Estaba, a última hora de esta tarde, viendo cómo unos cuantos se habían extraviado en busca de Jauja por una inmensa tierra más que inhóspita y, al tiempo, no pudiendo olvidar lo de hoy en París, visualizaba de tanto en tanto, por esos paisajes de la Patagonia, cruzándose con los personajes del film, quizás en vez de a los Cabezas de Coco, a otros negros personajes, también en una estéril búsqueda de no se sabe muy bien qué tipo de Jauja.
El giro final del film (“Jauja”, Lisandro Alonso, 2014), con sus piezas que encajan para no encajar globalmente de ninguna forma, sumado a esas otras imágenes recurrentes, darán inevitablemente varias vueltas por la cabeza, como las imágenes que vienen y vuelven repetidamente en los penosos estados de vigilia, sin solución. Sólo queda levantarse, olvidándose del sueño por completo.
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