Dijo anoche en la Filmoteca Gonzalo García Pelayo que actuó en “Alegrías de Cádiz” (2013) por acumulación: Debía salir la Caleta, la plaza de la Mina, los puestos del pescado, Fernando Quiñones, el Tío de la Tiza,… Que le hablaron de la calle de la Soledad y de la calle de la Soledad Moderna y que tuvo que volver para rodarlas y que salieran en el film.
Por encima de sus historias, del elaborado metacine de la película, con su narración en off avanzando lo que sucederá escenas más adelante, con sus poéticos letreros no sólo aclaratorios, “Alegrías de Cádiz” se puede ver como un recorrido vivo pero sentimental, recopilación de la esencia de la ciudad. O al menos así me llega también a mí.
Mi padre se crió en Jerez, Cádiz y Sevilla. En casa, de pequeños, íbamos en verano a L’Escala, de donde era la familia de mi madre, que conservaba una casa en el centro del pueblo. Íbamos cada mañana, claro, a las playas de Empuries, que son, ciertamente, muy bonitas. Pero mi padre no hacía sino ponerles peros, y siempre acababa diciendo eso de “En Cádiz sí que había unas playas…”
No fue hasta hará unos seis años, ya hacía tiempo muerto mi padre, que fui en peregrinaje a conocer Jerez y Cádiz. Y sí tiene playas esa extraordinaria ciudad. Que, como está mandado, salen también en la película.
En la foto, hecha y fechada por mi abuela, aparece mi abuelo con su hijo mayor –mi padre- en 1928 ...en la playa de Cádiz.
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