jueves, 13 de marzo de 2014

Exposición Jacinto Esteva en la Filmoteca

Decimos que baja la frecuencia e intensidad de las exposiciones que ofrecen en Barcelona las diferentes instituciones, y resulta que en la Filmoteca hay una de esas que da razón de ser a la institución que la ofrece: "Jacinto Esteva. A l'ombra de l'últim arbre" (hasta el 15 de junio).
Posiblemente alguien se preguntará por qué razón ir a verla, si su protagonista es un cineasta cuyas películas, pese a la actual y completa retrospectiva que está haciendo la Filmoteca estos días, son una “rara avis” que poca gente ha visto. Su comisario (el mismo director de la Filmoteca, Esteve Riambau), con la colaboración de Daria Esteva, han pensado para construir la exposición en un recorrido sinuoso, como meandros de un río que va pasando por sus pinturas, diseños arquitectónicos, alguna pequeña muestra literaria, pinitos publicitarios, toda su obra cinematográfica, hasta finalmente llegar, y ser devorado, por el universo africano, justo el que atrapó buena parte de los últimos años de vida de esa potente personalidad que fue Jacinto Esteva.
Yo aventuro una razón de peso para tener que visitar la exposición: Porque Jacinto Esteva, pese a las posibles diferencias abismales de formas de vida entre la suya y la nuestra, es, mírese como se mire, parte de nosotros. No podemos restar al margen de esas imágenes de un país exportador de emigrantes como fue la España de los 60, que ya hizo aparecer en su primer film, "Notes sur l'emigration"; no podemos sino quedar abducidos por las diferentes fiestas de la España negra, que recogió por esa década en este país de todos los diablos, para ver si, realmente, “Lejos de los árboles” podíamos ver mejor el bosque; esa Barcelona en la que empezaron a emerger las sofisticadas formas de las películas de la Escuela de Barcelona (verdadero Mallarmé ante la imposibilidad de hacer Victor Hugo) seguro que nos suena; incluso ese retorno a lo esencial, a lo bestia, al centro del continente africano, hasta el corazón de las tinieblas, mezclado ahí con ciertos rasgos de paraíso primitivo, no puede resultar, a los que ya van sumando años, totalmente ajeno.



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