Mañana martes la Filmoteca dará luz a "Ensalada Baudelaire" (Leopoldo Pomés, 1978). Me ha parecido la ocasión para rescatar este texto que escribí en 1994, y que finalmente no incluí en el libro que Martí Rom y yo editamos sobre Pomés para la Associació d'Enginyers. Su tesis era que la película ofrece mucho más que lo que aparenta. Aquí lo transcribo, sin corregir ni añadir nada:
Ensalada Catalana
Alrededor de 1979 pocos estaban preparados para admitir una "Ensalada Baudelaire". Por lo visto ahora, el pintor Antonio López era uno de ellos, ya que en palabras de reconocimiento vertidas años después a Leopoldo Pomés, la consideró "una de las películas más perturbadoras que había visto". Y es verdad que algo hay de eso en una película que muestra a una impecable representante de la alta burguesía barcelonesa (que podía haber sido en su día, dado su tipo -alta, rubia, de aspecto aparentemente frío-, heroína de una película de Hitchcok), bañándose desnuda en una cala de la Costa Brava, mientras rehuye toda mirada de su marido.
Pero en 1979 el potencial espectador de "Ensalada Baudelaire" estaba por otras hierbas. Qué hierbas eran esas es fácil de contar, visto en retrospectiva: Por un lado repescas de todo un cine de autor, prohibido en nuestras pantallas cuando habría tocado exhibirlo (Pasolini, Buñuel, Fellini,...). Por otro lado, cine directa o indirectamente político, resituador de la memoria ("La vieja memoria" fue, precisamente, una extraordinaria muestra -bastante singular, desgraciadamente- de este tipo de cine, pero la mayoría se perdía por caminos pseudonostálgicos llenos de verborrea ya entonces de difícil digestión, y supongo que hoy en día provocadora de urticaria (cine estilo Garci). El triángulo se completaba con una serie de apresuradas demostraciones de que la (inexistente) educación sexual de los españoles había provocado enfermos crónicos: un vergonzante cine, que no podría llamarse erótico sin sonrojo, inundaba el curioso invento de la exhibición letra "S", de "Sensibilidad". (En este caso era cierto lo de la posibilidad de herir la sensibilidad del espectador, pero se trataba de otro tipo de sensibilidad la dañada).
¿En qué lado de este triángulo podía encajar "Ensalada Baudelaire"? No podía engrosar las filas del cine de autor pese a que, como veremos, tiene una serie de componentes muy próximos a la personalidad de su realizador, ya que éste era nada menos que un representante del mundo publicitario. La inconveniencia política de la dedicación a la publicidad ahuyentaba también al posible espectador del segundo tipo de cine como a alma que lleva el diablo. Quedaba el tercer tipo de cine, el pseudo erótico, falsamente erótico, pues. En la época del "destape", "Ensalada Baudelaire" debía atraer como otra película más de destape a ese espectador que, decepcionado al encontrar totalmente pervertido el mundo buscado, una vez consumida toda la película gritaba aquello de "¡Ésta es la porquería que nos trae la democracia!" Porque "Ensalada Baudelaire", al contrario del cine al uso, contiene, mucho más allá de las escenas de desnudos, unos cuantos momentos del más sugeridor erotismo: La película se inicia con la sesión fotográfica que Xavier Elorriaga hurta, sin que ella lo sepa, a su mujer, desnuda entre las sábanas. Primeros planos concretos, que muestran el descubrimiento de un cubrecama para dar con alguna parte de la anatomía de ella, acercan fácilmente al espectador a la ansiedad del protagonista. Con la cámara, el personaje que interpreta Xavier Elorriaga persigue más tarde la imagen de su mujer, tras una lejana persiana entreabierta. Sin la cámara, durante el desayuno, su mirada se desvía ineludiblemente de la tostada hacia su escote. La misma escena de baño de ella mencionada anteriormente, en la que el espectador capta que disfruta exhibiéndose ante desconocidos, mientras niega toda pequeña satisfacción a un marido obsesionado por ella...
Salvando un primer momento (la llegada al puerto, la preparación del caviar,...) en que el escenario, la planificación y la música podían hacer temer estar ante una españolada con visos de "S" sofisticada, toda la película está trufada de elementos que, alejándola del cine de destape al uso, la sitúan correctamente dentro de un posible cine erótico.
Se acusó en su día a "Ensalada baudelaire" de ser una película de un fotógrafo publicitario, figura denostada al máximo en aquel momento. Fotografías hay, ciertamente, muchas en la película, ya que sirven para dar una serie de apoyaturas argumentales. Desde el subrayado inicial sobre la afición fotográfica del personaje de Xavier Elorriaga -recurrente en buena parte del film, hasta que pierde el dominio de la cámara fotográfica-, se pasa a unas fotografías enmarcadas que explican la estabilidad moral y social que reina en el ambientefamiliar, estabilidad que más tarde, al igual que hacen gráficamente otras similares fotos del barco, se tambalea con fuerza hasta caerse por los suelos.
El "touche" publicitario también existe, pero tratado con ironía autoreflexiva, con toda esa puesta en escena del mundo de las modelos a la que la trama del thriller que deviene la película conduce.
Vista hoy en día, la película conserva en alto grado la perfección cíclica, con esas dos panorámicas que abren y cierran el film con una planificación similar, pero con contenidos bien diferentes (de la placidez de la cuida de un bonsai en un entorno de belén a los dramáticos resultados de una venganza consumada); la certera definición inicial de la distinta extracción social de la pareja (ese reproche de ella a la utilización indebida por parte de él de una cucharilla de desayuno); el rendimiento logrado en el ánimo del espectador por ciertas puntuaciones narrativas (como la fugaz aparición/amenaza, luego confirmada, del pedaló) que dan pie a ir subiendo el tono de intranquilidad de los personajes y del propio espectador de la película, desde ese plácido bienestar inicial hasta ese descenso a los infiernos que provoca la entrada de elementos extraños en ese mundo cerrado representado por el yate.
Esa amenaza e intromisión de un mundo hostil exterior en los dominios de lujo y bienestar de los protagonistas es engañoso. Como muy bien se encargan de acentuar los otros dos divertidos finales alternativos incluidos en el film, el verdadero conflicto existe entre los dos componentes de la pareja, sin necesidad de agentes externos que lo desencadenen (la pareja que provoca toda la angustia final, pero también todo el grupo de amigos sofisticados que, magníficamente retratados en el film con música de fondo palaciega, acceden al yate).
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