Hay mil historias para hacer con ellas un documental, y Aliona van der Horst encontró una en su propia familia para su “Después de la primavera del 68” (2000), que también pasó ayer la Filmoteca.
Su padre, joven comunista holandés, fue a Rusia en 1968, donde se casó. Tras la represión de la primavera de Praga, quisieron volver a Holanda, pero sólo él pudo hacerlo, porque a ella, -embarazada de la realizadora- no le dieron el correspondiente permiso de salida. Durante cinco largos años ese maldito permiso –denegado cada semestre- será el protagonista de esa familia escindida.
Aliona van der Horst, sin ocultarse ella misma, interroga por separado a sus padres ahora, en Holanda, sobre la cuestión, que depara alguna que otra sorpresa, pero que poco a poco va haciendo ver cómo una situación kafkiana, quizás un conflicto político internacional, incidió brutalmente en unas vidas privadas.
Todo documental ha de contener algún momento de emotiva verdad para hacerse con el espectador. Para mí, lo que son las cosas, uno de esos momentos lo consigue Aliona simplemente haciendo que su padre haga un escarceo sobre el enorme fajo de cartas enviadas a su mujer en esos años. Un enorme fajo que ha quedado almacenado en un trastero guardamuebles de alquiler.
(La foto de Aliona van der Horst ante la imagen de su padre en un monitor que muestra su documental la he sacado de Wyiloveyou.nl)
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