Hoy la sala grande -sorprendentemente llena a rebosar- de la Filmoteca para ver los 210 minutos del "Edvard Munch" (Peter Watkins, 1974)...
Nada más empezar, como quien no quiere la cosa, aparecen un par de imágenes en cuadro que corresponden a sendos motivos de pinturas de Munch, como anunciando que luego, aunque discretamente y de refilón, eso va a ser una constante. Corte y, con un estilo que ya nos ha dado a conocer Peter Watkins como propio, asistimos a una serie de imposibles reportajes de una eventual televisión de la época, en la que los amigos, familiares o simplemente contemporáneos de Munch nos informan sobre su vida y lo que le rodea. En esta parte sobresalen los descarados zoom de acercamiento o el grano áspero de la película soporte.
Un narrador en inglés (todo lo demás está en el idioma -noruego, francés, alemán- que corresponda a las imágenes) nos cuenta, por su parte, lo que debe ser lo más cercano al clásico relato biográfico.
Todo ello se va interrumpiendo entre sí, repitiendo, viajando adelante y atrás en el tiempo, contrastando como, de sopetón, al principio, se combina el relato de la vida regalada de las clases privilegiadas noruegas con el de la gente trabajadora.
La masa global va envolviéndonos, como las ideas que atormentaron durante su vida a Munch, volviendo una y otra vez.
En un momento el narrador habla de la agorafobia de Munch. Intuyo que es por esa misma agorafobia que Watkins no ha querido hacer un sólo plano general extenso en toda la película, resuelta toda ella con planos medios, cercanos.
Una película única, enorme, como muchas de las de Peter Watkins...
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