Pues que, aunque no sea ésta la época idónea para ello, me he liado la manta a la cabeza y, sin encomendarme ni a dios ni al diablo, he ido a la Filmoteca dispuesto a ver las más de tres horas de “La Region Centrale”, mi primer Michael Snow (1971). Recuerdo el entusiasmo que despertaban sus piezas inicialmente en Juan Bufill y Eugeni Bonet, cuando hacían cosas de esas de acudir a sesiones en las que el artista echaba unos polvillos junto al objetivo del proyector, y todos se ponían a observar maravillados cómo las partículas se movían por el haz luminoso.
Más gente de lo que pensaba dispuesta a la vida contemplativa, agradeciendo el aire acondicionado de la sala. Arranca el film con un aspa amarilla (que se repetirá entre secuencia y secuencia) cruzando la pantalla, y con un barrido por terreno pedregoso, que luego sabremos circular, mientras va sonando en la banda sonora, lejano, una especie de timbres electrónicos discontinuos. En ningún momento ha surgido el gracioso de turno gritando eso de “¡Contesta ya el teléfono!”
Pasados unos diez minutos, identificas las sombras que aparecen en el recorrido circular como las de un especial equipo de grabación. Un poco más tarde, vas apreciando que la cámara va haciendo en cada pasada un recorrido más elevado, y que más allá hay una costa o, quizás mejor, un lago. A la media hora ya hemos dejado los círculos por las piedras y hasta perdemos de vista la tierra, para centrarnos en el cielo, con sus nubes. Me pregunto si volverá a bajar desde esas alturas.
En la segunda secuencia el giro se inicia en el otro sentido. Miro el reloj, para calcular que la involución completa, al mismo ritmo, nos llevaría ya hasta la hora de proyección. Pero la cosa cambia, desaparecen las nubes y cesa, al verse sólo el cielo, la sensación de movimiento. Me admira la paciencia y silencio de los espectadores.
Tras la pausa, vuelve otra vez el movimiento, y empieza a fallar el aire acondicionado. Los giros de la cámara, ahora dejando ver la tierra inclinada, se suceden. Una primera pareja abandona la sesión a los 45 minutos del inicio y luego sigue un goteo de espectadores. Cuando todo gira, con ambiente ya algo caluroso, decido irme a la escena siguiente.
Deberé aplazar la captación de la trascendencia espacial para otra ocasión. Aunque, siendo sincero, creo que, cuestión de edad, ya no que van a quedar muchas ocasiones para ello.
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