sábado, 31 de agosto de 2024

Vértigo



Las películas de Hitchcock se reestrenaban frecuentemente, y pasaban por la televisión de forma habitual, pero por una cuestión de derechos que nunca acabé de entender, “Vértigo” (1958, ayer segunda sesión -habrá una tercera- en sala grande abarrotada en la Filmoteca) no se reestrenó en mucho tiempo.
Como se había pasado en el Festival de San Sebastián, y los films que utilizaban esa plataforma (o resultaban agraciados con un premio: no recuerdo) firmaban que la copia proyectada pasaría a propiedad del festival, la Filmoteca Española dispuso de ella… que es la que pasaron en los primeros 70 en su sede de la calle Mercaders, donde la vi por vez primera.
Será porque acudía a ver un Hitchcock juguetón, o por lo que fuera, adquirí entonces constancia de su singularidad e importancia, de la que ya había leído, pero creo que no entendí nada. Eso quiere decir que me metí un lío grande entre tanta Kim Novak, pues, aunque cueste creerlo, en mí no tuvo éxito ese flashback tan preciso en la charnela central del film, en el cambio de Madeleine a Julie, que nos muestra lo que realmente le pasó a la primera en el campanario, ni esa carta que escribe y rompe Julie explicándole todo a Scottie… y de paso al espectador, una escena que anoche me pareció penosa, precisamente, por redundante, excesivamente explicativa, propia de considerar al público idiota, incapaz de ver tres en un burro.
En veces sucesivas fui entendiendo hasta lo más profundo y amando más y más la película, diría que sobre todo por ese exceso romántico, de amor más allá de la muerte, acentuado por la partitura de Bernard Hermann (quien en la Filmoteca es ovacionado cuando aparece su nombre en los títulos de crédito). Pero me da la impresión de que últimamente había hecho mucha más visión parcial, de escenas concretas, que de la película completa.
A eso contribuyó también un viaje familiar a San Francisco y su zona, siguiendo los escenarios de “Vértigo” (Casa con apartamento de Madeleine, callejón de la floristería, Misión Dolores, Museo -sin ver por ningún lado el cromo con Carlota-, Fort Point, Sequoias, Misión San Juan Bautista,…) y de “Los pájaros”, teniendo como guía una separata de “Les Inrockuptibles” que sostenía que Juan Pablo I, aunque no lo divulgara, era un cinéfilo empedernido, pues acababa de hacer un recorrido por la zona y no había dejado localización de esas películas al margen en su itinerario.
No quisiera entonces aquí detenerme en tanta secuencia famosa, y procuraré hablar de lo que he visto ahora como si fuera nuevo.
-De los títulos de crédito de Saúl Bass (¡vaya extraordinario mini ciclo de tres creaciones suyas para tres títulos que llevo!), inseparables a la banda sonora de Hermann, he visto hasta en la sopa ese rostro virado en rojo con un ojo que se convierte al girar en espirales, pero me supo a nuevo ese medio rostro inicial, con planos en primerísimo plano del ojo, todo en blanco y negro: extraordinariamente atractivo, enormemente moderno.
-Tras la escena inicial de choque, con la persecución por los terrados de San Francisco (se ve la isla de Alcatraz al fondo) y la desgracia presenciada, hay un corte seco a un interior muy cálido y alegre. Se trata del estudio de Midge, la eterna pero callada enamorada -sin correspondencia- de Scottie, y vemos a ella trabajando en sus diseños a la izquierda y él sentado, la pierna estirada, en un sillón de la derecha. Como se trata del mismo actor y en una similar circunstancia, no he podido sino relacionar la escena con “La ventana indiscreta”, si bien la relación entre los dos personajes es bastante disimilar a la de los personajes (Grace kelly y su pareja) en esa otra película.
-Conrado Xalabarder, nuestro experto en la cosa musical, con exquisito cuidado diferencia lo que es en esencia la misma música según se trate en la acción del personaje de Madeleine o del de Julie y, compadecido con el triste papel que le hace Scottie a Midge, señala el hecho que Hermann no le dedica ni una línea de su música a ella. Anoche me fijé en ese silencio musical, solo roto -diegéticamente- por música clásica que gusta a Midge o que ella cree puede ir bien (Mozart) al depresivo Scottie.
-Scottie le dice a Madeleine en el bosque de Sequoias (¡qué impresión, esa escena en la que ella, señalando el corte de uno de los árboles, dice eso de “nací por aquí, aquí morí”, que intenté reproducir con voz apagada y éxito regular ante mis hijas!) que se trata de Sequoias Serpenvirens, es decir, siempre vivas, siempre verdes. Ayer caí en que ese verde que no acaba nunca ligaba perfectamente con el verde con el que Hitchcock envolvía a Madeleine… para recuperarlo de forma superlativa en la transformación de Julie gracias al anuncio luminoso del Hotel Empire.
-Si bien, como señalaba Les Inrroks con respecto al Papa, en nuestro viaje estuvimos a punto de ver la mismísima tumba de Carlota Valdés en Misión Dolores (porque, pese a ser de atrezo, se había conservado en el pequeño cementerio hasta poco tiempo antes), anoche vi que no habíamos hecho lo mismo con la tumba de Madeleine, y eso que viendo ayer el plano correspondiente de la película, pasamos con el coche por ahí al lado. No debía estar censado en la separata de Les Inrocks.
-He distinguido en la película por vez primera Union Square, la Plaza Cataluña de San Francisco, que no parece la de ese papel tan central, porque está desierta en un deambular nocturno, muy oscuro, del apesadumbrado Scottie.
-Para colocar una crítica, y no responde a lo enrevesado y más bien increíble plan trazado por las fuerzas del mal, que eso ya suele pasar en casi todo Hitchcock, diré que en esta ocasión me ha saltado mucho a la cara la casi nula reacción de Julie al toparse, abriendo la puerta, con Scottie y el exagerado maquillaje (con el que más parece una furcia) que le hacen ponerse.
A la Filmoteca le costará recuperarse de este ciclo de Hitchcock sonoro. ¿Cómo hará para acercarse al éxito de público que está resultando? ¿Y para dar continuidad a ese alto porcentaje de público joven que, inesperadamente, sigue el ciclo?
La copia era buena, pero debo decir que, excepcionalmente, la proyección no fue óptima: por el final, en escenas oscuras apenas se veía nada, por estar llena la pantalla de reflejos de luz. Gire la cabeza y las cortinas que tapan la ventana de las puertas estaban cerradas. Quizás el resplandor viniera de la luz de la cabina de proyección, excepcionalmente fuerte…



 

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