martes, 17 de diciembre de 2013

Invasión


“Para vosotros la fiebre y el sudor de la agonía / y para mí cuatro balas cuando esté clareando el día. / Manuel Flores va a morir, / eso es moneda corriente (…)” Esta “Milonga de Manuel Flores” que canta un personaje paraliza por un momento, antes que los complots pasen a ser acción desatada, esa rara avis que es “Invasión” (Hugo Santiago, 1969), escrita nada menos que, además de por Santiago, por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, y con indudables ecos de, por ejemplo, “Evaristo Carriego”.
Pero no es el aroma borgiano (con algún diálogo muy suyo o de Bioy: “-¿Le cargo ½ Kg de azúcar? Los amargos le han puesto alicaído. –No se tome el trabajo, D. Jesús. Yo ya estoy hecho a la amargura”) la principal piel de la película, que podría pasar por una evidente alegoría de la represión de la dictadura… de no haber estado realizada con antelación. Quizás la que más destaca es la de una cinta de ciencia-ficción que en algún momento toma cuerpo de “La invasión de los ladrones de cuerpos”, con unos tenaces resistentes trajeados de oscuro que intentan retrasar y luego malbaratar la invasión de grupos cada vez más numerosos que tienen la buena idea de ir vestidos de un color claro. En cualquier caso, tiene todos los números para ser un film de culto.
En blanco y negro contrastado, con una banda sonora que parece sobresalir de la pantalla y que, de vez en cuando, toma derivas extrañas, todo su metraje está cruzado de miradas, planos cortos misteriosos, reuniones, conversaciones con medio-entendidos, escaramuzas, búsquedas, recorridos por la ciudad, sus cafés, boleras, puertos, parques, para acabar apareciendo la picana, interrogatorios con seguras torturas.
Tengo suerte con mi suministrador de rarezas de ultramar, siempre tan bien escogidas.

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