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Sus compañeros de orquesta se admiran. Lo ha vuelto a hacer: ha llegado justo en el momento en que tenía que tocar el timbal para acabar la pieza. |
Tengo, me dicen, más oreja que oído musical. Con esa oreja me decía que "Érase una vez un mirlo cantor" (Iotar Iosseliani, 1970, pasada ayer en la Filmoteca) incorporaba en su banda sonora, de tanto en tanto y al final, fragmentos de una Pasión de Bach, que también se oía, de forma muy similar, en el "Accattone" de Pasolini. Como he ido a mirar si encontraba una ratificación de la hipótesis y no he dado con ella, quizás esté equivocado, pero en cualquier caso algo hay de eso, y por el final me he dicho que ésta es, de alguna manera, la historia de un peculiar Accattone y que ahí tenemos una sorprendente pero buena aproximación, guardando todas sus especiales características, al film de Iosseliani.
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Una continua ronda entre una y otra chica. |
El protagonista es un radiante Guia, que toca el trombón en la orquesta de Tiflis -una segunda protagonista del film, la ciudad y su ajetreo-, provocando continuamente la desesperación del director de orquesta porque llega siempre justísimo, unos segundos antes de su intervención, que es la que da fin al concierto. Guía es además un hombre que infunde optimismo allá por donde pasa, que irradia bonhomía, y algo de todo esto se trasmite también al espectador, que sale de la sala convencido de haber visto una película redonda, que ayuda a ver la vida de una determinada manera.
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Alguna ya harta de él, porque ha sufrido su inconstancia. |
Vemos cómo inicialmente la cámara de Iosseliani sigue a un personaje... que nos lleva a otro al que a su vez se pone a seguir. Pero luego siempre es al propio Guia al que seguimos en su corretear incesante de un lado a otro, tomando copas o las más de las veces cantando con los amigotes, haciendo unos misteriosos estudios en una biblioteca, persiguiendo a un montón de chicas, alguna ya escarmentada de él, que, como el mismo dice, se pasa el día sin tiempo, trabajando un montón sin que luego haya hecho realmente nada.
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Celebrando un cumpleaños familiar. La música -con todo tipo de instrumentos- siempre presente.
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En la Biblioteca, a donde va hasta el cierre a emprender unos misteriosos estudios... sin dejar de observar a sus vecinas.
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