Para saciar mi curiosidad sobre lo que daba de sí una película del tan renombrado Xavier Dolan he llevado hoy a unos pobres amigos a ver “Mommy” (2014).
En un par de momentos del film –en el primero, el de la foto, lo hace el propio protagonista- se expande el cuadro desde la pantalla del formato 1:1 (que te deja sin más posible distracción, envuelto en la cháchara incomprensible a todo volumen que se gastan, que la de la figura del niño problemático o la de su madre, según cuál de ellas esté en el cuadro) a formato panorámico. Son los momentos en que este iconoclasta (que al recibir por esta película el premio del jurado ex aequo con Godard declaró no conocer sus películas ni tener ningún interés por verlas) expresa y quiere trasmitir su idea de la felicidad. Una idea tan rompedora que su representación icónica me ha recordado sospechosamente a esos hermosos anuncios de seguros de vida, con sus familias disfrutando alegremente de la vida en el campo o la playa.
Sé que es un pensamiento de lo más carca, pero creo sinceramente que estaría bien que, quien se las dé de artista novedoso, deseoso de trasmitir su inconmensurable arte, se pasase antes unas cuantas horas viendo unas cuantas películas de las que han ido formando la historia del cine. Para no repetirse creyéndose un genio innovador, cuando menos.
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