jueves, 22 de agosto de 2024

Enrique IV


Creo que no estrenada en su día, hasta ayer en la Filmoteca no había visto “Enrique IV” (1984), de uno de los directores de cine por los que profeso más admiración, Marco Bellocchio.
¿Qué le pudo interesar a Bellocchio de la obra de Pirandello del mismo título en que se basa?
El clero, la milicia, la familia, la locura. Esos son los principales temas que toca, una y otra vez, en sus diferentes películas, por una razón que finalmente se nos hizo diáfana a los que hemos tenido la suerte de ver una de sus últimas obras, “Marx puede esperar” (2021). Aquí, en “Enrique IV” se habla un poco de todo eso, pero sobre todo se trata de una película más suya -hay otras que inciden también frontalmente en ese tema- sobre la locura.
Cuesta un poco entrar en la película, hacerse cargo de lo que estás viendo. Por una parte vemos que en un Mercedes viaja una sofisticada pareja -al parecer con el título de duques- hasta un enorme caserón con forma de castillo. Pero esta acción del presente se alterna con la de una partida de gente joven vestida de trajes de época, a caballo. Son los recuerdos de ella (Claudia Cardinale) -a los que luego se sumarán los de él (Marcello Mastroiaini) desde el castillo- reviviendo cómo en esas circunstancias el que suponemos debía ser su pareja se cae del caballo y queda aturdido, sin reaccionar. Otro de los pasajeros del coche es un psiquiatra, quien, al parecer, tiene un plan para hacer volver a la razón, veinte años después, a quien sufriera ese accidente, que desde entonces se cree “Enrique IV”, de quien vestía, y ha pasado todo ese largo periodo en un establecimiento en el que todos, vestidos de época, le siguen la cuerda.
El psiquiatra, buscando obsesivamente peces por cualquier sitio o recipiente con agua, da síntomas de estar como una chota, lo que debiera poner en aviso a los espectadores de por donde va a ir la cosa.
En “El jardín de las delicias” (Carlos Saura, 1970) un hombre -Saura se inspiró en Juan March- tiene un accidente de coche y sufre un trastorno mental. Para hacerle recuperar su memoria (están en juego los dineros de Suiza, bajo un código que le quieren hacer recordar), su familia le representa acciones del pasado, para provocarle una chispa en su cabeza que le haga volver en sí. La idea del psiquiatra de “Enrique IV” es similar: se trata de provocar al obnubilado (Marcello Mastroianni) un choque mental, a base de luz, con el presente, y de dar cuerda al reloj que ha estado paralizado veinte años, para que se de de narices con su pasado y presente, para volverlo a la cordura.
Dónde se descubrirá que está la cordura y dónde la locura es la clave de la película. Es el personaje del loco el que, en un momento dado -y podría estar diciéndolo el mismo Bellocchio- señala lo molesto del loco, puesto que “hunde todos los cimientos de la sociedad”.
Película extraña, difícil…hasta que le pescas lo que busca. Y si a alguien no le convence, siempre le queda dejarse llevar por el precioso “Oblivion” de Astor Piazzolla, que marca en un par de momentos la banda sonora del film:

 

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