sábado, 2 de septiembre de 2017

Subarmarekha


Añado esta imagen, porque se trata de un fotograma de una de las secuencias mejor narradas. Una terrible noticia, en una escena muy teatral, y ella que se deja caer, al compás de unos distorsionados sones de la banda sonora.
"Subarnarekha" ("El hilo de oro", Ritwik Ghatak, 1965) es emocionante desde su exhibición inicial de un certificado de censura, de una foto de un señor trajeado en plan indio que no sé quién debe ser y, finalmente, de sus títulos de crédito, escritos en una especie de pergamino rodante con la caligrafía y alfabeto tan característico del país.
La Filmoteca Shangrilá nos posibilita descubrir un par de títulos de este cineasta a los que no pudimos acudir en su día a la retrospectiva que organizó la Filmoteca (no la virtual, sino la de obra y pantalla). Yo tenía ya ganas de ver qué sensaciones deparaban sus películas, después de leer su nombre por todos lados, destacándolo hasta casi ser el director hindú que más suena tras el de Ray. He empezado por este film, y desde luego, por poco que pueda, el otro no se hará esperar.
La historia figura transcurrir en varios momentos cronológicos, separados por el clásico "Muchos -o unos cuantos- años después..." El primero de estos momentos es uno crucial para el país. Sucede en un campo de refugiados de indios procedentes de Dacca por 1948, años de la independencia y brutal partición entre India y Pakistán que ocasionó uno de los intercambios más masivos de población entre territorios. En ese tramo de la película se descubre un montaje brusco en algún momento, unas explicaciones que -incapaces las imágenes de facilitarlas- se dan por los diálogos, y una interpretación de los niños que se nota forzada, pero eso es secundario respecto a la sensación de entender el desbarajuste que se vive en una situación así.
Del desbarajuste (que Ghatak debió conocer bien, puesto que él también había nacido en Dacca) se desprenderá la separación de una madre de su hijo, en una escena que recuerda a la crucial de "Roma, città aperta". El niño va a parar a una también atípica -fruto del momento- familia, reducida a un universitario y su hermana pequeña, una niña, Sita. Sita, como nos recuerda un anciano con la cabeza algo a pájaros que se lo cuenta a ella, es el nombre de la protagonista del Rayanama, y algo hay de ese famoso poema épico en los desgraciados amores de la niña -ahora ya hecha toda una mujer- y su (falso) hermano Avu. Como también hay mucho del realizador en el personaje de Avu, el chico que no quiere ser ingeniero, sino dedicarse a escribir.
Jugando en la abandonada pista de aviación.
El hermano mayor se da cuenta que su hermanita se ha hecho una mujer. Aquí ella -como en otros contados momentos de la película, ella, triste, canta una canción. La de los arrozales.

Ghatak perteneció al partido comunista indio, y eso se refleja en esta película que, conservando la estructura de las películas normales indias, que obligadamente incluyen canciones que se constituyen en la parte más admirada y recordada del film, incide fuertemente en las cuestiones sociales como no suelen hacer las películas standard. Así, vemos lo rastrero del amigo universitario, ahora capitalista enriquecido, o notamos la acusación a la preservación de las castas y de tradiciones como las bodas concertadas.

Tras esos pequeños desajustes iniciales, "Subarnarekha" se descubre cómo una película lírica (acentuado en esos momentos en que Sita arranca a cantar), triste (Ghatak acabó su vida mediante suicidio) y con elementos estructurales muy notables. Uno de ellos, sin duda, es ese club de los pilotos de ese aeropuerto británico de la II guerra mundial en ruinas, que aparece, recurrente, en los paseos de la pareja.
Casi todo el film está rodado en exteriores, de una extraña belleza los más, y hay escenas visuales tan logradas como la de la panorámica que recorre la mirada del hermano mayor, hasta que se detiene en un retrato y, más adelante, en un significativo sitar lleno de polvo.
La espiga que lleva al sitio de preparación de la novia, vacío, en la boda.

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