Me ha costado bastante poner cada cosa en su sitio, pero debe ser algo así como explico, y es curioso, porque habla de todo un grueso de producción cinematográfica de la época que apenas conocemos.
MK2 Curiosity presenta gratis una película de su catálogo, “Le Capitaine Craddock” (Hanns Schwarz y Max de Vaucorbeil, 1931), con el único inconveniente de ser en un francés que no se oye muy bien y al menos yo sólo he entendido en su mínima expresión (pero dado lo liviano del argumento no es demasiado grave), y que no se encuentra referenciada por ningún lado.
Empezada a ver, tiene la apariencia de una comedieta musical de esas que hicieron furor al inicio del sonoro.
Se trata en realidad de la versión francesa de “Bomben auf Montecarlo” (Hanns Schwarz, 1931), una producción de la UFA alemana, que se encargó también de su versión (al memos) al francés. Para esta versión, cambiaron algún actor protagonista. A Hans Albers le sustituyó Jean Murat, y a Anna Sten, Khate von Nagy, que digo yo que debía saber francés.
En su inicio, la cámara recorre en prolongados y reiterados travellings la cubierta de un supuesto crucero de la marina de guerra de un pequeño país europeo. Uno pesca, otros cuidan unas cabras, otro dormita en una hamaca, y todos cantan, entre otras “Les gars de la Marine”, canción que dice MK2 que se hizo número 1 en ventas.
A esta situación de postración han llegado por falta de dinero, y eso sí capitán piensa solucionarlo acudiendo a Montecarlo y su famoso casino. Allí, junto a unas muy curiosas imágenes de la localidad, entonces entre la sofisticación de la Costa Azul y el mundo rural, el Capitán, gracias a la suerte que le da una chica que no es otra que la reina de su país de incógnito, gana una enorme suma de dinero… y luego la pierde. Para recuperarla, amenaza con bombardear desde su crucero el casino.
Veo que en 1960 se hizo una nueva versión con Eddie Constantine.
Me parece ahora curioso, sobre todo, ese intercambio de nombres protagonistas. Todo da la impresión de unos actores famosos de la época que se ofrecían para lo que les propusieran,sin poner nunca toda la leña en el asador.
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