Un correo electrónico que acabo de recibir me ha llenado de emoción.
He constatado que unas no negaré que desesperantemente laboriosas y cansadas expediciones, efectuadas este verano en busca de de un tesoro variable, mal definido y por tanto esquivo, han tenido finalmente un fruto increíblemente superior al nunca por mí pensado, que era simplemente ofrecer lectura y actividad intelectual a un amigo, Josep Torrell, que pedía materiales que le faltaban para sus trabajos, estando él impedido para localizarlos por sí mismo.
Pero dejemos eso, y centrémonos en el sorprendente resultado que acabo de ver, que enlazo al final.
Josep Torrell, de la misma forma que no tengo dudas en suponer que es el máximo conocedor por estos pagos de la obra de Pier Paolo Pasolini, demuestra ahora, en el artículo enlazado que acaba de aparecer, que es así mismo el gran conocedor de por aquí de Eisenstein, al que con una pasión y constancia bárbaras se ha ido aproximando toda su vida, logrando vencer inconvenientes ante los que habríamos sucumbido todos. ¿Alguien se puede imaginar, pongamos por caso, viajando sin conocimientos del idioma, a rastrear archivos fílmicos soviéticos, y tragándose toda película con la que se encuentrase, aunque sólo dispusiera de las desconocidos voces rusas o de extraños caracteres cirílicos? Porque hizo eso en su día.
Pero no se trata de hazañas de este tipo únicamente. En los últimos años se ha empeñado en descifrar, en toda la amplitud de la palabra,la obra de Eisenstein, y no se ha contentado con ver lo que depara toda la bibliografía existente, sino que, primeramente ha situado perfectamente las circunstancias particulares de ejecución de cada una de las obras de esa bibliografía, para luego, con una concentración loable, leer párrafo a párrafo sus páginas, confrontarlos con sus otras versiones y, a su vez, con las películas disponibles. Todo ello, lo puedo asegurar, mediante un empeño y esfuerzo que nos dejaría a todos asombrados de saber cómo y en qué condiciones se ha llevado a cabo.
El resumen de sus hallazgos lo publica ahora la revista EspaiMarx, he de interpretar que también gracias al esfuerzo adicional de Xavier Pedrol, a quien menciona Torrell como puente imprescindible para dar la completa claridad de lo que puede leerse.
Es un gozo de artículo que habla de los muros con los que en ocasiones se topa la lectura de ciertos textos, de la incidencia, debilidades y en ocasiones tergiversaciones de las traducciones, y de la necesidad de no dar nunca por perdida la ilusión de entender aquello que por las circunstancias, que no por deseo de su autor, se ha hecho y admitido como opaco.
Sostiene Torrell, y yo me lo creo a pies juntillas, que si las obras teóricas de Eisenstein nos resultan a veces tan difícilmente comprensibles, de forma que ya todos las admiten así, eso tiene sus razones, y no hay que abdicar de querer llegar a su claridad original, y a su intención primera, que además contenía una idea social que ahora, en nuestros días, aparece casi enterrada.
Un canto al esfuerzo investigador, al trabajo del buen traductor, a la emoción del trabajo intelectual bien hecho.



















































