Preparando la entrada anterior, sobre el cartel de "L'homme qui amait les femmes", he recordado que había escrito una cosilla partiendo de una imagen de la película, que en ese momento me afectó especialmente, porque viajaba mucho por trabajo. Me ha costado dar con ello. Fue un pequeño -realmente- escrito para la revista de los ingenieros catalanes, "Full dels Enginyers", que apareció en su número 103, de mayo/junio 1994. La foto refleja la escena en concreto de que se habla. La sala del aeropuerto transfigurada -y antes de la transfiguración- era más bien una pobre y limitada habitación, y los zapatos acusan el paso del tiempo sobre una moda nunca espectacular, pero ahí está.
IB2513. EMBARQUE 8.10, PUERTA 2
LA PERSPECTIVA INFINITA
IB2513. EMBARQUE 8.10, PUERTA 2
Visto hoy mismo en "L'homme qui ammait les femmes" (F. Truffault, 1977),
grabada en vídeo de una sesión del Canal 33, con un espantoso doblaje al
catalán, pero con el detalle de carecer de cortes publicitarios.
Bernard, el protagonista, está en una de esas asépticas salas de espera de
aeropuerto. Mas tarde sabremos que se dirige en avión desde Montpellier, la
ciudad en la que vive, a París, para hablar con los responsables de la
editorial que le va a publicar el libro que ha escrito. La sala, pequeña como
corresponde a un aeropuerto de ciudad secundaria, está repleta de hombres de
negocios. Estamos en los 70, y la moda de esos años acentúa, visto 20 después,
la uniforme fealdad de los ejecutivos que conforman todo el pasaje: traje,
corbata, el inevitable portafolios. Por un momento, Bernard se imagina, en vez
de las perneras de los pantalones de los ejecutivos, un buen ramillete de
piernas de mujeres en plena conversación, para salir inmediatamente de su
ensoñación y volver a la realidad. Lo que podría ser un recurso de mala comedia
española tiene un inevitable tono de tristeza.
De toda esa maravillosa película de Truffault, que recuerda una época
cercana en la que el cine era un espectáculo habitual, que hablaba de cosas
próximas, he entresacado este pequeño flash, bastante alejado del tono general
del film. Lo he hecho porque inmediatamente se me han pasado por la cabeza esos
viajes que, bien seguro, cantidad de ingenieros emprenden con gran frecuencia.
Pensando en que al menos alguno de ellos, por algún instante, debe dejar volar
la cabeza hacia otros mundos personales. No por casualidad Bernard es, al fin y
al cabo, ingeniero aeronáutico.
J.M. GARCIA FERRER
No hay comentarios:
Publicar un comentario