Como tengo el firme propósito de no escribir nunca de films que no me hayan convencido, apenas lo haré de “Io sono nata viaggiando” (Irish Braschi, 2013), hoy programada en la Filmoteca. Me ha puesto nervioso por utilizar actores en una ficción de anuncio de gel donde unas fotos increíbles, que también se ven, habrían bastado; por el apelotonamiento, sin apenas descanso, de un relato de una vida… hasta la muerte de su último marido, hace ya unos 30 años; por el pecado de utilizar una locutora en vez de la propia protagonista para leer en la voz en off sus escritos, como si de un reader’s digest acelerado se tratase; por unas escenas actuales rodadas en Egipto intercaladas sin venir a cuento con lo que se va relatando.
Pero no se me haga caso. Seguramente me equivoco, porque casi todo el mundo, incluido el actual director del TNC, Xavier Alberti, ha salido encantado del film, que a mí me ha resultado una gran oportunidad perdida. Quizás, pienso yo, si hubiera conservado tal cual las 30 horas de entrevista filmada previa, y hubiera tan solo intercalado todas esas extraordinarias, fascinantes fotografías y filmaciones personales…
Prefiero hablar, pues, de Dacia Maraini, su protagonista, que ha presentado y luego comentado la sesión, de su fascinante vida y de su clarividente y combativo pensamiento actual.
Ha hecho la presentación hablando del viaje, justo lo que el título del film parecía prometer. Para algunos, ha dicho, el viaje puede ser una fuga de sí mismo. Pero puede ser también una forma extraordinaria de conocimiento, teniendo en cuenta que al poner en contacto con otra cultura puede acarrear un peligro. El riesgo es, de hecho, el alma del viaje…
Ha hecho bastante mención luego de los dos enormes personajes que aparecen por el minutaje final del film, Pier Paolo Pasolini y Alberto Moravia, dejándote clavada la mirada y oídos en la pantalla. Era, ha comentado, en un tiempo en que toda Italia se reconocía en ellos, pero no sólo en ellos. Una Italia que se sentía próxima a sus escritores, poetas, cineastas.
Y -ahí ha cogido carrerilla- se ha encargado de expresar el abismo introducido por Berlusconi en su país (luego esparcido por toda Europa, como ha admitido más tarde). Berlusconi ha hecho –explica- caer hasta lo más bajo a la sociedad italiana. Ha puesto en primer plano el egoísmo, la insolidaridad, la rivalidad personal. Con Berlusconi, el otro es siempre el enemigo. Y ha puesto cara de asco, dejando claro lo despreciable de ese postulado.
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