sábado, 12 de octubre de 2024

Ceux qui rougissent

El de la derecha es el actor que hace de profesor y, a la vez, el responsable de la serie.

Anoche, intentando en casa suministrar una serie que saliera un poco de la oferta media, escogí en Arte “Ceux qui rougissent” (Julien Gaspar Oliveri, 2022). Entre los datos para convencerte y convencer, que resultó premiada como mejor serie corta en el festival Seriesmanía 2024.
Son ocho capítulos, de unos 10 minutos cada uno. Me quedé yo solo, pero de un tirón hasta el final.
El tema resulta conocido (a una clase de teatro en el gimnasio de un instituto llega un nuevo profesor que varía totalmente el método para hacer participar de verdad a los alumnos) y la forma de abordarlo también (flashes entrecortados de los diferentes ejercicios que se le ocurren hacer al profesor, como diferentes coreografías, y el impacto que van teniendo en el grupo en formación).
Quizás se le pueda acusar de efectista, en busca del golpe emocional medio escondido, en la línea de búsqueda de otras series como, por ejemplo, la tercera temporada de “The bear”, que también vi recientemente, y de la que detesté algún capítulo y aprecié alguna cosa concreta de otros.
Como se ha acabado en un plis-plas, me quedo sin tiempo de reflexionar si me he dejado llevar cándidamente por lo de siempre explicado aparentemente de otra forma… que ya no es tan nueva, y más adelante me avergonzaré de ello. Por ahora, para variar con tanto ensayo frustrado, touché!
Para probar a ver que tal (en versión original francesa, subtitulada en francés), aunque imprescindible hacerlo con, por lo menos, tres capítulos, aquí su enlace:


Foto final del grupo, haciendo tonterías.
 

La emboscada


“La emboscada” (“Zaseda”, Zivojin Pavlovic, 1969; que me pasé anoche al verla anunciada en Arte ya como “última oportunidad” para hacerlo) empieza y finaliza con el rostro de Stalin. Al principio es en un reportaje que ve con emoción su protagonista. Al final, su retrato preside un acto de homenaje.
Su visión sorprende. En 1969 Tito seguía vivo y en el poder. Es verdad que ya estaba muy distanciado no digamos del estalinismo, sino directamente del régimen soviético y, tras apoyar la primavera de Praga, ya preconizaba la colaboración entre los “países no alineados”, pero de eso a admitir una crítica demoledora sobre cómo se había llevado a cabo la revolución tras la guerra mundial, hay un buen trecho, y ese trecho lo recorre tranquilamente la película.
Ive es un estudiante de las Juventudes Comunistas que ha participado en los dos últimos años en la victoria en la guerra mundial. En un pueblo en el que hay frecuentes incursiones de los chetniks, le hacen participar en diferentes acciones y su idealista sentimiento hacia la revolución, viendo los desmanes que se producen, va menguando.
A parte de su tema, sorprende la soltura de Pavlovic rodando escenas corales, con mucha gente, planos generales en los que se produce una acción cercana y otra más lejana, en un continuo movimiento y cierto caos que corresponde muy bien con una época de turbulencias. Por ejemplo: cuando Ive se recuesta junto a la vaya del cementerio para besar a su novia, al otro lado del recinto vemos que unos uniformados fusilan a a unos hombres. Cabe decir que el desencanto de Ive con la revolución va parejo con la rotura de la inocencia de cómo van las cosas del amor.
Se puede ver, cosa que recomiendo para sentir lo vivas de las películas de esa época y circunstancias, en este enlace. La “última oportunidad” veo ahora que es hasta final de mes:

 

jueves, 10 de octubre de 2024

Shoah

El maquinista del tren de mercancías humanas a Treblinka.

Para preparar un encargo recibido he ido a buscar el pack -formado por cuatro DVD de más de dos horas cada uno- de “Shoah” (Claude Lanzmann, 1985), me los he visto de nuevo todos, uno tras otro, y luego he regresado a algunos de sus fragmentos varias veces.
Sigo preguntándome cómo es que aún hoy en día hay gente que ve películas “muy emotivas” sobre “la solución final” que planificaron y ejecutaron los nazis en los años 40 y, en cambio, aún no ha visto este monumento, desde luego la obra definitiva sobre el tema. Es más: vista “Shoah”, ¿cómo puede alguien ponerse luego a ver ficciones sobre ello?
No sé qué admirar más:
-Si la constancia y hasta cabezonería de Claude Lanzmann en perseguir a los últimos sobrevivientes, verdugos, víctimas y conocedores de los hechos y convencerlos de que debían aparecer explicando lo que sabían. Preservar para la Historia lo que habían visto y conocían debió convencer finalmente a más de uno.
-O si el montaje de la ingente cantidad de horas grabadas en su peregrinar por todo el mundo. Y hablo de montaje en el más “sencillo” de sus términos. No tanto en cuanto a método de combinar dos planos entre sí, ya que los de la película suelen ser muy largos, casi hasta acabar en sí mismos el tema a exponer, sino en cuanto a qué presentar y qué dejar fuera. Doce años de su vida le llevó poder presentar la película.
Ahora, vista tal y como la ideó, valoras más, sí posible, lo contundente de su exposición, su pajolera insistencia, repitiendo en pregunta lo que acaba de oír, para que su interlocutor se explaye y acabe por ser imposible no hacerse una idea precisa de cómo fue realmente esa auténtica industria de la muerte montada. Ante la imposible existencia de grabaciones reales, del momento, todo ese trabajo de ir indagando cada rincón del presente, dándole un sentido evocador con el testimonio de los que lo vivieron.
Largas panorámicas o travellings por tristes paisajes invernales son frecuentes en la película, acompañados, aunque no siempre, de la voz en off de alguien describiendo cómo habían sido y funcionaban. Son absolutamente imprescindibles para dejar que el espectador vaya digeriendo las escalofriantes constataciones que le son reveladas.

Los espacios que restan.

Un clarividente superviviente, explicando a Claude Lanzmann y la traductora cómo funcionaba la rampa de Sobibor, ese eslabón de la cadena de la muerte.

Entrevista clandestina, usando medios entonces descubiertos de televisión, de Suchomel, entonces al cargo de operaciones en Treblinka, absuelto o ya liberado de sus cargos.

El testimonio de Abe Bombe, peluquero de Treblinka.
 

Un couple


Unos acantilados en día radiante, las olas golpeando las rocas de la orilla, diversos encuadres de unos lugares con aguas estancadas y, de tanto en tanto, una mujer pasando por todos ellos.
En las imágenes iniciales de “Un couple” (“Tolstoi y Sophie”, Frederick Wiseman, 2022. Puede verse en versión original francesa -Wiseman hace ya unos cuantos años que vive en París- subtitulada en español en Filmin) podemos llegar a reconocer la capacidad y costumbre de Wiseman para, con unos pocos planos, encuadrar y dar una idea del entorno de lo que rueda.
A continuación vemos a Sophia (Nathalie Boutefeu), en un ambiente iluminado por bujías, escribir una carta a su marido, León Tolstoi. Son en esas cartas o bien en su diario, en los que declara su amor por el gran escritor y, a la vez, vierte toda una larga serie de requiebros acerca de una vida en común… que no resulta serlo tanto, los que ese mismo personaje dirá, como en un discontinuo monólogo, en esos paisajes, durante todo el film.
En vez de las cuatro horas que utiliza en cada uno de sus documentales, aquí Wiseman se concentra y consume sólo una hora. Posiblemente supo medir que, introduciendo monólogos adicionales en la película, haciéndola durar aunque sólo fueran unos cuantos minutos más, los espectadores hubieran considerado el espectáculo, pese a su belleza, debido a su continua repetición de sentimientos y a su intensidad, mucho menos digerible que una de esas largas radiografías que estila sobre grandes instituciones.





 

lunes, 7 de octubre de 2024

Segundo López aventurero urbano

En una cafetería de postín

Ana Mariscal a la salida de la cafetería moderna.

Ha tenido que ser que la cuelguen en ARTE como “clásico” para que viera, yendo de asombro en asombro, el primer largometraje de Ana Mariscal como realizadora, “Segundo López, aventurero urbano” (1953).
Con una fotografía por momentos exquisita, planos muy estudiados, momentos de un humor muy especial, corriendo el riesgo de caer en lo edulcorado pero siempre evitándolo de una u otra forma, la película, basada en una novela con aires de TBO de Leocadio Mejía (co-guionista con Mariscal, que aparece en un corto papel como el escritor que ha recogido la historia), tiene además un valor documental extraordinario, con sus tomas de lugares, bares y casas madrileñas, y reflejando la forma de vivir de los primeros años cincuenta.
El tema: Segundo López (encarnado por un actor para mí totalmente desconocido, muy alejado del modelo de galán, Severiano Población, más tirando a un brutote Paco Martinez Soria) decide un día dejar su pueblo, irse a Madrid, y empieza a gastar a lo loco el dinero que tiene con su secretario, Chirri, un crío vagabundo. Aparecen también como actores la propia Ana Mariscal y Manuel Mur Oti haciendo el papel de un director de cine…
Una auténtica rareza, en ocasiones en línea con “El último caballo”.
Enlace a la película:

En la pensión.

La Puerta del Sol. A la derecha, la Dirección General de Seguridad, en cuyos calabozos pasa el protagonista una noche.

El protagonista, con el artilugio para rasgarse la espalda, la mujer tica chalada y Chirri, el “secretario” del primero.

Reponiendo fuerzas. “Al niño no le llene la copa”, dice, prudente, Segundo al camarero cuando acude a un bar a tomar un coñac.

Tabaco sí que fuma Chirri. Un cigarrillo tras otro, algún puro…

Como fin de un Chaplin.

Pero aún aparece el autor de la novela base de la película, siempre escribiendo en el café. Un café, por cierto, muy bonito. 

domingo, 6 de octubre de 2024

Último recurso


He probado a ver “Último recurso” (Matías Szulanski, 2023; en Filmin).
Es una película argentina (no tiene subtítulos en español, con lo que se pierden ciertas frases), hecha con cuatro cuartos, con alguna ocurrencia suelta que te lleva a la risa.
Una becaria entra en la redacción de una revista muy cutre y la ponen a ayudar a investigar sobre un famoso futbolista del que se perdió la pista con una periodista más veterana.
Juega a la repetición, avanzando en cada ocasión hacia ningún lado.
En mi opinión supera la -bajísima- media.



 

sábado, 5 de octubre de 2024

Remontons les Champs-Elysées

El Guignol des Champs Elysées, con gran protagonismo en la película, configura el cartel.

Imágenes documentales iniciales.

La clase del singular profesor (y alumnos).

Mi euforia ante el hallazgo en una biblioteca de un pack dedicado a Sacha Guitry ha finalizado con cierta amargura. No por las sensaciones que me han trasmitido algún Guitry, aunque en su obra veo que hay de todo, sino por no poderlos ver en condiciones.
“Le nouveau testament” (1936), aunque anunciado en el pack, alguien había tenido la malévola idea de llevárselo y no devolverlo. “Las perlas de la corona” ya expliqué que sólo pude verla hasta su mitad. Y si con “Desiré ya tuve que, después de varios infructuosos ensayos, saltarme alguna escena, el deterioro del DVD de “Quadrille” me hizo abandonar casi inmediatamente (es verdad que sin que pareciera una de las apuestas más fuertes de Guitry como cineasta) y ahora, cerrando el círculo, “Remontons les Champs-Elysées” me ha vuelto a dejar tirado, Per psé a los múltiples intentos, un buen cacho de su metraje e historia que cuenta.
Y es una verdadera lástima, porque “Remontons les Champs-Elysées” da la impresión de ser una de las películas más ambiciosas de Guitry, hecha con una exhibición de medios enorme.
Se inicia en un lycée parisino (¿será el mismo que el de tantas películas?), en el que aparece, interpretado por Sacha Guitry (que luego, para no faltar a su costumbre, interpretará a otros muchos personajes), un profesor y su clase, en unas imágenes que pueden pasar a engrosar la imagen clásica de una clase de ese tipo y momento.
El profesor se pone a explicar una larga historia, como es la de la avenida parisina, que le sirve a otra de sus películas sobre historia, estilo “Si Paris nous était conté” (1956) “Si Versalles pudiera hablar” (1954) o, más adecuadamente, “Las perlas de la corona” (1937), ante, de tanto en tanto, los rumores de rechazo o aprobación de sus alumnos.
Es, como en otras ocasiones, una Historia que va pasando veloz, a ritmo de vals o de musiquilla de organillo, siempre conducida por la voz del narrador (esto es: Guitry), que nos reserva varias sorpresas históricas y argumentales divertidas.
Sigo, pues, con el deseo de poder asistir a una completa retrospectiva de Sacha Guitry en la Filmoteca, en perfectas condiciones de proyección, bien subtituladas…
A ver.

El desfile de la historia.

Con sus galanterías.


El viejo Napoleón encontrándose frente a frente al joven Napoleón.


 

miércoles, 2 de octubre de 2024

La venganza de una mujer

La que me fue presentada por ella como encargada de todos sus asuntos -e hija-, Rita Azevedo Gomes y Olga Iglesias en el vestíbulo de la Filmoteca, antes de iniciarse la sesión.

Rita Azevedo, junto a Mireia Iniesta, antes de que apagaran los focos que le molestaban a los ojos.

La Federació Catalana de Cineclubs tuvo este año el acierto de otorgar el Premio José María Nunes Internacional a Rita Azevedo Gomes y anoche, en la Setmana del Cineclubisme de la Filmoteca, logró que ella presentase una sesión con su “La venganza de una mujer” (2012), un doble motivo para regocijarse y, claro está, no olvidarse de asistir.
Gracias a conocer a los responsables de la Federación, me dieron la oportunidad de abordarla. Cansada (por la mañana había dado una clase de dos horas y media en la ECIB), algo aturdida por el ruido y un cierto, característico e inevitable, desorden organizativo, se mostró como una cineasta muy abordable, sencilla y agradable, como si no fueran suyos varios de los films más interesantes del cine portugués (y quizás haya que añadir que muchos colocamos al portugués en el nivel más alto de interés del cine internacional…). Dejando atrás el cansancio acumulado, hizo una pequeña introducción previa al pase de la película, luego -junto con Mireia Iniesta-, participó en un bastante largo coloquio y aún invitó después a los asistentes a continuar hablando frente a un café o algo más contundente.
Nada más empezar “La venganza de una mujer” vemos que estamos en un estudio, en el que un narrador no tiene, además de utilizar su voz en off, ningún inconveniente en aparecer en escena, junto a unos actores vestidos de época (ver la primera imagen de la película que incluyo).
La historia que parecen representar esos actores en unos evidentes decorados (sobre todo cuando alguno de los personajes explica, a su vez, una historia -segunda imagen- en un proceso que me ha recordado a alguna de las películas de Raul Ruiz, como “Los misterios de Lisboa” o “La recta provincia”) es inicialmente una historia de libertinos, muy a juego, según ha explicado Rita Azevedo, con la propia vida de Barbey de Aurevilly, autor decimonónico del cuento en que se basa la película, para luego dar un giro, y entrar ya en la historia, narrada por su mismo personaje, de la peculiar venganza de una mujer despechada del que habla el título.
Por el final, vemos cómo se retira una parte del decorado y se abre un resquicio del fondo del estudio, entrando entonces ruido y alguna imagen de los coches que, circulando, lo rodean. Se cierra pues el círculo, en cuyo interior -se nos viene a decir- se ha representado una ficción. Pero Rita Azevedo toma a continuación una nueva, importante decisión, que enriquece aún más toda la película: nos muestra un plano fijo de una casa y escaleras antiguas, que nos remiten a (o nos hace pensar en) todos aquellos que quizás vivieron o presenciaron realmente la historia que nos ha sido explicada.
No sé si les pasará a más espectadores. La primera vez que veo una película de Rita Azevedo Gomes, me convence por sus encuadres, juego escénico o la calidad pictórica de ciertos de sus planos (en esta película muy acusada). Es en visiones posteriores cuando me fijo en otras cosas, obteniendo significados que en la primera visión me pasaron desapercibidos. Anoche, entre la nueva visión de la película, lo que entendí de lo que explicó en su portuñol la realizadora, lo que completó mi imaginación y alguna cosa más que surgió en el coloquio, salí más que contento, con un buen paso adicional dado en la plena comprensión del film y su trabajo.
Como soy un bocazas, abusé de la posibilidad de pedir un micro y pedir explicaciones a la realizadora sobre su película. En una primera pregunta juro que sólo pretendí captar cuál era su proceso creativo. En la escena clave de la película, en la que la mujer víctima, únicamente con el poder de la palabra, con su relato (como dijo Mireia Iniesta trasmitiendo lo que había leído en un escrito de Adrian Martin) cambia de por vida el carácter y actitud de un hombre que había sido hasta entonces un libertino, empieza a oírse -sólo a oírse, sin llegar nunca a verse, porque el espacio donde tiene lugar la escena figura ser un piso cerrado a cal y canto- un buen aguacero. La intensidad de éste se hace notable, hasta el punto que me llegué a preguntar si no se trataría de un aguacero real, que debido a su fuerza se oía dentro de la sala de la Filmoteca. Cuando el hombre sale, cariacontecido por lo que ha estado oyendo, a la calle, el aguacero ha finalizado y tan sólo se aprecian en ella las huellas de su intensidad. A mí me había maravillado que en una secuencia -muy dramática- posterior volviera a oírse de nuevo el sonido de una lluvia exterior, que no vemos, y consideré todo ello como una hermosa e importante decisión de puesta en escena, y entonces le pregunté cómo había surgido eso de introducir allí, en ambas escenas, ese sonido, a priori nada evidente, pues resultaba una decisión de puesta en escena magistral. La sinceridad de Azevedo fue aplastante: había un sonido insistente en el estudio del rodaje que quería que no se notase en la proyección, y se le ocurrió introducir ese sonido de lluvia exterior… y luego justificarlo y redondearlo.
En otra pregunta ya metí la pata estrepitosamente haciendo gala de mi perspicacia habitual. Creo que la primera película que vi suya fue “Correspondencias” y, dejándome totalmente admirado, lamenté sin embargo mi ausencia de conocimientos de las claves culturales portuguesas que manejaba, que me hubieran enriquecido aún más su visión. En “La venganza de una mujer”, pese a que su argumento está basado en una novela francesa, surgen por el final unos potentísimos (a la vez que precisos y claros, ligados con un natural lamento por el paso del tiempo) versos que figura anotar el personaje como notas de viaje y que me parecieron obra de un portugués que me lamentaba, una vez más, desconocer. Pues bien: Rita Azevedo explicó que se trataba de unos versos del bien cercano a nosotros Juan Luis Panero…
La cosa no acabó allí. Mi curiosidad me llevó a preguntarle posteriormente, entre otras cosas, cómo llegó a conocer a Gonzalo García Pelayo quien, pese a que su cine se sitúa a una distancia enorme del de ella, consta como productor de su “Trío en mi bemol”. Empezó y siguió en varias etapas, dadas las continuas interrupciones que nos asaltaron, su relato, que partía de una inicial coincidencia en un festival de cine portugués, el conocimiento de la increíble existencia de un colaborador de Gonzalo que iba lanzando en la editorial Gong unos libros totalmente impensables para una aún no asentada editorial, la no menos increíble historia de los Pelayos,… Tras la enésima interrupción obligada por las circunstancias, ya ceje de seguir indagando.

El narrador irrumpe en una escena.

Relato dentro del relato. La duquesa de Terra Cremata explica su historia.