Ayer estuvo Marin Karmitz en la Filmoteca, mañana estará en el Cineclub Vic, y hoy este "hacedor de imperio -producción, distribución y exhibición, la poderosa MK2- de la versión original europea", en palabras de Paco Poch, quien le ha entrevistado, ha estado en el Instituto Francés de Cultura. He tomado nota de alguna de sus declaraciones, que me han parecido de lo más interesantes.
Ha empezado señalando que la historia de MK2 es su historia personal, pero que la ve además íntimamente ligada a la historia reciente europea. Refugiado en Francia, pensó dedicarse al cine como forma de resistir a la barbarie, al fascismo. De hecho, sigue interesado en el cine que se inscribe en la historia de la dignidad del hombre, no en su barbarie. Porque -ha recalcado- tiene la intención de participar en el cambio del mundo. ¿Es eso cosa del pasado o sigue siendo válido para el futuro? Se ha preguntado de forma retórica. En cualquier caso, sigue en ello, si bien se ha dicho consciente de la enorme aceleración de la banalización de las ideas, de los films,... que se ha ido produciendo con la mundialización posterior a la caída del muro. Entiende la necesidad de ir al centro de decisiones (bancos, poder político,...) para subsistir, pero sin ser fagocitado por él. En definitiva, no hay que caer en las fauces de las grandes compañías americanas que dominan el comercio mundial: Apple, Google,...
La reciente compra por su grupo de la cadena de cines Cinesud, en Andalucía, ha derivado las preguntas hacia el mundo de la exhibición. Karmitz ha constatado que la instalación de sus cines, al margen de contrataciones de trabajo en el lugar, ha supuesto siempre la mejora social de los barrios en que se ubican. Claro que considera que las salas de cine deben transformarse, para abarcar todo otro tipo de actividades: ser sitios de reunión, acoger en ellos o sus cercanías a restaurantes,...
Orgulloso de no haber pedido nunca una subvención para la instalación de sus salas, preguntado por ello ha confirmado que sí, que el sistema francés para el sostenimiento del cine es el mejor del mundo. Y ha explicado que existe precisamente gracias a los americanos: Acabada la guerra mundial, Francia, como toda Europa, necesitaba de todo: alimentos, cemento,... Pidió ayuda a los Estados Unidos, quien se la cedió bajo una condición: que suprimieran la cuota obligada de distribución de cine francés en las salas. Se la concedieron, el cine americano invadió las pantallas francesas y el cine francés casi desapareció. La necesidad forzó entonces la primera intervención del Estado en la industria cultural, antes incluso que la creación del Ministerio de cultura. Se impuso una tasa a todos los films, americanos, de todo el mundo, incluidos los franceses, que se redistribuye desde entonces a todos los aspectos del cine... no americano.
Paco Poch, siempre histrión, se estiraba de los cabellos, y lanzaba hacia uno y otro lado del público preguntas de por qué narices no hacemos aquí lo mismo...
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