Al principio diríase (basada en un Simenon, entorno de provincias francés, policías y jueces en proceso minucioso de investigación) que nos encontramos ante un Chabrol de la última época. Bastante hay de eso en “La chambre bleue” (Mathieu Amalric, 2014), que hoy han proyectado en el Festival d’A.
El film es de metraje bastante escaso (76 minutos) pero aprovechado. Cada secuencia representa una vuelta de tuerca adicional, más rápida, en una espiral en profundidad, que no logra aclarar sino la confusión que reina en la cabeza de su protagonista. Julien está interpretado por el mismo Amalric, quien se ha obligado a sí mismo a ofrecer un personaje totalmente contenido, que no da a entender de lo que le ocurre más que su propia confusión.
Todo: amante –un polo poderoso, que atrae y repele-, mujer, hija, clientes, vecinos, gira a su alrededor. Es singular el juez instructor, intentando dotar de dignidad a su trabajo y a los escasos medios de que dispone. Julien, por su parte, responde, va progresivamente silenciándose, y se fija en los pequeños detalles: la avispa a la que, atrapada, abre una vía de libertad, los minúsculos motivos del papel pintado de la sala de audiencia, con un color azul como el de la habitación de hotel en la que se citaba con su amante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario