domingo, 15 de diciembre de 2024

Autobiografía de Nicolae Ceausescu




Las primeras y últimas imágenes de “Autobiografía de Nicolae Ceausescu” (Andrei Ujica, 2010; ayer en la Filmoteca) no corresponderían en buena ley a su autobiografía. Se trata de imágenes que sacaron de la pareja presidencial en el pseudo-juicio que montaron contra ellos antes de matarlos.
El resto sí podemos decir que son las imágenes dictadas por él y su camarilla. Para entendernos, reportajes sobre sus recepciones, viajes (siempre agasajado por todos los líderes del mundo), discursos (de un bajísimo nivel, pero recibidos con estruendosos aplausos), visitas de obras… y escenas supuestamente más privadas, como sus cacerías (¿a qué me recuerda eso?), fiestas o descansos con su mujer, se supone que todos trasmitidos en hora estelar por la televisión estatal para ir comiendo el coco de la audiencia.
Toda una primera parte los baños de masas son -la técnica del momento obliga- en blanco y negro, mientras que sobre la mitad irrumpe el color con una grabación en la que Ceausescu y su mujer, patosos perdidos, juegan con unos cuantos de sus aduladores al balonvolea, sin dar una a derechas. Sólo una escena más para hacernos dar cuenta que sólo se trata de unos tristes catetos absolutos, que en condiciones normales no destacarían en ningún campo.
Es inevitable pensar cómo llegaron a ser los líderes intocables, para los que se organizaban vergonzantes celebraciones masivas de sus cumpleaños, congresos con respuestas unánimes de sus zalameros diputados, desfiles y paradas gimnásticas y de danza (en Rumania y otros sitios, y notoriamente China y sobre todo Corea del Norte) que ríete de la Barbie.
Pero quizás esas imágenes de su servicio de propaganda seguirían haciendo hoy mella: A la salida de la sala una señora, confusa, me dirige la palabra:
-¿Pero no lo asesinaron? He esperado hasta el final para verlo, pero no se ve lo que recordaba.
-Sí, si, después de ese juicio de pega, los mataron.
-¿Pero por qué? Si se ve lo bien que lo hicieron todo…





 

viernes, 13 de diciembre de 2024

Adieu sauvage

María Luna, coordinadora de la Mostra de Cinema Colombià y Sergio Guataquira Sarmiento intercambian miradas antes de iniciar la sesión. Sus perfiles delatan fácilmente sus origenes.

Me supuso un esfuerzo grande ir ayer a la Filmoteca a ver la segunda película de la Muestra de Cine Colombiano. Por una parte, cayó toda la tarde una continua y fuerte lluvia. Por otra, la película de Mayolo que inauguró el ciclo no fue santo de mi devoción… Pero vencí los prejuicios… y valió la pena.
“Adieu sauvage” (2023) es el primer largometraje de Sergio Guataquira Sarmiento, estudiante de cine en Bélgica, que ha tenido una buena repercusión por festivales de todo el mundo (¡hablan de una cincuentena!) y ha recibido el Magritte al mejor documental, el más sonado premio que otorga la profesión del cine belga.
Para este primer largometraje, tras haber hecho cortos de ficción, Guataquira se dispuso a rodar un documental en la zona amazónica de sus orígenes.
Así planteada, la cosa comportaba unos cuantos peligros. Uno claro podría ser el ofrecer una lección concienciadora para mentes occidentales. Otro, caer en un cierto preciosismo estético amazónico, mezclado o no con la idealización sin mesura de la bondad e inteligencia indígena.
Diría que Sergio Guataquira salva muy bien esos escollos.
Para lo primero es esencial la mirada irónica que vierte sobre sí mismo en la película, ajena por completo a la mistificación del autor dotado, endiosado. Nada más empezar, da muestras de ese comportamiento. En la voz en off que marcará el rumbo de la experiencia, el propio director se define como el último príncipe de un perdido linaje del Amazonas… para luego hacer trizas la imagen formada, señalándose como hijo de borrachos y de un conductor de un descuidado autocar que por mal mantenimiento se precipitó por un barranco con todo su pasaje.
Pero hay muchos más ejemplos en esa línea. Explica, por ejemplo, su incomodidad al verse a sí mismo cuando da su discurso de presentación en la Amazonía, sintiéndose como un político vendiéndose a base de imposturas. Y no hace falta mucha intuición para notar que, en vez de mostrarse como arrogante cineasta europeo, hace en la película de patoso con todo lo que ensaya, y no puede sino caer bien.
No hay preciosismo selvático, pero sí una muy bella y funcional fotografía en blanco y negro, en formato horizontal. En el coloquio dio pistas sobre la sólida preparación cinematográfica del menor detalle: procedente él mismo de la ficción, el blanco y negro le ayudaba, al dejarse moldear, al contrario que el color, en su idea de “hacer una película”, pues no hay nunca que entender que rodar un documental consiste en “sacar la realidad tal como es”. La distancia con la que están filmadas las personas y las cosas en diferentes momentos tampoco está dejada al azar, precisamente…
Y, por último, todos sus descubrimientos de la cultura indígena -que lo ha perdido casi todo- están pasados por una sana ironía: véase, por ejemplo, su aplicación del remedio para sus insoportables ronquidos nocturnos.
Las primeras imágenes, él en off narrando su llegada a Mitú, en la región colombiana más cercana a Brasil, sorprenden. Entabla conversación con el conductor del triciclo que le lleva desde el aeropuerto sobre el tema que, en principio, va a tratar en su documental (la oleada de suicidios entre la población indígena), y desde el interior del vehículo no hacemos sino ver un infernal mundo de motocicletas cruzándose, en unas imágenes que me han recordado a varios films del sudeste asiático.
Las escenas que capta de Mitú (luego se concentrará en una pequeña aldea cercana) hablan de una tierra de nadie, producto anómalo de las guerras, que han dejado conviviendo a militares e indígenas despojados de sus tierras.
A partir de ahí, vamos sintiendo una serie de extrañezas (como que el indígena que le instruye a él en todo, que se llama nada menos que Laureano Gallego López, le llame a él, con sus rasgos heredados tan evidentes, “blanco”), que la propia película irá explicando.
En el coloquio posterior, Sergio Guataquira terminó con una hermosa anécdota que confirma su imagen en el film de patoso y, a la vez, define muy bien cómo entiende debe ser, en casos como el que nos ocupa, su cine. Explicó que los colombianos (y tengo anécdotas que muestran que esto es así) socializan mediante el baile. Pero, siendo él un nulo bailarín -por eso, indicó, “me dedico al cine”-, su madre le decía que se dejase llevar, que siguiera el paso. En un documental como éste, ante Laureano y su familia, “yo tenía claro que no debía imponer nada, sino seguir el paso”.

Llegando al aeropuerto de Mitú, desde el rickshaw, o como le llamen en Colombia. Al poco rato, la calzada se llena de motocicletas.

La primera mirada, pudorosa, a los indígenas, está tomada desde la distancia.

Camino, por el río, del poblado en el que va a pasar unos meses, participando en las labores y filmando. Ese traslado cuando apenas se conocen, en la canoa y en el sendero desde el río al poblado, lleno de juegos y risas con los niños, cámara en mano, de autodescubrimientos, te congracia con su postura como cineasta.

Laureano Gallego López quien va ser el maestro de Sergio (y por lo tanto nuestro) de todo un mundo que se acaba precipitadamente.

La escena de la llegada del gobernador a la comunidad. Esperpento total.

Ya sin su chaqueta con la bandera colombiana, en el coloquio final.
 

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Valentin Valentin

El que aparece asesinado es Valentin, querido por todos.

Con su madre, Arielle Dombasle.

Agathe Bonitzer, una de las que comparten piso en el edificio.

Para ir llenando el registro, como solicitaba Estrella. Va de “Valentin Valentin” (Pascal Thomas, 2014).
La iba viendo y no viendo, hasta que al final me he dicho que tampoco estaba tan mal.
Muestra al asesinado y el lugar del crimen al principio y luego, tratándose de Pascal Thomas y siendo las continuas situaciones de la narración / flashback las que son, te dices que todo se resolverá en tono de comedia. Pero luego, valorando, ves que no tanto…
Son los personajes -tipos tirando a caricaturescos- de un bonito edificio parisino, los que, al estilo ‘13 rue del Percebe’, marcarán la historia… y entre los que deberá salir el asesino, aunque durante mucho metraje, salvo valorar el peligro al que se somete Valentin, casi te olvidas de ello, pasando a seguir los diferentes caracteres de los vecinos, se entiende que representativos de medio mundo.
Por el edificio circulan un buen montón de actores franceses y, entre los veteranos, Geraldine Chaplin y -a ella le sentará fatal el calificativo- Arielle Dombasle.


 

Agathe, Solange et moi


Un pequeño descubrimiento que me ha hecho por momentos feliz.
Sabía que Agathe Bonitzer era hija de Pascal Bonitzer y Sophie Fillieres. He estado entonces buscando si Louise Narboni era a su vez hija de Jean Narboni, pero como no he logrado sacar nada en claro, me he dispuesto, resignado, a ver la película. Al cabo de un rato, la voz en off de la realizadora aclara que las dos son hijas de los dos antiguos redactores de Cahiers du Cinéma, que son “las Narbonitzers”. Ya satisfecho, me he dispuesto a ver el resto de película.
El pequeño descubrimiento -al menos para mí- es “Agathe, Solange et moi” (Louise Narboni, 2024; visible en ArteTv, por el ArteKino Festival). La misma Louise explica en el film que se ha reencontrado después de muchos años a Agathe en una pequeña galería de su barrio donde exhiben una muestra sobre la abuela de ésta última y que, casi sin pensarlo, le propone hacer una película juntas.
La película, entonces, podría pasar a formar parte de ese grupo ahora relativamente frecuente en la que una cineasta descubre el mundo artístico y hasta los secretos de su abuela, y algo hay de esto, aunque la abuela es de la actriz y no de la realizadora, y ésta lo mezcla todo con sus propios recuerdos personales y de su familia. Eso y sacar a flote un pequeño homenaje que ambas hicieron a la Zazie de Louis Malle hace años, cuando ambas eran unas crías. Por no hablar del continuo ejercicio de constatación del paso del tiempo y la necesidad de aprovecharlo a fondo.
Pero a mí, personalmente, lo que más me ha emocionado ha sido ver esa posible transmisión que últimamente veía en peligro, del cine que amaban los de los Cahiers de los años 80 y 90 (y que marca, en buena parte, el cine que más interés me ha despertado), quizás por herencia de genes, a sus hijas, asegurando la continuidad esperada.

En la galería destaca la cabeza de Pascal Bonitzer.

En la galería.con Alexandre, el hijo de Louise Bonitzer, que también da muestras de poder perpetuar la tradición una generación más.

Agathe en casa de su abuela, ante el cuadro al que llama “Solange de verd”.


 

lunes, 9 de diciembre de 2024

Fragmentos del paraiso


Vi, hace ya un tiempo, un buen documental sobre Jonás Mekas. Escribí entonces algo sobre él. Pues bien, leyendo hoy de nuevo el articulín que escribí, pues lo publica ahora La Charca Literaria, me he dado cuenta que me balanceé bien balanceado con una cosa.
Ponía en él que Jonás Mekas nos lanzaba un brindis y se bebía una copa de vino en la “Correspondencia Jonás Mekas-José Luis Guerin” (2011), cuando creo que en realidad esa escena estaba en el previo largometraje de Guerin, “Guest” (2010).
Pero vaya, lo dejo así. Total, ¿qué es la vida, sino un continuo balanceo de aquí para allá, a veces más brusco -hasta descalabrarte-, otras más suave y reconfortante?
Aviso que, aunque sale en “Los lunes, día del espectador”, lo escribí en realidad para esa sección de “Casi llore de emoción al ver esa escena en el cine” que, como ya apenas si voy al cine y es raro que me emocionen de verdad las películas que veo últimamente por otros canales, está hace un tiempo bastante desubicada y desnutrida.
El enlace al artículo, con ‘fake-news’ incluida:

 

Dos Capra pre-Código Hays

The bitter tea of general Yen.

Forbidden

Rafael Alarcón Sierra avisaba de dos películas rodadas en 1932 por Frank Capra, con Barbara Stanwyck de actriz principal, que podían verse en en el canal Classic de Movistar, un canal que súbitamente quitaron de su paquete básico.
Las dos, una vez vistas, hacen apreciar el dinamismo, interés y radicalidad del cine norteamericano de la época y, como él mismo señalaba, todo aquello con lo que acabaría aniquilando poco después el código Hays.
En la primera, “La amargura del general Yen”, ambientada en la China de la guerra civil, el sanguinario y sofisticado general del título pierde el oremus por una misionera y, ciertamente, con el Código Hays imperante ya nos podríamos despedir sin remedio de su extraordinario final.
En la segunda, “Forbidden” (“Amor prohibido”), película sin baches, redonda donde las haya, una bibliotecaria emprende un viaje rompedor afectada por los aires de la primavera. Eso dará pie inicialmente a una divertidísima comedia… que se convierte en enrevesado melodrama. Tampoco sería posible con el Código Hays.
Pero, ahora que lo pienso, lo que cuentan ambas y el espíritu con el que lo hacen, también sería impensable hoy en día. Ambas permanecerían sin realizarse, quemadas en el infierno, por pecaminosas, contrarias a varias certezas actuales.

 

domingo, 8 de diciembre de 2024

Cinzento e negro

En los prados de la isla de Pico, contemplando la de Faial.

El Peter’s Café y Faial, la isla de Pico, hasta el queso de Sao Jorge tienen un gran protagonismo e infieren carácter a “Cinzento e negro” (Luis Filipe Rocha, 2015; en Filmin), que se convierte, con sus citas literarias (Homero, Pavese y creo recordar que Brandão) en una especie de cine negro-literario.
Una primera parte, la más literaria, con un singular viajero y su extraña pareja perseguidora. Una segunda, más policiaca, en un barrio de Lisboa, para aclarar de dónde viene todo, si bien sembrando alguna otra intriga más profunda y la de qué final se les dará a las historias desencadenadas en la tercera parte, si bien por algún indicio previo, algo ya se intuía.
Quizás, aunque el marco y el tono requieran calma en toda su exposición, las más de dos horas, una vez captada la naturaleza del asunto, puedan resultar algo excesivas, pero en cualquier caso da gusto encontrarse con una película que, como ésta, denota su trabajo previo de preparación de personajes y situaciones y filmación. ¿Se deberán estos aspectos que tanto me han gustado a los casi veinte años que ya han pasado desde que se hizo?

El Peter’s Café de Horta, en Faial. Me fijé en su existencia por un relato de Vila Matas, quien, a su vez, hacía referencia,creo, a Tabucchi.

Porto Pim.

Y el barrio de Lisboa.

De fondo, el volcán que da nombre a Pico. 

viernes, 6 de diciembre de 2024

De l’amitié


Filmin ha colgado también -en una semana muy productiva- una serie de cosas de Pablo García Canga.
De entre ellas he visto, y creo que he escogido bien, “De l’amitié” (2018).
Son 30 minutos, en blanco y negro, tres personajes: dos amigos muy compenetrados y la novia de uno de ellos. Entre ellos está el juego.
Pablo G. Canga dice que está basado en un cuento de Diderot -“Ceci n’est pas un conte”- y un corto de Paulino Viota -“Julia de todos”- a su vez basado en él.
Por su tema, por su ambiente (se trata de unos estudiosos pensadores que se mueven por el mundo de los cafés, las bibliotecas y centros de estudios parisinos), por su clara voluntad de semejarse a sus referentes (un tipo de cine francés independiente que durante mucho tiempo ha marcado profundamente), está siempre a punto de caer en el más sonado ridículo, pero tras esta visión me ha dado la impresión de que ha sorteado el peligro, saliendo victoriosa, con nota.

 

Szerelmem Elektra


Después de bastantes películas que hablaban de revoluciones o revueltas y sus correspondientes represiones, le debió resultar a Miklós Jancsó ya demasiado explotada la historia reciente, y echó mano de los mitos.
“Szerelmem, Elektra” (1974; anoche en la Filmoteca) sería una versión del de Electra, aunque no me acaben sus peripecias de casar del todo.
Su primer plano secuencia se inicia con el sonido de los cascos de caballos sobre tierra. No es su típico rondó porque, cuando la niebla que lo invade todo nos permite distinguir a los jinetes, éstos se dirigen en columna a una única dirección, la del escenario -una enorme planicie- en el que se desarrollará toda la película. Es ahí donde ya galoparan alrededor de todos los otros figurantes de esta colosal organización.
Quizás se distingue de las anteriores por su mayor número de danzantes, por sus coreografías más rítmicas y por unos vaivenes menos bruscos de los personajes.
El plano más espectacular, sin lugar a dudas, el del helicóptero rojo que se lleva y retorna a Electra y Orestes. Un anacronismo óptimo para dejar claras las intenciones de Jancsó, quien aprovecha para soltar una bella proclama -aunque se la lleve el viento- sobre el continuo reinicio de la historia.




El tirano, haciendo equilibrios encima de la enorme bola.



 

jueves, 5 de diciembre de 2024

François Truffaut - le scénario de ma vie


Otra vuelta de tuerca a François Truffaut. “François Truffaut, le scénario de ma vie” (David Teboul, 2024) ordena y cuenta la vida de Truffaut a través de sus declaraciones, sus escritos y cartas (leídos por Louis Garrel) o las cartas recibidas de sus muchos corresponsales (leídas por otros conocidos actores) o bien siguiendo el hilo de sus biografías (leídas por Isabelle Huppert haciendo de narradora).

El texto escrito leído es lo que predomina en el documental, en el que ha colaborado Serge Toubiana. En la pantalla, a las numerosas fotografías (con profusión de poco conocidas) se suman algún reportaje y numerosos fragmentos de sus principales películas, montados de forma que casen con la fase enunciada por las voces. Según indica un rótulo inicial, parte del relato parte de la autobiografía que Truffaut estaba elaborando con Claude de Givray cuando murió.

Puede verse en el enlace de abajo, pero en versión original sin subtítulos, y con las interrupciones de numerosos bloques de tres pesados, repetitivos e idiotas anuncios:

https://www.dailymotion.com/video/x97qp9i



De una carta/juego escrita por Truffaut a sus hijas.