Dice Paco Poch, su distribuidor en España, que “Un chateau en Italie” (Valerie Bruni-Tedeschi, 2013), la película que ha inaugurado anoche D’A, el festival de cine de autor de Barcelona, se estrenará en salas el próximo 9 de mayo.
Los seguidores de Valeria Bruni-Tedeschi reconocerán enseguida los trazos de sus otros films. Ella (actriz protagonista), los otros personajes, las situaciones y su peculiar forma de hacer (empezando una escena clave por la acción de un personaje secundario, por ejemplo) no ha cambiado, sigue igual… pero, sin embargo, he salido del cine pensando que, naturalmente, y a estas alturas, en el film ya nada era ni podía ser igual que antes. Me explico:
Siempre ha hecho comedias en las que te ríes mucho, porque te sorprende y divierte lo tan bien que reflejan las ridiculeces que comporta la vida, incluso en sus aspectos más trágicos. Aquí esto es norma. Ella estira, si cabe, su papel, hace de payasa en varios momentos, pero a la vez deja constancia del paso del tiempo y de lo duro de la situación (su propia familia, antiguos industriales turineses, en proceso de hundimiento total, hermano con sida, ella intentando tener un hijo –con Louis Garrel, que fue precisamente su pareja en la vida real- ya con el límite de edad avisando, etc).
Arranca poniendo en evidencia palpable los artificios del cine (escena de rodaje con coche bajo la lluvia artificial) y acaba dando a un árbol el simbólico devenir que no le podía ofrecer, pero que a él le correspondía, ese “castillo” de Italia del título. Poco antes, Valeria Bruni Tedeschi aparece emulando la forma de orar que le ha enseñado un cura al inicio, pero la cosa se mezcla con la “Che Bambola!” de Buscaglione en la banda sonora. El film más negro de la actriz y realizadora se resiste a dejar de hacer reír. Que dure.
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