miércoles, 21 de junio de 2017

Las chicas de Pasaik


He ido al Zumzeig sin saber muy bien qué iba a ver. No sabía que Birdie Num Num (con ese nombre tan divertido, que supongo heredero de “El guateque”) era un centro de formación de cine que se estrenaba en cuanto a organización de un acto como éste. No sabía quienes eran “Las chicas de Pasaik”, el dúo de realizadoras María Elorza y Maider Fernández Iriarte, de las que no había visto hasta ahora ninguno de sus cortometrajes. Únicamente conozco un poco a Mariana Freijomil, que es quien ha organizado y presentado la sesión.

Todo eso ha agudizado, posiblemente, que saliera más contento que unas pascuas del cine, satisfecho de haber visto tres cortometrajes que confirman que hay gente joven que piensa sus cosas en cine, con lo que, pese a las penurias que deben afrontar, por ahora esto del cine no llegará a su fin.

La sesión, que Mariona ha titulado como “(Des)encuentros”, ha contado de tres cortometrajes:

“Encuentros. Txomin y Elena” (2014) nos ha explicado Maider Ferández Iriarte, que ha participado en la sesión, que fue el primer episodio (otros dos se pueden ver por internet) de un proyecto que se marcaba estar compuesto por historias en las que dos desconocidos se pusieran a hablar del amor. Aquí lo hacen Txomin y Elena en un encuentro fortuito en un trayecto de autobús. Maider ha dicho en el coloquio que muchos de los recursos visuales que se aprecian en el cortometraje surgieron debido precisamente a la inexperiencia y errores consecuentes a la hora de ponerse a filmar. Pero aunque haya un punto de verdad en lo que dice, hay que conceder que la utilización de subtítulos que marcan, cortantes, diálogos ante el silencio de los actores y el ruido ambiente, o de grafismos típicos de las colas de celuloide surgiendo por aquí y por allá, o de esa musiquilla de comedia romántica que arranca en medio de la acción, cuando un subtítulo dice que “Elena se pone a hblar de forma solemne del amor”, dotan a esa breve pieza de una viveza encomiable. Al final Txomin ha cubierto su trayecto. Los dos se dicen, festivos, que “a ver si coincidimos en otro autobús”, y él baja del bus. Elena se queda entonces mirando por la ventana, y apreciamos que la sonrisa que siempre ha dibujado su rostro vira un poco hacia la seriedad. Esa seriedad de quien se hace consciente de repente de algo que podría haber hecho y no ha hecho. Un cierto deje de melancolía invade la escena y nos invade también a nosotros como espectadores, cerrando una pieza redonda.


“Agosto sin tí” (2015) es muy diferente, aunque guarda algún punto de contacto con el anterior, que yo centraría en esa forma de acumular formas de aproximación en una escena. Se trata de una correspondencia fílmica, que parecía que iba a ir también de correspondencia escrita. Las dos realizadoras del grupo, separadas en el mes de agosto –una en Cerdeña, otra en la costa vasca- por causa de sus vacaciones, se explican, rodando, en qué consisten esas vacaciones. “Los días aquí son ociosos y lentos”, empieza una misiva, que luego no tiene nada de literaria, pero dando pase a un cierto deje también melancólico. Sí que hay ahí una narradora en tono íntimo, y ciertas imágenes y movimientos de cámara –sobre todo en Cerdeña (Maider nos ha dicho que María se llevó la cámara, y ella tuvo que filmar “con lo que pudo”) que hablan de un acercamiento personal a las cosas.

No es melancólico en absoluto el tercer cortometraje visto, “Gure Hormek” (“Nuestras paredes”). Se inicia con una escena en la que María Elorza graba a una italiana que le muestra el deterioro de una pared tapada por los libros de una estantería, montada por etapas que dan la impresión que han constituido muchos momentos de su vida. La filmada explica que, sóla ella en casa, se hizo con una taladradora y empezó a hacer agujeros en la pared para fijar la estantería, y que le hizo unos boquetes fenomenales. A continuación se muestra una pared y las huellas que en ella han quedado por todo lo que se le ha puesto delante. Profundizando por ahí habría, sin duda, una película muy sugerente. Pero son otros los derroteros que toma entonces el cortometraje, presentado y premiado en Bilbao y otros festivales, y que pasa a ser un homenaje “a las gentes que queremos” y, como ha dicho una espectadora, especialmente a las mujeres que han tenido que montárselo por sí mismas.

La sesión se vuelve a hacer en el mismo cine el jueves por la noche. Si alguien quiere un poco de frescor, ese es su sitio para encontrarlo.


En la fotografía sacada en la sala de Zumzeig, antes de la proyección, la responsable de Birdie Num Num presenta a Maider Fernández –a su lado- ante la mirada de Mariana Freijomil, más a la izquierda.


domingo, 18 de junio de 2017

The last command

El general zarista con su revolucionaria, prisionera... de amor.
¿Alguien puede llegar a imaginar qué habría sido del cine sin Emil Jannings? Ni “El último” (Murnau, 1924) ni “El ángel azul” (Von Sternberg, 1930) habrían resultado lo mismo. Ni tampoco “The last command” (Josef von Sternberg, 1928), en la que interpreta a un personaje que tiene mucho de los de las dos anteriores.
Una de las ventanillas del guardarropía para los extras que recorre ese magnífico travelling inicial.
“The last command” se puede ver en Filmin, pero esa opción quedaba (en comparación con verla hoy en la Filmoteca, en pantalla grande y con música interpretada en directo por el maestro Baldomà), ampliamente derrotada, y dejando aún margen para irrazonablemente abandonar el microclima casero conseguido a fuerza de aire acondicionado y supongo que paliza económica posterior.
Los extras, poniéndose maquillaje y vestuario. Jennings con un tic que le hace mover continuamente la cabeza, "por un shock" que tuve.
Pensaba estar yendo a ver una película sobre un general zarista durante la época de la revolución, y al ver que la película se iniciaba entre cámaras de cine, en Hollywood, me ha recorrido una cierta excitación. Y no es para menos: La estructura de la película es magnífica. El episodio de la Rusia zarista y revolucionaria está en un flash-back que se inicia desde el espejo de la cajita de maquillaje en donde se contempla el viejo extra llamado a los estudios para representar el papel de general, primo del Zar. Justo lo que veremos en el flash-back que fue su real papel en la vida.
Cuatro escenas significativas de la película. En la de la izquierda abajo, el espejo de la caja de maquillaje en el que se inicia el largo flash-back.
Hay dos espléndidas escenas iniciales: en una de ellas vemos como un director ruso llegado a Hollywood escoge entre las fotos que le ofrecen sus ayudantes (tan serviciales, encendiéndole los cigarrillos, como veremos que serán en el flash-back los oficiales rusos con su general) para encarnar a sus personajes, y da con una fotografía de un anciando, de rostro duro, de la que se queda prendado, mirándola fijamente. En otra, un largo trávelling va dejando ver cómo se asoma a las sucesivas ventanillas de los estudios el viejo extra y otros muchos más llegados a la convocatoria. En cada ventanilla le van dando una pieza más de su disfraz.
Con escenas dignas de un Lubitsch.
Hay más movimientos de cámara y escenas de gran interés. Sobre todo las desarrolladas en el nuevo cuartel general de las tropas, un palacio, con ciertos elementos (el banquete de Estado Mayor y la aparición en ese ambiente de la intrusa, por ejemplo) que recuerdan a los mejores Lubitsch.
Los asistentes del director de cine se disponen, raudos, serviciales, a encenderle el cigarrillo,
Es verdad que ciertos decorados de cartón piedra y movimientos de masas revolucionarias (entre las que se da de lo lindo a la botella) dejan que desear, y desmerecen un poco del conjunto, pero aún así son precisamente esos movimientos de masas los que sirven para ofrecer una imagen de la revolucionaria, enarbolando un estandarte, directamente sacado de los hermosos carteles soviéticos, que vale mucho la pena.
En una escena parecida, los oficiales también acercan su encendedor al cigarrillo del general.
La revolucionaria, a punto de dar la imagen del famoso cartel propagandístico soviético.

sábado, 17 de junio de 2017

Risate di Gioia

Número cómico de Anna Magnani y Totò, a petición del respetable, en la fiesta de fin de año.
Hoy he tenido la (rara) oportunidad de ver “Risate di Gioia” (Mario Monicelli, 1960) y me ha confirmado eso de que debería rehacerse la historia del cine -al menos- italiano, para entronar definitivamente a películas como ésta. Presenta una noche de fin de año que supongo debió influir lo suyo a Berlanga para su Plácido, por ciertas escenas equivalentes y por un tono general de amargura profunda, algo resignada, bajo la capa de la más divertida comedia.
Uno de los juegos de espejos del film.
Una Anna Magnani que eclipsa a todo lo que tiene a su lado, hasta llegar a hacer que un gran Totó –que recuerda en ciertos momentos al Buster Keaton de “Candilejas”- haga casi sólo de comparsa suyo. Un Ben Gazzara desplazado, haciendo de ladrón italiano que necesita pinche, pero que consigue ser un buen espejo del deseo que cree estar ganándose la Magnani. Esos son los personajes principales de la película, pero también un pobre y bondadoso conductor de metro al que engaña toda su familia, un amercicano borracho empeñado en emular a la Anita Ekberg de “La dolce vita” en la Fontana de Trevi, y que tiene una cartera rebosante de dinero pero bien cogida por una cadena (“¡Pobre Italia!”, exclama al constatarlo el Carpanta que interpreta Totó, que me ha llegado al alma cuando ha visto el paraíso ahí msismo, y ha pedido con energía “¡Dos Fetuccini abundantes!”), o unos aristocráticos alemanes con unos guardianes empleados suyos que parecen provenir directamente de las SS.
La rifa benéfica.
Y unos diálogos como los que gasta la extra de Cinecittà, el personaje de Anna Magnani: Desesperada, le dice a un Totó –“Infortunato”- que le desbarata todos sus planes: “Hay cuatro puntos cardinales: Escoge uno y vete!”
El americano beodo, puento de mira de los ladrones de guante blanco.
Sería un magnífico ciclo para descubrir en la Filmoteca: Cine italiano –comedias, melodramas, poco vistos por aquí- de los años 50 y 60.
Infortunato cuando cree que está a punto de degustar sus fetuccine.
En casa de los alemanes, en unas escenas que hoy en día no serían posibles, por aquello de lo políticamente incorrecto.

El buenazo del conductor del metro, ofreciéndose al personaje de la Magnani en su infortunio.
Penúltima escena de la película, en una iglesia que celebra el 1 de enero.
Y final junto al Tíber.

miércoles, 14 de junio de 2017

Palau i Fabre



Hoy en la Filmoteca, dentro del ciclo a él dedicado para conmemorar su centenario, la satisfacción del reencuentro con Josep Palau i Fabre.
Gracias al documental de Martí Rom (1993), el divertido apunte de Isaki Lacuesta y Pere Vila “Saber nedar” (2006), el feliz encuentro entre Maria del Mar Bonet y Josep Palau rememorando sus canciones (Isaki Lacuesta, 2006) y el reportaje de Olga Palet y Pere Secorún para TV3 (“Vides de Palau i Fabre”, 2006), poder recuperar su imagen en la playa (como en el fotograma de “Saber nedar” adjunto), o nadando diariamente a sus muchos años, viéndole recitar sus potentes poemas o componer sus monumentales libros sobre las diferentes épocas de Picasso, o bien recordar su labor de puente entre los intelectuales de antes de la guerra civil y los de la inmediata postguerra, curiosear cómo vivía y también, por qué no, darse cuenta cómo, hasta ser reconocido y agasajado, tuvo que pasar muchos años, aquí y en el exilio, de soledad y penurias.

La salvación del cine


En el número de "Caimán. Cuadernos de cine" del pasado mes de abril se publica, procedente a su vez de una traducción de Juanma Ruiz del "Film Comment" de noviembre/diciembre, un valioso texto -"La marginación del cine"- de Kent Jones en el que se responde a las constantes preguntas de qué le está pasando al cine, cómo ha evolucionado desde hace veinte o cuarenta años hasta ahora, y qué lo diferencia de las series de televisión. Habla Jones de las películas que le interesan, que son las "buenas", es decir -y esto se lo dice él mismo-, las "dirigidas", para enfrentarlas a todas aquellas producto de estudios de marketing, o cosas así.

Acaba con una frase conclusión que aporta un buen nivel de optimismo, y que quiero transcribir aquí:

"El cine está destinado a ser compartido, y hecho, de una manera totalmente nueva. Las condiciones de la forma artística como las hemos conocido y llegado a amar están muriendo, pero no habrá una muerte del cine. En su lugar, está en el proceso de ser marginado culturalmente, lo que significa que está asumiendo un lugar orgulloso al lado de la poesía, la danza y la música de concierto. Incluso se podría decir que la marginalización del cine será su salvación."

(La foto del Zumzeig Cinema la he sacado deunbuendiaenbarcelona.com)

sábado, 10 de junio de 2017

Comment j'ai tué mon père

No me había sentido lo suficientemente atraído para ver una película de Anne Fontaine, pero por TV5Monde han pasado su "Comment j'ai tué mon père" (2001), y la he visto -esta vez sí, y además interesado-, hasta su final.
Un joven médico (Charles Berling), muy bien asentado en Versalles, recibe la visita inesperada de su padre (Michel Bouquet), otro médico del que apenas sabía nada desde que abandonó a su madre, a él y a su hermano, para irse de improviso a trabajar en África. Lo acoge en su casa unos días, y ni qué decir tiene que la aparentemente sólida estructura que había montado para sostener su vida se irá resquebrajando, mostrando lo frágiles que eran en realidad sus materiales.
Parece que todo vaya a centrarse en el tema de la paternidad, lo que es bastante cierto, pero sobre todo en sumergirse en la brecha que se abrió entonces, que va dibujándose poco a poco, pero paulatinamente se aprecia un cambio en el punto de interés del film, que parece poner el foco entonces en el proceso de liberación de su mujer, bella y dócil cautiva hasta ese momento. Acabada la visión he ido a mirar quién era la actriz que encarna ese personaje, tan etéreo, y se trataba de Natacha Régnier, nada menos que la Maria de "Le fils de Joseph" (2016), el film de Eugène Green.
Y también he visto que junto a Anne Fontaine firma el guión Jacques Fieschi, antiguo crítico de cine, guionista y realizador, que tiene apariciones en films de gente como Pialat, Eustache, etc.

An american tragedy

Pues sí que hay películas en el catálogo de Filmin muy recomendables. Y varias no las había visto anteriormente, como esta "Una tragedia humana" ("An american tragedy", Josef von Sternberg, 1931), quizás oculta tras la versión posterior ("Un lugar en el sol", 1951) de Georges Sevens, con Montgomery Clift, Elizabeth Taylor y Shelley Winters, ambas versiones o su origen literario tan divertidamente recordados por Carlos Saura en una de las escenas de "El jardín de las delicias" (1970).
Visto el austero seguimiento de la historia que hace von Sternberg, que avanza por la trama con una precisión -cabría hablar también de fatalidad- encomiable, sorprende un poco el cambio de tono hacia una larga y altisonante última escena de juicio. No ha sido sino hacia su final que me he dado cuenta de que con ella quería hacer notar lo voluble que es toda esa estructura judicial, dejando claro hasta qué punto tanto se puede llegar, de forma de lo más arbitraria, a una sentencia u otra.

viernes, 9 de junio de 2017

Ámame esta noche


En Filmin puede verse, como vengo de hacer ayer, "Ámame esta noche" (Robert Mamoulian, 1932), una comedia musical (Rodgers & Hart) con aquella canción tan famosa: "Isn't romantic? Pero lo que a mi gusto vale por todo el film es su extraordinaria introducción, que nos muestra cómo arranca el día la ciudad de París.

Unos tejados con humeantes chimeneas y la torre Eiffel entre brumas dan paso a imágenes de zonas a las orillas del Sena, dignas de los grades fotógrafos, envueltas en niebla que va despejándose, para, poco después, presentar un rápido montaje de otras barriendo la calle, abriendo persianas, empezando el trabajo cotidiano de los diferentes oficios, que marcan el ritmo de un día que se promete radiante. Una señora sacude la alfombra en la ventana, una chica tiende la ropa en el terrado, ya luciendo el sol. Un reflejo muy bueno de ese milagro diario.

Aquí, el enlace a la escena:

https://youtu.be/VinvK-xEhBg

miércoles, 7 de junio de 2017

Oriol Perucho in memoriam


Hoy he visto por Filmin "Oriol Perucho in memoriam" (Martí Sans, 2016). No es nada del otro mundo (tan sólo entrevista a unos cuantos de los compañeros de los grupos en los que intervino, pasando también alguna pequeña intervención musical), pero puede servir muy bien para recordar y acabar de encuadrar a una figura muy especial de la música de por aquí.
A parte del entusiasmo con el que sus amigos glosaban su personalidad o la sonrisa con la que acompañan alguna anécdota sobre él, me ha gustado especialmente pescar unos minutos de la improvisada clase -él tocando ejemplos con su batería y un amigo la guitarra eléctrica-, en un instituto de Santa Coloma de Gramanet, explicando la historia del rock.
Me he reprochado no haber entrado mucho más en todo ese mundillo subterráneo.


La reina del deporte

Nada más llegar al puerto de Shanghai, la dinámica protagonista se sube a la chimenea del barco que le ha llevado hasta ahí.
Puede que hubiera tenido mala suerte en la elección de las películas chinas pre-revolución del ciclo de la Filmoteca. En casi todas las que había ido a ver, después de la excitación por los aspectos documentales de sus exteriores, que presentaban dirante sus títulos de crédito iniciales un Shanghai de los años 30 de lo más cosmopolita, unos decorados muy simples y, aún reconociendo la buena intención social del conjunto, unos actores muy de teatro amateur me acababan por reventar la sesión.
Los decorados estilo art-decò.
La película de esta noche (“La reina del deporte”, 1934) tenía toda la pinta de acabar con la mala racha, pues era una película realizada por Sun Yu, al que me habían caracterizado como una de las más altas cotas del cine chino de esa época. Y su arranque y primer desarrollo así parecía confirmarlo: Las imágenes de Shanghai y su puerto, al que llega la protagonista en un barco, son extraordinarias. Hasta sorprende, viendo tanta modernidad e inmediatez, que se trate de una película muda (la sesión ha estado acompañada por el maestro Baldomà, que ha probado a sacar de las cuerdas del piano ciertos sones orientales). Incluso del puerto pasa la acción a un supuesto interior (seguramente un decorado construido en estudio), pero de los más atractivo, muy cercano al art decò, y luego siguen más exteriores e interiores muy bien fotografiados y bien recuperada su contrastada fotografía por la cinemateca de Beijing. En su realización se aprecian varias grúas y travellings que llevan la cámara de forma avanzada al recorrido de la heroína, las escenas de presentación de la actividad deportiva están montadas con rápidos y efectivos encadenados, aparecen unas cuantas llamativas sobreimpresiones,... Pero el argumento (una liviana historia de rivalidades en una escuela de formación deportiva), acaba con la ilusión formada.
Una pareja a lo "El gordo y el flaco", junto a un supuesto petrimetre haciendo de pretendiente de la chica, notas cómicas de lo más flojo de la sesión.
En una de las escenas finales, en la pista de atletismo se ve por error la sombra de la cámara, y con ella la del operador dándole a la manivela. Esa realidad, la de esos cineastas haciendo una película ahí, en la China de 1934, es la que en realidad me interesa.
La chica y su entrenador.

martes, 6 de junio de 2017

Dedicatoria

Patricia Adriani, con los perros.
Parecería que es un ciclo de José Luis Gómez, o de Elías Querejeta: "Dedicatoria" (1980) también por La 2, estos días. Me suena que la estrenaron -en Barcelona- en el Diagonal. En ella aparecen también dos actores ya desaparecidos. Luis Politi, poco después del rodaje, y Amparo Muñoz (que baila sola al son de Billie Holiday), mucho más tarde, pero cuando aún no le tocaba.
Luis Politi, visitado en el patio de la cárcel por José Luis Gómez.
Trenes con coche-cama, una cárcel como las de antes y un paisaje pasoliniano, con Patricia Adriani dando de comer a los perros en unas chabolas con telón de fondo los pisos de de nuevas promociones sociales, unos descampados por el medio. Y se canta y baila, tocada al acordeón, la preciosa habanera esa que dice eso de "Allá en La Habana..."
Amparo Muñoz, pescada, solitaria, en el dormitorio.
Recordaba a Patricia Adriani, entre los perros, pero no me había quedado nada de la historia fuerte -digamos- que hay por detrás.

lunes, 5 de junio de 2017

Stefan Zweig: Adiós a Europa

Recorriendo Brasil desde otro mundo.
Estrenada hace poco con opiniones contrapuestas, me dejé llevar por las que la calificaron como ejercicio anodino, hasta que un amigo que sabe mucho de esto y en el que confío me preguntó si había ido a verla, porque le había sorprendido muy agradablemente. Fui ayer al Melies, donde veo que la siguen haciendo (junto al Verdi y sólo esta mañana el Icaria), aunque es más que probable que desaparezca de la cartelera cambiada por otras películas y ya no se pueda ver a partir del próximo viernes.
En Nueva York, con su antigua mujer.
A mi amigo le convenció cómo Maria Schrader había resuelto la papeleta de una película sobre un gran escritor (porque eso es "Stephan Zweig: Adiós a Europa"), y cómo había utilizado inteligentes recursos cinematográficos, con gran economía de medios, para ello. Yo salí del cine anoche muy satisfecho (como salió también Teresa, que vino conmigo) por esa razón y también por coincidir profundamente con la postura política que transmiten de Zweig, llegadas las horas amargas de su exilio.
La jocosa recepción en medio del trópico.
En una de las primeras escenas de la película (que va avanzando por cortes bruscos, siguiendo hasta su final el deambular de Zweig y su mujer por América, cambiando de escenario y momento sólo anunciados por un rótulo que parece imitar los tarjetones que describían el contenido de un elegante banquete) se aprecia diáfanamente esa lección política, general y visceralmente incomprendida, de la que hablo: Ha ido Zweig a la reunión que el PEN Club tuvo en Buenos Aires a principios de 1936. Ante la desesperación, sobre todo, de un periodista brasileño, no satisface ninguno de los intentos de sus interlocutores de que se posicione políticamente contra el gobierno alemán... desde la comodidad y seguridad que ofrece encontrarse al otro lado del océano. Entra en la sala del Congreso y un gran malestar -que nos es trasmitido a los espectadores- se va apoderando de su cuerpo, viendo como las diferentes intervenciones se van a centrar en slogans, proclamas incendiarias que pueden verter sin ningún riesgo a miles de kilómetros, ante un público enfervorecido, previamente convencido. Ni qué decir tiene que en escenas posteriores iremos viendo su total dedicación para intentar sacar a mucha gente de ese calvario que representaba una Europa en guerra y perseguida, y cómo le va corroyendo por dentro el saberse en un lugar por momentos paradisíaco mientras están sucediendo en Europa todos esos horrores.
Petrópolis
No debe interpretase por lo que digo que la película sea de una seriedad de difícil digestión. Todo lo contrario. Por todos lados se aprecian -y agradecen- sus muestras de humor, llegando a su cénit con la jocosa escena que ejemplifica su pesado periplo por Latinoamérica -en este caso Brasil-, recibido hasta por una colorida banda municipal que arranca a tocar tras el esperable discurso del alcalde del lugar.
En cuanto a sus recursos cinematográficos, pues que no puedo estar más de acuerdo con mi amigo, pensando desde cómo trasmite la película ese continuo malestar interno a través de la evidencia del sudor que provoca el clima tropical de Brasil, hasta cómo, de forma casi inapreciable, la cámara se hace ligeramente inestable con ocasión de una molesta visita. Sin contar con cómo resuelve con un sencillo espejo una más que difícil escena, que no podía obviarse.
Un espejo

domingo, 4 de junio de 2017

Julieta Serrano en TV3


Ahora mismo, a las 22,30h, en TV3. Julieta Serrano (había venido para interpretar un buen papel en el “Ricardo III” de Xavier Albertí) nos dijo que Jaume Figueras le había entrevistado durante todo un día, por varios sitios de Barcelona. Seguro que está bien.
La fotografía de Julieta Serrano es de Tania Lacey