jueves, 29 de agosto de 2024

Con la muerte en los talones

1.- La virgueria de Saúl Bass.

2. Que se convierte en superficie de fachada que refleja la calle.

3.- inesperado picado, sehguramente el más sorprendente de todo Hitchcock. Cary Grant figura ser ese puntito que se dirige raudo hacia el primer taxi.

4.= Picado en el interior de la casa del Monte Rushmore.

5.- En el compartimento del tren. Por cierto: ¡qué bonito tren -Wagon Lits- de decorado en la estación, delante del cual pasa Cary Grant!

6.- Escena icónica hablemos… ante el silencio sepulcral de la música de la banda sonora (el silencio acentúa la sensación de desierto) y el de la platea, respetuosa.

Anteayer no acudí a la cita en la Filmoteca con “Vértigo” (es verdad que había quedado con otra película…) y dudé bastante antes de acudir ayer a “Con la muerte en los talones” (“Nort by Norwest”, 1959), por ser otra de las películas de Hitchcock que más veces había visto y pensar que la tenía demasiado presente.
También es verdad que a cada visión previa le había correspondido un grado de aceptación muy diferente, según la época que se tratase.
Las primeras visiones, siendo yo un crío, en televisión, lo consideré como un film de suspense y aventuras de lo más trepidante.
En los primeros años 70, el coste de alquiler de la película para un cine-club era muy alto, y no había -fui testigo indignado en alguna ocasión-garantías suficientes de que la distribuidora, si lograba un contrato más ambicioso, no se olvidara del compromiso adquirido y cediera la copia a un cine comercial. En 1973, el CCI, de la Escuela de Ingenieros, pudo por fin reservar fecha para pasar “Con la muerte en los talones”… en 1974. Esto ya lo expliqué por aquí hace no mucho: en ese curso habíamos hecho una programación muy comprometida política y socialmente. Para desesperación de Ricard Pasanau, antiguo gestor del cine-club y hitchcockiano convencido, salí antes de la proyección de la película a pedir excusas por su pase, pues desentonaba un montón -dije- de la línea de programación que buscábamos. Quizás por eso, recuerdo que lo que creía trepidante se me hizo en esa ocasión largo y aburrido.
En un pase posterior recuperé su estima, pero también es verdad que en la última ocasión, quizás favorecido por seguramente tratarse de la película más larga de Hitchcock, se me volvió a hacer bastante tediosa.
En la visión de ayer me pareció, sobre todo en su primera mitad, apasionante.
Es curioso (o preocupante) lo de la memoria. Con tanta visión esta claro que todas las escenas reauetefamosas de la película (el asesinato en la ONU, la misteriosa y al final diabólica cita en medio del desierto -pongo su icónica imagen por el final, para que no se diga-, la estratagema de salvación de la sala de subastas, el peligroso recorrido -tambien foto al final- por el monumento Rushmore, el raccord y pícaro símbolo final protagonizado por el tren, pues sí, las tenía muy presentes, pero nada más empezar me di cuenta que había toda una parte de la película que mi memoria había borrado por completo: ¡Creía que empezaba en la ONU, y resulta que la escena que tiene lugar ahí no llega hasta el minuto 40!
La primera maravilla de la película se encuentra en sus títulos de crédito iniciales. Saúl Bass hace una de sus virguerías habituales, dibujando a base de rayas paralelas y perpendiculares la fachada del edificio de la ONU (primera imagen), que se convierte en “real” con su correspondiente reflejo (foto 2), mientras suena la conocida música de Bernard Hermann, que ha arrancado ya con el león de la Metro. Imágenes de neoyorquinos desplazándose para ir a sus trabajos, estilo “The crowd”, completan el cuadro. Todo ello tiene una fuerza inaudita, como puede verse en el enlace del final.
Entramos luego en el también habitual reino de las transparencias, empezando por la proyectada en la trasera de un taxi.
Por otra parte, es ésta, me parece a mí, la de los planos en picado más rompedores de casi todo Hitchcock. Uno primero lo he registrado en la biblioteca de la gran mansión (no he encontrado captura), sigue el tan desconcertante, que imprime una tensión grande, de la escapada de Cary Grant, otro falso culpable que va a ir en busca del verdadero, del edifico de las Naciones Unidas (imagen 3). Pero luego siguen. He encontrado el de la acción en la casa moderna junto al monumento Rushmore (foto 4) que, por vez primera corresponde a un plano subjetivo, puesto que éste sí sería lo que ve, desde el piso superior, Cary Grant.
Es en el tren donde Cary Grant dará con la protagonista femenina, Eva María Saint (foto 5), quien desde luego es una de las heroínas rubias que entusiasma a Hitchcock, que le asigna unos diálogos con CG llenos de malicia. Sólo no lo vio así un vecino espectador de la Filmoteca, que soltó en ese preciso momento un ronquido ensordecedor. Pese a que los Hitchcocks han rejuvenecido la audiencia, rebajando espectacularmente la edad media de los espectadores de la Filmoteca, aún queda alguno de sus clientes habituales.
Eso del ronquido no pasó, por suerte, en la famosa escena del avión que intenta matar de varias maneras a Cary Grant (foto 6) En el libro Truffaut/Hitchcock se dice que dura esa secuencia siete minutos. Yo cronometré diez, y era sin embargo impresionante el eco del marcado, constante y atento silencio de la escena -sin música- entre los espectadores de la llenísima sala Chomón.
Para los que siguen el tema de la relación de los films de Hitchcock con el arte, aquí pueden salir servidos. Por el lado arquitectura está esa casa tan moderna del monte Rushmore (foto 7), que parece inspirada en “La casa de la cascada” de Wright o en otra de Los Ángeles, de Pierre Koening. En lo que respecta a la pintura: no he obtenido la captura que quería, sino una de un tiempo después (foto 8 ). La que no he conseguido me recuerda mucho a una imagen de Botticelli (foto 9) o de Magritte (foto 10).
Poco más que decir. Que cómo pude haber olvidado sus primeros cuarenta minutos, si son donde tienen lugar los mejores gags, con una de sopilante escena con Cary Grant al que han emborrachado para matarlo, lo llevan a la comisaría y allí, en su única llamada permitida para que acudan en su rescate llama… a su madre. ¡Y qué madre!
Creo que me replantearé lo de no ir esta vez a ver “Vértigo”.
Enlace a los títulos de crédito iniciales:

7.- Cary Grant dirigiéndose a pie por la noche hacia la moderna cada del Monte Rushmore.

8.- En la captura que no he encontrado por internet, ellos están cada uno más hacia un extremo. Acaban de encontrarse.

9. Botticcelli. También pienso en detalles de “La Primavera”.

10.- Magritte.

11.- de propina.

12.- También.
 

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