en las paredes de un escenario de “Jules et Jim” y otro de “Domicile Conjugal”, que incluso aparece –fuera de la imagen- en “Une belle fille comme moi”. Uno de los placeres cómplices obtenidos viendo sus películas era darse cuenta de alguna de las citas que inundan sus películas. Ahora me doy cuenta que llegaba a detectar un porcentaje mínimo de este tipo de cosas.
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