Arrancó esta tarde el Miradocs (BEC/Casa Elizalde), y lo hizo bien, proyectando “¡A un dólar!, ¡A un dólar!” (María Aguilera, 2013), con la presencia de la realizadora.
Empieza con las declaraciones de vendedores callejeros explicando cómo les expulsan sin miramientos de la plaza y calles del centro histórico de Quito (se deben estar acabando esos extraordinarios filósofos callejeros que José Luis Guerin descubría por las plazas latinoamericanas en su “Guest”), luego muestra el proceso de desalojo previo de los ambulantes, que colapsaban con sus instalaciones todo el centro, y su concentración en diversos centros comerciales, confrontando declaraciones oficiales con las de los sufridores del proceso. Y, cerca ya del final, da un sorprendente salto a Barcelona, el “modelo” de la cual, y hasta las empresas que han trabajado en el establecimiento de eso que llaman la “marca Barcelona”, parecen estar extendiéndose por muchas ciudades latinoamericanas.
Aporta datos escalofriantes el documental, que puede ser un instrumento muy valioso para desencadenar debates, cuestionar lugares comunes y, en definitiva, hacer reaccionar ante una marea que parece imparable corroyendo todos los centros históricos: El de Quito ha perdido durante los 15 años de supuesta “limpieza” (que ha dejado ciertamente sus edificios -Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO- evidenciando su belleza), hasta un 45% de su población, que no ha podido seguir el ritmo económico a que ha conducido la revalorización inmobiliaria en todo el proceso. María Aguilera ha hecho un comentario sumamente interesante: Mucha población del centro histórico de Quito vio con buenos ojos la desaparición de toda esa retahíla de puestos que apenas dejaba pasar por las calles, que las hacía hasta peligrosas, pero ahora son quizás mucho más peligrosas que antes, porque llegada una cierta hora quedan absolutamente desiertas.
Sale en tres ocasiones, comentando ese repetido proceso, Manuel Delgado, que me ha parecido especialmente atinado. En una de esas ocasiones se pregunta si hasta los discordantes como él mismo no habrán entrado ya a formar parte de ese enorme decorado, de esa postal turística que ha sustituido a los antes con vida centros de la ciudad.
(A falta de fotogramas de la película, la foto de la plaza de Quito la he sacado de la página andes.info.ec, que no especifica quién es su autor)
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