Mosaico de imágenes de la película, entre las que destaca el rostro de Luis Ospina.
La plaza de Bogotá, desierta.
Y durante el campeonato mundial de fútbol, sin tráfico alguno los sitios más transitados.
No he visto que nadie anunciara que en Filmin han colgado “Síndrome de los quietos” (León Siminiani, 2021), y me resulta francamente extraño, puesto que lo he acabado de ver ahora y me parece uno de los (falsos) documentales más interesantes de los últimos tiempos.
Sus primeras imágenes nos permiten volver a ver y oír al añorado Luis Ospina, que entra del todo en el juego cinematográfico que es, en el fondo, el mediometraje (pues se extiende sólo 31 minutos).
A lo tonto, asistimos también a una condensada historia reciente de Colombia, definida como la combinación entre el ruido y el silencio, la quietud. En una ocasión se remonta a 1946, cuando Jorge Eléicer Gaitán impulsó una marcha silenciosa contra la violencia. En otras, altera sorprendentes momentos en que el país se paraliza y pueden entonces obtenerse imágenes de sitios, que habitualmente rezuman gente y actividad, totalmente desiertos, y no estamos hablando del confinamiento por la COVID-19, sino de la retransmisión de los partidos de un campeonato mundial de fútbol y un extraño censo que se efectuó en los años 90, que para obtener buenos resultados obligó a todo el mundo a permanecer en sus hogares.
Y poca broma con las personas que intervienen en la película de Siminiani: a Luis Ospina, fallecido un mes después de unas escenas que casi cierran el film, hay que sumar a Gustavo Petro, actual presidente de Colombia, y al escritor Juan Gabriel Vásquez.
El sur.
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