Le pregunté en una ocasión a un amigo muy metido en esto del cine, realizador de estima él mismo, sobre qué director actual estaba interesado en seguir, seguro de que su próxima película le iba a gustar. Lo rumió un poco y luego, convencido, dio un nombre: Dvortsevoy.
Esta semana me ha dejado tres de las películas previas a su primer largometraje. Le miraba interrogante buscando razones, saber con qué me iba a encontrar. “Son cosas cortas; aparece un niño comiendo,… ¡Pero ya verás cómo come el niño!”
Bueno: Era “Paradise” (Gluck, 1996) y, efectivamente, a la segunda escena, ya estaba el niño de la foto ahí, esperando impaciente, cuando no echando alguna cabezada vencido por el sueño mientras le llegaba la comida, comiéndosela con fruición, echándoselo todo por encima,..: Todo un espectáculo.
Y no es el único de esta pequeña película de 25 minutos, que parece querer responder con un sí bien fuerte a la pregunta sobre si se puede encontrar vida, interés, en una austera y polvorienta planicie de Kazajstán. Serge Dvortsevoy juega con elegancia al contraste entre lo más pequeño (como esa mujer lamiendo sistemáticamente los restos de su preparado) y lo enorme (esa inmensa llanura, rodeada de impresionantes montañas), y no se olvida, por el camino, como he visto luego que es norma en sus otras películas, de estar atento a los animales, seguro de que le ofrecerán escenas de valor.
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