lunes, 14 de julio de 2025

En la corriente


No sé para los demás pero, desde hace ya bastantes años, para mí ver una película de Hong Sang-soo, y mucho más con Kim Min-hee dentro, es como aplicarme un bálsamo.
“En la corriente” (2024, ayer en el Zumzeig) tiene muchos elementos habituales de sus películas. Empieza con un encuentro en un puente, los correspondientes saludos y diálogo entre los reencontrados que nos aclara la situación y perspectivas de ambos. Como casi siempre, en ésta y otras escenas la cámara permanece atenta fija frente a ellos, para, si acaso, al final del plano, dar un brusco pero significativo o bien corto, casi inapreciable, movimiento.
Como en otras películas, se producen encuentros múltiples en tabernas, restaurantes o cafés en los que los personajes (sobre todo ellas, ante la mirada y escucha atenta de ellos) empiezan a decir avergonzados, pero luego divertidos y desinhibidos, sus secretos e ideas.
Incluso en medio de la ingesta alcohólica, y no digamos cuando no, están omnipresentes los halagos sonrojantes, las modestas reacciones correspondientes y continuas muestras de cortesía. Como se ve que decía mi suegra, “són més complerts que un llençol de talla i mitja” (son más cumplidos que una sábana de talla y media).
Pero, a la vez, veo en esta película en particular una serie de rasgos significativos, que la diferencian de las demás.
En primer lugar, su duración, de casi dos horas, cuando últimamente sus películas se acercaban más a las cortas duraciones de las que últimamente hace en series de diez Gonzalo García-Pelayo. Y quizás era esa anterior una buena costumbre, que se agradecía.
Luego también incorpora una danza poética del personaje de Kim con una hoja en un momento muy especial e, insólitamente, una puesta en escena teatral, aunque muy alejada de las de Rivette. De la misma forma que sorprende, tras una de sus sesiones con mucha bebida, y posiblemente consecuencia de ella, una insólita y bella escena exterior nocturna de Kim con sus antiguas alumnas, alrededor de una linterna. Tampoco me había fijado en la aparición en otras películas de la niebla de Seul, que aquí hace su presencia en dos o tres secuencias, y diría que influye en el ánimo trasmitido al espectador.
Pero, sobre todo, me resulta nuevo que el personaje de Kim Min-hee aparezca en más de una ocasión enfadada o dando signos de contrariedad. Y, aunque la escena que cierra la película lo contradiga, la impresión de cierta amargura general que, me dio la impresión, la domina.

 

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