Funciona "La infancia de un líder" (Brady Corbet, 2015. En Filmin) con tres capítulos que corresponden cada uno de ellos a una rabieta del niño protagonista y un epílogo, pasado el tiempo, que rompe abruptamente el tono de todo lo anterior, pero que se supone que está ahí para confirmar la tesis de la película: las consecuencias nefastas de una penosa educación. Tanto se puede agradecer la lección como puede uno reírse de lo engolado de la propuesta final de Corbet, seguro que convencido de haber rozado el cielo con su obra.
Pero lo cierto es que, quitado ese epílogo, los episodios previos mantienen la tensión de una manera que poco cine reciente logra.
Arranca la película con una "Obertura" que nos sitúa históricamente. Al son de una música insidiosa desfilan por la pantalla sucesivas imágenes de reportajes de la I Guerra Mundial. Poco después nos sumerge en un ambiente oscuro, húmedo, que parece le vaya a costar recuperarse después del trastorno sufrido, que se ha llevado muchas vidas por delante. Nuestro héroe va con sus padres a un caserón de la campiña francesa, desocupado por sus antiguos propietarios a consecuencia de la guerra. Es un sitio provisional, puesto que el padre, secretario del presidente Wilson, sabe que su misión en las negociaciones del tratado de paz es temporal y cree que finalizará rápidamente. Es el hijo quien debe aprender francés y empieza a demostrar un carácter conflictivo.
Hay en el caserón que habitan, de trazos nobles pero destartalados, y en sus alrededores, una serie de planos peculiares. En varias ocasiones un movimiento de cámara nos permite ver por unos segundos un ángulo inusitado, y como espectador te preguntas si será con intención o no ese aparente énfasis comunicado. En un momento, durante las clases de francés del niño, la cámara se coloca frontalmente, un poco elevada, frente al torso de la institutriz, y permanece ahí un buen rato. No es sino hasta bastante más tarde que descubrimos que ese plano venía a ser (aunque imposible por la posición de la cámara) un plano subjetivo del pensamiento del niño, absorto con las transparencias de la blusa de la joven y guapa maestra.
Es un film de extrañezas: por el país, situación, lengua y costumbres religiosas para los protagonistas. Y estas extrañezas se acaban contagiando a la película, y de ésta al espectador. Película áspera, sin una gota de humor, me vale por todo ese ambiente, pero no le compro la tesis de que si el niño se les va de las manos es por una familia que se mantiene alejada y que no sabe imponer castigos más que a través del servicio como brazo ejecutor. Y, sobre todo, que esa es la simiente para la aparición de los fascismo por el mundo.
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