Pasada ya la mitad del metraje, la cámara se olvida de los dos espacios donde han tenido lugar las entrevistas y sigue a Jesús Franco accediendo en unos apartamentos de Torremolinos y paseando por un mini-parque de atracciones, mientras va explicando cosas. En los primeros consigue hacerte ver que pueden llegar a dar el pego para una ambientación de film de por Indochina. En el segundo confiesa, mientras va insultando a diestro y siniestro, que siente una debilidad incurable por cosas tan cutres como esa, que casi sólo se encuentran por España.
Es, quizás, el trozo más divertido (¡ese visceral insulto al pobre monigote de feria de Topo Gigio, que desconocía su fealdad!) de “Llámale Jess” (Carles Prats y Manel Mayol, 2000), que se ha proyectado hoy en la Filmoteca.
Si alguien quiere oír el discurso (firme y coherente) de ese inclasificable director de entre 150 y 200 largometrajes en su haber que fue Jesús / Jess Franco, contento de ser escuchado, ésta es su película.
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