lunes, 30 de septiembre de 2024

Georges Franju: lo insólito, la poesía y los escalofríos de la realidad


Me pongo a la defensiva, esperando lo peor, cuando oigo decir que una película entra de lleno en un mundo fantástico. Por ahí te puedes encontrar tonterías de todo tipo, impensables para darse en el mundo real.
Y es que es, me parece a mí, un garrafal error pensar en gente volando (sin motor ni parapente), escupiendo llamaradas de fuego y lo que se tercie por la boca, atravesando muros de hormigón como si fueran de aire, o cualquier idiotez que pueda pensarse. Lo fantástico que llega de verdad es lo que surge de lo cotidiano. Basta pensar por qué le pusieron el nombre de arte surrealista a lo suyo los del rompedor grupo de principios del XX.
Todo esto viene a cuento de que hoy La Charca Literaria me publica un escrito que he dedicado a Georges Franju, un cineasta que sí sabía eso de que lo fantástico residía en lo más aparentemente “normal”.
Su enlace, aquí:

 

domingo, 29 de septiembre de 2024

Desiré


“De -si-ré” (Sacha Guitry, 1937). Así, en una partitura, como notas musicales, dibuja Guitry el título de su obra para, a continuación abrir una puerta, aparecer ante nosotros y hacer una pequeña introducción del film, ya vestido adecuado a su materia, sin olvidar su al parecer habitual presentación de todo el equipo del film.
“Desiré” se posiciona en el mundo de la servidumbre de una casa. El mismo Guitry hace de mayordomo. Sus compañeras son la camarera (Arletty) y la cocinera (Pauline Carton, al parecer un personaje muy habitual -genial- en su cine). Sus patronos, una ex-actriz de teatro y su amante, ministro de la República.
Las vidas y acciones paralelas, entre el servicio y sus patronos, están a la orden del día en la película, que incide principalmente en el cruzado deseo, aunque innombrable, entre Desiré, el mayordomo (un nombre que lo dice todo) y su patrona (Jacqueline Delubac -que, siendo la mujer de Guitry, siempre aparece como protagonista-). Guitry, en su papel, se acelera como Cantinflas, como pasa también, quizás menos, en las dos películas anteriores suyas que he visto estos días y veo que, por lo que escribí sin entenderlo, hacía en otra película de la época que ya vi hace no mucho.
Con apuntes muy divertidos también observando el mundo del poder (esa imagen en calzoncillos que le hace ver a ella a su amante como Presidente de la República, o ese grosero asalto a la ex-actriz por parte del marido del matrimonio amigo al que invitan a cenar-, quizás me ha resultado la más divertida de las tres suyas vistas una tras otra.
Empiezo a entender, y muy bien, la especial atracción que, frente a la opinión generalizada de la crítica cinematográfica del momento, tenían Truffaut y los de la Nouvelle Vague -y luego sus sucesores- por el cine de Sacha Guitry.

El nuevo mayordomo (Sacha Guitry), recibido por la cocinera (Pauline Carton) y la doncella (Arletty) acude a una oferta de trabajo.

Cae enseguida simpático a sus nuevas compañeras.

Y la doncella, que traspasa el mundo del servicio y se entera de todo, le ayuda en su pretensión de empleo.

Su presentación es un éxito y obtiene el empleo.

El núcleo de la película se dirime entre el y su patrona.


Acuden a la casa de campo.

Allí, una increíble cena que pone en evidencia los verdaderos instintos de la clase de sus patronos. Un plano cenital muy valorado, aunque es verdad que muy gratuito.

Oliver Assayas, en un extra del DVD dice, a mi parecer con gran acierto, que la única pareja que ve en la película es la formada por Desiré y su patrona, por lo demás pareja en la vida real sus intérpretes.

El objeto del deseo.



 

sábado, 28 de septiembre de 2024

Le roman d’un tricheur

Este cartel, además de la fama que tiene este título, estuvo a punto de hacerme verla primero de todas.

Si en su “Mon père avait raison” los actores que intervenían se presentaban al inicio, en esa buena costumbre perdida, asociando sus nombres con los de sus personajes, en “Le roman d’un tricheur” (Sacha Guitry, 1936) es también todo el equipo que ha realizado la película el que es presentado, en un juego que no ha sido repetido hasta Jean-Luc Godard.
Si la película anterior dejaba ver por todos sus poros su carpintería teatral, ésta en absoluto, situándose desde su inicio hasta su final en lo plenamente cinematográfico. No es, sin embargo, un substrato cinematográfico que pase desapercibido, dada su originalidad: casi toda ella -excepto unos escasísimos planos que, sin escaparse del relato, regresarían a un supuesto presente, en el que el narrador y los que con él dialogan hablan realmente- está narrada por una voz en off, que llega a asumir hasta los eventuales diálogos de los diferentes personajes de la historia.
Lo narrado -de hecho el narrador lo va escribiendo con pluma en un cuaderno en el presente- es la vida de un hombre angustiado al ser perseguido por la argucia tramposa desde el momento en que su robo de ocho monedas le salvó de la muerte por envenenamiento de toda la familia.
Se trata de un relato repleto de la ironía que siempre vierte Guitry en sus cosas, que en cine acompaña con trucos -aquí sí- cinematográficos bien ingeniosos. Basta con ver, por ejemplo, cómo se anticipa a aquel cortometraje (ahora no recuerdo ni su título ni su autor) que se burlaba de los nazis simplemente remontando los desfiles de “El triunfo de la voluntad” de Leni Riefenstahl. Aquí Guitry evidencia el ridículo en que caen los supuestamente marciales soldados de Mónaco simplemente rebobinando sus pasos durante el cambio de guardia.
Aparece en el film Frehel, la adorada cantante de Eustache, en este caso cantando ella -y no el narrador- un par de canciones. Y aparece, claro, el propio Sacha Guitry, aportando en una escena sus dotes de transformista.
Me ha encantado una escena del presente, que liga el pasado con el presente y evidencia el cambio de sentimientos con el amargo paso del tiempo. No la destripo aquí, y la dejo a descubrir por los que no hayan visto aún la película: toda está montada por el reloj donado en su día por una agradecida condesa.
En un extra del DVD del Pack Sacha Guitry, Denis Padalydés explica cómo venció su reticencia con Sacha Guitry por su voz, ese hilo de voz que sostiene la narración en off a lo largo de todo el film. Y acaba diciendo que esta “Le roman d’un tricheur” es, en el fondo, una película para escuchar.
Esa sería una muy buena definición si no fuera, como demuestra Serge Le Péron en su película “Sacha et le cinéma, un amour masqué”, también ofrecida como extra en el mismo pack, que la película rebosa, así mismo , de aciertos visuales.

El sorprendido niño.

Ya bien crecido, en el casino de Montecarlo.

En el presente, escribiendo en un cuaderno. Ahí sí hay diálogos, no trasladados por el narrador.

Cuando ya se decide a no ir contra su sino, ensayando y mostrando sus trucos.


 

Mon père avait raison


Padre -interpretado por el mismo Sacha Guitry- e hijo, en un momento en el que el primero ha dispuesto enviar interno en un colegio a su hijo.

Hay otro padre -abuelo del niño- que pasa a visitar a su hijo y hablan conjuntamente de su relación con las mujeres.

En la biblioteca del gremio, la Xavier Benguerel, he dado, expuesta como novedad, con una pieza que la justifican. Ahí estaba, y no he podido sino llevármelo a casa para cubrir un poco un gran agujero que tengo en la historia del cine, un pack constituido por ocho DVD (1), ocho películas de Sacha Guitry.
Al llegar aquí he ordenado las películas por fecha de realización y me he visto la primera: “Mon père avait raison” (1936).
Película que deja claro sus origines teatrales (casi toda la acción tiene lugar en una u otra sala con varias puertas por las que entran y salen los personajes), es una más de las adaptaciones que él mismo hizo de sus obras para el cine. Como dice Pascal Thomas en un extra, no fueron filmaciones directas: cada una comportó su propia puesta en escena, bien particular.
No sé si “Mon père avait raison” será un ejemplo de “la pièce bien faite”, pero en cualquier caso apunta dos o tres cosas nada despreciables sobre la herencia que pasa de padres a hijos, la buena vida y el amor.
(1) En realidad 7: alguien se había llevado previamente el octavo…

Padre e hijo, veinte años después.

Una señorita entra en escena.
 

viernes, 27 de septiembre de 2024

The war diary




Hakob Melkonyan inicia su “The war diary” (2023; en Filmin) con la consulta de unos ficheros por fin liberados (foto 1) sobre la visa militar de su abuelo. Entre sus papeles se encuentra su certificado de defunción (foto 2), que le da a conocer que murió en 1943 en Kerch (crimea), y un pequeño diario que llevó desde que fue movilizado.
Es en ese diario en el que encuentra una frase de su abuelo, soldado de la Unión Soviética, en la que habla de sus “hermanos de las Repúblicas vecinas”, todos combatiendo juntos contra el ejército nazi.
Melkonyan se pregunta que ha hecho que hoy en día todos esos países del Cáucaso estén enfrentados entre sí, y emprende un viaje (foto 3), que inicia en Nagorno Karabaj, para seguir por Azerbaiyán, Armenia, Georgia, Abjasia, Rusia y Ucrania, siguiendo la ruta indicada en su diario por su abuelo hasta el emplazamiento de su muerte.
Pisa escenarios de los combates contra los alemanes y recientes de conflictos tan actuales que alguno le alcanza de pleno (foto 4). Conversa con los escasos veteranos de la II Guerra Mundial con los que se encuentra (5), con gente joven que explica a su aire la situación actual.
La conclusión que, después de todo ello, te alcanza, es desoladora.





 

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Powell habla de Pressburger

Emeric Pressburger, en el jardín de su casa.

El señor de la fotografía es Émeric Pressburger, un nombre indisolublemente asociado a Michael Powell, envuelto en un cierto misterio y un gran desconocimiento que sólo la lectura de las memorias del segundo me empiezan a desvelar parcialmente.
Húngaro, asumiendo un puesto y fama de buen guionista en la todopoderosa UFA de la preguerra, como tantos judíos que tuvieron la oportunidad, huyó de Alemania. En Gran Bretaña otro húngaro, Alexander Korda, para quien empezó a elaborar allí guiones, lo presentó a Powell, con el que fundó y compartió a partir de entonces el prestigioso sello de The Archers y una enorme y variada cantidad de buenas películas.
Da la impresión de que, con caracteres muy diferentes, se entendían a la perfección. Powell viajaba a los lugares donde quería rodar una película, para encontrar localizaciones e imbuirse de la historia que quería contar. Hombre atlético, alguno de los recorridos que se marcó, a pie, a caballo,… fueron auténticas aventuras, increíbles hasta para los locales. Desde esos lugares le enviaba impresiones y diferentes anotaciones a Pressburger, o volvía a su lado, para que ligara éstas con la historia que ya habían acordado emprender, que invariablemente escribía Pressburger y dirigía Powell, aunque firmaran todo los dos. Fue una asociación larga, al 50%, alabada por ambos.
En el segundo volumen de sus memorias, cuando Michael Powell empieza a hablar del periodo de indecisión que siguió a la puesta en marcha de “Los cuentos de Hoffman”, que les ratificó que debían deshacerse de los tejados ofrecidos por Rank o Korda y les llevó hasta a dirigir films cada uno por su lado, dedica un capítulo a narrar uno de los viajes de su camarada para satisfacer lo que él llama su “tour de france gastronómico” por restaurantes, en su mayoría tres estrellas Michelin. Transcribo aquí uno de ellos:
-Salida a las 4h de la mañana de su casa de Hamstead, al volante de su Bentley.
-En Southampton embarque hacia Cherburgo.
-Allí llegada al albergue familiar donde dormir después de haber tomado unas ‘ártichauts sauce hollandaise’, ‘langoustes à l’armoricaine’ y un ‘soufflé crème de menthe’, con buen surtido de quesos y frutos, “todo ello regado de un champagne d’Epernay, muscadet de la rive nord de la Loire frappé y un ballon de cognac de la cave personal du patron”
-A las 6h partida hacia un hotel al borde del Loira donde tomar el aperitivo a las 11h, pues “ya ha reservado su comida: un ‘chateaubriand sauce béarnaise' seguido de un enorme 'meringue crème Chantilly' especialidad de la casa.
-Salida a las 14,15 "para poder cenar y dormir en el famoso Château de La Gaze, en las Gorges du Tarn"
-"Al día siguiente, salida tarde, a las 8h, para recorrer los solo 350 Km para comer a la orilla del Ródano… y así seguir"

Con Michael Powell.

Fotografía que he encontrado del Château de la Caze, en las Gorges du Tarn.

Y una del Kronenhalle de Zurich. ¿A que recuerda poderosamente a la Brasserie Flo, Antonio?
 

lunes, 23 de septiembre de 2024

Zeleste: el récord de tantes ocasions



Anoche Betevé pasó (y por tanto supongo que puede repescarse en su página web o, si no, estará en el Festival In-Edit) “Zeleste, el récord de tantes ocasions” (Albert De la Torre y Rafael Moll, 2024). Sospecho debía ser un proyecto de Moll (fallecido a finales del año pasado) que, aún con varias bajas en su haber (aparece bastante J. M. Martí Font, que se nos fue en febrero de este año), se reemprendió recientemente.
Empiezo a ver su grabación y suena una versión musical preciosista de “Qualsevol nit por sortir el sol” mientras vemos, medio en tinieblas, unas viejas cajas de mudanzas o transportes almacenadas, y me asalta el pensamiento de que será de una nostalgia, todos añorándolo y soltando alabanzas, que la harán pegajosa e invisible.
Pero luego… aparece tanta cosa vívida que a ver quien se le resiste.
Cada uno junto a la famosa lámpara como de alabastro de las mesas de Zeleste cuentan y nos descubren cosas de lo que ahí y alrededor suyo se coció.
Sílvia Gubern explica cuál fue el origen y cómo materializó el logo del local. Dani Freixas cómo se gestó su decoración. Sisa de donde salió eso de la Onda Layetana y cómo le sirvió de modelo para su Cabaret Galàctic, Rafael Moll cómo se formó para una sola noche y empezó a tocar la Orquesta Platería…
También aparecen grabaciones de actuaciones ahí (obligando a mirar atentamente, no sea que, por casualidad, aparezcas insospechadamente en un plano perdido de la grabación) y por otros lados de Pau Riba, el Gato, la misma Orquestra Plateria, La Vos del Trópico, Jordi Sabartés,…
En un momento dado, la cámara graba y encadena algunos números de Vibraciones, Star, El Rollo Enmascarado y Ajoblanco.
Otros hacen mención de lo que surgió de la sala, como las primeras versiones del Taller de Músics y, luego, el Zeleste de Almogáraves, con vocación de centro de arte de todo tipo donde no pudiera molestar a los vecinos que denunciaron el de la calle Plateria. Hasta su fallecimiento por inanición, para reaparecer más tarde como Ramataz, que “ya sería otra cosa”.
Lo dicho: a ver quién que lo haya vivido mínimamente se le resiste.


 

sábado, 21 de septiembre de 2024

Síndrome de los quietos

Mosaico de imágenes de la película, entre las que destaca el rostro de Luis Ospina.

La plaza de Bogotá, desierta.

Y durante el campeonato mundial de fútbol, sin tráfico alguno los sitios más transitados.

No he visto que nadie anunciara que en Filmin han colgado “Síndrome de los quietos” (León Siminiani, 2021), y me resulta francamente extraño, puesto que lo he acabado de ver ahora y me parece uno de los (falsos) documentales más interesantes de los últimos tiempos.
Sus primeras imágenes nos permiten volver a ver y oír al añorado Luis Ospina, que entra del todo en el juego cinematográfico que es, en el fondo, el mediometraje (pues se extiende sólo 31 minutos).
A lo tonto, asistimos también a una condensada historia reciente de Colombia, definida como la combinación entre el ruido y el silencio, la quietud. En una ocasión se remonta a 1946, cuando Jorge Eléicer Gaitán impulsó una marcha silenciosa contra la violencia. En otras, altera sorprendentes momentos en que el país se paraliza y pueden entonces obtenerse imágenes de sitios, que habitualmente rezuman gente y actividad, totalmente desiertos, y no estamos hablando del confinamiento por la COVID-19, sino de la retransmisión de los partidos de un campeonato mundial de fútbol y un extraño censo que se efectuó en los años 90, que para obtener buenos resultados obligó a todo el mundo a permanecer en sus hogares.
Y poca broma con las personas que intervienen en la película de Siminiani: a Luis Ospina, fallecido un mes después de unas escenas que casi cierran el film, hay que sumar a Gustavo Petro, actual presidente de Colombia, y al escritor Juan Gabriel Vásquez.

El sur.


 

viernes, 13 de septiembre de 2024

Francesc Muñoz presenta "Retratos fantasma"

Francesc Muñoz, griposo, quien luego se quejó de que un incremento de intensidad del aire acondicionado le había dado la puntilla (cuando en realidad yo creo que tomó por él el ambiente más bien fresquillo que había tomado, pese a la fecha, el exterior), haciendo una breve introducción al debate.


Pese a estar saliendo de una gripe… que aún no le ha desaparecido del todo, como otras veces que he ido a oírlo donde intervenía para hablar de los procesos de evolución de las ciudades, Francesc Muñoz volvió a convencerme ayer en la sesión de Cine y Geografía de la Filmoteca, organizada por la Societat Catalana de Geografía, en la que se proyectó “Retratos Fantasmas” (Kleber Mendonça Filho, 2023).
Un espectador se acercó una vez ya despedida la sesión y le explicó que había asistido a una visita guiada por él a la exposición Suburbia (en la que se encargó del apéndice final, con ejemplos locales) y eso le había decidido a seguirlo también en esta ocasión. Según él, son pocas las personas que al explicar temas como el que refleja la película enriquecen, ayudan a pensar a la gente, y le pedía siguiera haciéndolo.
Yo creía que en su presentación y comentario tras la proyección efectuaría una intervención genérica global, independiente de lo visto en la película, pero resulta que se ciñó mucho a ella, valorando desde su mismísima escena inicial (una pelota queda muerta entre los muros de un patio entre edificios) hasta su final, con un taxista que se difumina, como se han esfumado los cines de Recife.
Recordó cómo había ido cambiando el acto cultural de ir al cine, desde el ritual que la película muestra se seguía en los grandes cines de los años 70. Un primer cambio muy significativo, precisó, tuvo lugar con la aparición de los Multiplex. Parecía que todo seguía igual, pero el rito varió sustancialmente en esos centros -en general alejados del núcleo de la ciudad- con muchas pantallas, cada una de ellas ofreciendo una película diferente, y no esa única que se iba a ver antes combinándolo con otras formas de gozar de la ciudad.
Francesc Muñoz evidenció que lo que Kleber Mendonça explica sobre los cines era un magnífico reflejo de lo que ha pasado con la ciudad, y se puso a definir lo que caracterizaba desde siempre a la ciudad: que es un espacio que nos interpela y es capaz de hacernos cambiar de opinión.
La ciudad -siguió- es reflejo de la sociedad a la que acoge. Una sociedad postindustrial como la actual tiene forzosamente su reflejo en la ciudad, crea una ciudad diferente.
Tuvo palabras para la forma actual de ver cine, a partir de lo distribuido por diferentes plataformas. Éstas, indicó, funcionan con los ahora famosos algoritmos, que se van acercando paulatinamente a tus gustos. Vivimos, de hecho, bajo la dictadura de esos algoritmos, que consiguen todo lo contrario a lo que caracterizaba a la ciudad. En vez de confrontarte a las diversas formas y opiniones, las plataformas te van encerrando en lo tuyo, al ofrecerte sólo aquello con lo que saben estás conforme.
Quiso finalizar, para no llevar a ningún malentendido, mostrando su disconformidad con la nostalgia, esa nefasta tendencia que hace surgir el disparate de entornos y elementos ‘vintage’, anacrónicos, tras destruir los originales. No cree que su mirada, como la de Kleber Mendonça Filho, sea, pese a lo que se dice del film, una mirada nostálgica: esos majestuosos cines ya no volverán y así hemos de aceptarlo, pero, en cualquier caso, lo que tiene claro es que tenemos la imperiosa necesidad de espacios que tomen el papel que antes tenían esas salas de cine.

Rafael Giménez (presidente de la Sociedad Catalana de Geografia) y Francesc Muñoz (profesor de Geografía en la UAB), ayer, en la presentación de “Retratos fantasmas” en la Filmoteca.