viernes, 29 de abril de 2016

El caso Winslow


Según explica el propio David Mamet, para la preparación de los actores que iban a interpretar a los criados en "El caso Winslow" ("The Winslow Boy", 1999), contrataron a un antiguo mayordomo, ya de unos noventa años, quien muy ceremoniosamente iba instruyéndoles sobre cómo debían comportarse. Básicamente todo se resumía en que debían evitar ser vistos, como si no existieran. Así lo hace en el film Sara Flind en su papel de Violet, la criada que ha servido en casa de los Winslow toda la vida. Pero en la escena de la imagen, cuando Arthur Winslow (Nigel Hawthorne) le pregunta, entonces sí, ella contesta.
Intentaremos detenernos y comentar pequeños detalles de éstos de los que está llena la película tras verla el próximo lunes 2 de mayo. Información para quien esté interesado y pueda ir en el siguiente enlace:

jueves, 28 de abril de 2016

John From


Tenía una corazonada con una película brasileña del Festival d’A de la que no sabía prácticamente nada: “John From” (Joao Nicolau, 2015). Explicaba a todo aquel que quería oírme que la había escogido porque me atraía enormemente todo el cine de ese país que últimamente había visto. La primera sorpresa ha llegado cuando he descubierto que no se trataba de una película brasileña, sino portuguesa. La segunda, viendo que tenía como protagonista a una chica y a su amiga, ambas casi adolescentes, y que con sus músicas, juegos, comunicaciones vía móvil y demás, quizás fuera más dirigida a la menor de mis hijas que a mí.
Pero no me ha disgustado haber ido anoche a verla. Primero porque no creo que la estrenen (a ver qué cine portugués se estrena por aquí…). Después porque puede ser considerada una película de arquitectura (buena parte de su metraje se desarrolla en un bloque con ascensores y corredores exteriores, lleno de balcones muy utilizados, y por sus alrededores). También de música. Es una película sorprendente y a simple vista casi vacía, pero sólo porque muestra cómo -indolente- deja pasar el tiempo una chica de esa edad que está parte de sus vacaciones en casa, en una zona residencial de la ciudad.
La protagonista tiene unos padres decididamente atípicos, como demuestra el que una noche, al llegar a su casa, vea a su madre viendo un Kaurismaki por la TV. Se suceden enamoramientos, desenamoramientos y otras ligeras peripecias captadas con tranquilidad por la cámara, entre la que quizás sea la más estrambótica una realista reunión de vecinos. Una onírica Melanesia lo va envolviendo todo, y eso justificaría el que por el final aparezca un pavo real que a mí me ha sonado al bueno de Ioselliani. Para acabar de redondear, entre los agradecimientos he visto por ahí el muy coherente nombre de Miguel Gomes

miércoles, 27 de abril de 2016

L'ombre des femmes


¿Puede la facilidad de comprensión de una película perjudicar la valoración que hagamos de ella? Ya sé que la respuesta lógica y categórica debería ser que no, que nunca, que al revés, pero… Me explico, aunque sea echarme piedras a mí mismo.
Para ser sincero, pese a que siempre me he sentido muy atraído por ellas, nunca he acabado de entender del todo las películas de Philippe Garrel. Puede haber ayudado el que muchas las haya visto en francés a palo seco, sin subtítulos, y en malas condiciones. Siempre me ha gustado ver en ellas a gente joven paseando por las calles de la ciudad como almas en pena, o hablando circulando por ellas, o en un café. También he admirado ese sufrimiento visceral por alguna pérdida de alguien, o de algún que otro amor apasionado. Pero siempre he notado la presencia de algo más, que no acababa de poder verbalizar, y eso mismo creo (ya sé que puede sonar ridículo) que me hacía otorgarles una alta valoración. Quizás sea eso de suponer inteligente lo que no se entiende del todo, por pensar que te supera. De hecho, hoy mismo he tenido dificultades para explicarle a un amigo no muy versado en esto del cine cómo eran las películas de Philippe Garrel. Le he empezado a decir eso de que en ellas se pasea mucho por la ciudad, hablando, que aparece gente y sobre todo mujeres guapísimas, que todos sufren mucho por conflictos sentimentales, cosas así.
En “L’ombre des femmes” (2015), que hoy han proyectado en el Festival d’A, la historia vuelve a estar centrada en gente mucho más joven que el realizador (que ya va camino de la setentena). En ella también se capta (en unas imágenes en blanco y negro impresionantemente bellas) a sus protagonistas caminando por las calles de París, saliendo del metro, etc., o a unas pocas actrices –cada una en su estilo- muy atractivas (a mí me ha llegado especialmente Clotilde Courau), historias sentimentales fuertes, etc. Pero todo se entiende con una claridad meridiana, y la perfección de la narración, magníficamente engarzada, explicada y concluida, ha llegado, mira por dónde, a banalizarme un poco lo que en definitiva se cuenta en el film.
No había visto otras películas de Garrel en que la voz en off del narrador, como en ésta, vaya explicando las situaciones sentimentales a las que se afrontan los protagonistas. Tampoco recuerdo demasiados personajes de otras generaciones en las tramas anteriores, ni historias paralelas como la de ese ex-miembro de la resistencia, que se llega a cerrar por completo. A mí eso de este tipo de voz en off (que recuerda un montón a la del Truffaut de “Jules et Jim”) me suele gustar mucho, al igual que todas esas historias paralelas si se muestran bien construidas. Pero aquí, sin hacerme dejar de decir que es una película que me gusta, en relación con las otras de Garrel todo eso me desconcierta un poco. Aventuro que algo tendrá que ver la sombra de Jean-Claude Carrière, que veo fue uno de sus guionistas. Incluso –y eso ya me ha llegado a asustar- he leído el nombre de Claude Lelouch entre los agradecimientos...

Sangue del mio sangue


No ha gustado en general el último Bellocchio, “Sangue del mio sangue” (2015), que se pasó anoche en el Festival d’A.
Aïda Antonino, que al estar en el Campus d’A debe ver y escribir sobre un montón de películas del festival, explicaba ayer en una crónica que (recojo sus mismas palabras) éstas se distribuyen en dos bloques, con dos maneras de entender el cine. El primero lo llenan trabajos con una estructura narrativa más convencional. El segundo los que buscan romper con toda convención de género, narrativa o estilo. La película de Marco Bellocchio seguramente no ha gustado, entre otras cosas, porque cae claramente en el primer bloque, mostrando unas formas que ya se tienen por requetevistas. Combina la película escenas de dos épocas: La primera una en la que un conspicuo tribunal eclesiástico de los que asolaron Europa durante mucho tiempo está empeñado en un proceso por brujería. La segunda es una vista bastante desencantada a la época actual, pero en el mismo escenario.
Es cierto que las escenas de la época antigua siguen una narrativa archiconocida, y en ocasiones parece que estemos viendo cine de género de los años 70. También es cierto que sobre todo en las escenas de la época actual, con ese carácter esperpéntico que les ha dado, hay trozos horrorosos. Pero, sin embargo…
Sin embargo he salido del cine con mal cuerpo, pero conmovido. Un mal cuerpo provocado por la sensación de que éste tiene la pinta de proyecto testamentario de Bellocchio. ¿Cómo interpretar, si no, que todo ocurra en Bobbio, su ciudad natal, que tanto representa para él y sus películas? O que media familia cope buena parte de los papeles del film. O que un actor tan característico en los films de Bellocchio como Roberto Herlitzka, el único que podría llegar a representar su alter ego, sea el que interprete en la edad actual al personaje, hecho fosfatina, que efectúa ese fantasmal, propio de un perdido vampiro, paseo nocturno por la ciudad.
No se le puede exigir a estas alturas más. Las escenas durante el tiempo del proceso por brujería, hechas con pulso más firme que las otras, sorprenden de tanto en tanto con momentos de locura (Una reacción apasionada –violenta y rápida- de un personaje; dos solteronas hermanas enternecedoras -“muy buenas católicas”, según el inquisidor-, acudiendo en camisón solícitas, alumbradas con velas, a ofrecer ayuda al atormentado;…) que nos dicen que el realizador sigue vivo y bien activo, en lo suyo. Son pocas y el tono general no tiene esa fuerza. Pero –y espero equivocarme- veo al conjunto como una cierta despedida. Y entonces…

lunes, 25 de abril de 2016

Huyendo del tiempo perdido


Ya se ha visto mucho, porque ha pasado por festivales de medio mundo, pero a lo mejor alguien quiere todavía dar una vuelta más en los caballitos de "Huyendo el tiempo perdido", que son de los de toda la vida. Ahora podrá hacerlo, porque Cinthia Rajschmir lo ha colgado en una plataforma.

sábado, 23 de abril de 2016

El juez



Fabrice Luchini ya daba muy bien como personaje maniático y asocial y, con la edad, que agudiza estas cosas, borda su papel de juez -¡Perdón! De Presidente de Tribunal- en “El juez” (“L’hermine”, Christian Vincent, 2015). Comparte cartel con Sidse Babett Knudsen, quien como protagonista de la serie “Borgen” también sabe pasar muy bien de una cálida sonrisa a una mueca de seriedad o enfado.
Me ha parecido ésta una película inteligente, con buenos toques de humor, que mezcla sin cargar nunca las tintas el género judicial, la pintura del ambiente de provincias (transcurre en una localidad de Pas de Calais) y unas cuantas gotas de comedia sentimental. Como quien no quiere la cosa, además, retrata de forma nada despreciable la sociedad francesa actual. No se puede pedir mucho más.
En estas páginas de Facebook una amiga recomendó, con pocas pero justas palabras, la película. Señaló que sólo había en su sesión tres espectadores. Hoy, día de Sant Jordi, en la sala de los Cines Boliche casi llegaban a veinte. Se agradecen recomendaciones de este estilo.

Oleg y las raras artes



Andrés Duque comentó ayer, tras la presentación de su “Oleg y las raras artes” (2016) en el Festival de Cinema d’Autor de Barcelona, que quería empezar la película mostrando a Oleg Karavaychuk en Madrid, señalando “El jardín de las delicias”, de El Bosco. No pudo ser, y en sólo en una ocasión el pianista y compositor nombra a El Bosco, pero no ha dejado de sorprenderme la casualidad, después de haber pasado tres días completos en un seminario sobre el pintor.
También impulsó al auditorio a consultar en Google sobre Oleg, y es lo que hice al llegar a casa: ¡Qué personaje!
Tenía miedo que Andrés Duque quisiera mostrar su autoría, y llevase el film hacia el experimentalismo, pero no ha sido así, y aún demostrando que ahí está su mirada, es de admirar su sumisión al personaje: Siempre está pendiente de su presencia, de sus interpretaciones musicales, manteniendo el cuadro y la secuencia sin florituras ni subrayados excesivos (persigue habitualmente sus manos tocando briosamente el piano, dirigiéndose internamente o frotándoselas mientras camina) cuanto es necesario.
Son el Hermitage y ese atractivo y cargado de historias barrio de dachas, y entre ellas la desvencijada de Oleg, que contiene abandonados libros decididamente de otro siglo, los casi únicos escenarios del film, que por contenido lo es hasta en su metraje (70 minutos). Es, según cómo, también un film de cine dentro del cine, pero sobre todo sobre música, sea ésta la de Karavaychuk o la del viento azotando las copas de los árboles. Después de su perorata ante la cámara, en medio de un pasillo del Hermitage, este pequeño personajillo de 88 años, con sus largos cabellos y perpetua boina roja, que parece alabar tanto al Zar y su familia como a Stalin, nos sorprende con una actuación al piano de una fuerza increíble. Al oírla he anotado en la libretilla: “Carles Santos”. Me ha recordado al músico de Vinaroz, en tiempos todo energía al piano, tocando.

viernes, 22 de abril de 2016

El caso Winslow


Desde el momento de su estreno no había vuelto a ver "El caso Winslow" (The Winslow Boy, 1999), escogida aún así para seguir a "El río" ("The River", Jean Renoir, 1931) y "Un ladrón en la alcoba" ("Trouble in paradise", Ernst Lubitsch, 1932) en estas sesiones que el Cine Club Associació D'Enginyers ha preparado para el Aula d'Extensió Universitaria dels Enginyers durante este curso. Ahora, al revisar el film para la preparación de la sesión, descanso aliviado, ahuyentadas todas las dudas. Me ha parecido, confirmando el ejercicio de perfección (todos los detalles están en él cuidados) que supone, incluso mejor que lo recordado.

¿Qué atrajo a David Mamet para hacer la película? Es cierto que, como hombre de teatro, seguro que se vio atraído por la obra de Rattigan en que se basa, pero eso no quita que resulte bien extraño su empeño en rodarla, cuando no guarda ninguna de las características (guión de esos juguetones, como de rompecabezas; cierto aire de thriller;...) de las anteriores. Observándola bien, creo que se puede sacar una razón bien convincente, de la que podemos hablar, entre otras cosas, los que asistamos a la sesión del próximo lunes 2 de mayo. Detalles en este enlace:




sábado, 16 de abril de 2016

El mundo sigue

Acabo de volver a ver "El mundo sigue" (Fernando Fernán Gómez, 1963) y, más allá del "¡Dios, Dios, Dios!" de Agustín González en la escena de la foto, que es la que siempre he recordado con facilidad, me he fijado en cómo un par de otras escenas le acercan a dos momentos felices de grandes directores contemporáneos suyos.
Una es la que delata que la obsesión de Faustino por el juego y el dinero le ha llevado más allá de la razón, y cuenta papeles de periódico como si se trataran de billetes. Algo así como el zigzag del protagonista de "Él" (Luis Buñuel, 1953) delata que pese a todo la locura sigue ahí.
En la otra, la musiquilla de la radio del coche americano sirve de contrapunto sarcástico al terrible drama, a la tragedia, de la misma forma que ese twist que bailan las suecas en esa motora del puerto de Palma de Mallorca en "El Verdugo" (Luis García Berlanga, 1963) sirve de brutal contrapunto al desesperado momento final del film.
Por lo demás, su primera escena deja a las claras que Fernando Fernán Gómez, lejos de tanta tergiversación tan común en el cine de la época, quería mostrar la vida de un barrio popular tal como era. Va acompasando la penosa ascensión del personaje de Milagros Leal por la empinada e inacabable escalera de su casa (foto del primer comentario) con la evolución de las acciones de desmontaje del mercadillo a donde ha ido a comprar. Pocas veces se ve un afán documental de tal nivel.

miércoles, 13 de abril de 2016

By Sidney Lumet

Tras una escena inicial clave de "Doce hombres sin piedad" aparece frente a la cámara Sidney Lumet, quien explica una escena que presenció hace mucho tiempo, cuando iba en un tren, saliendo de la estación de Calcuta. De pie en el andén de la estación había una niña de unos 12 años. Un soldado americano del vagón posterior se asomó, agarró a la niña y la introdujo en su compartimiento. Tras el desconcierto él se desplazó a ese vagón. Un tío le barró el paso, mientras los otros soldados se iban pasando la cría para abusar de ella, pagando por ello. "¿Vd también quiere? Le costará caro".
Hay entonces un cambio de plano por fundido en "By Sidney Lumet" (Nancy Buirski, 2015, visto esta semana por TCM) del que surge otro plano similar, en el que el director, ya a sus 83 años, dice lo siguiente: "No dirijo el mensaje moral. Dirijo esa situación y a esa gente. Y si lo hago bien, se desprende el mensaje de forma natural."
El documental es, cinematográficamente, de gran sencillez. Se ve todo el rato a Lumet en plano americano, en la misma habitación, explicando que procede de una familia judía, con un padre actor; que vivieron con gran precariedad de medios, y él se hizo actor infantil con bastante éxito, hasta que, de forma bastante azarosa, se introdujo como realizador para la televisión y de ahí pasó a director de cine, rodando una película tras otra. Todo lo va diciendo con convencimiento y sacándole el sentido que le da el haberlo pensado con frecuencia ya pasado el tiempo, mientras que la narración de todo ese recorrido nos va siendo entrecortado por escenas significativas de sus series televisivas y películas que van saliendo a colación.
Ya quisiéramos contar con algo así sobre cada realizador de interés que el cine ha dado. Siempre me extraño de que no haya nadie que esté haciendo en este momento un documental en el que, por ejemplo, un Francisco Regueiro explique, simplemente, su trayectoria. Me parece imprescindible para entender a personajes como él y a sus obras. Para entender su época y entorno.

martes, 12 de abril de 2016

El sur


Ya lo he explicado por aquí un montón de veces, porque con la edad (o al menos yo sí) nos repetimos. Pero lo escribí así bien, veo ahora que quizás con demasiadas comas, y lo entregué a "La charca literaria", que hoy lo publica.

El Sur

Ya lo he explicado por aquí un montón de veces, porque con la edad (o al menos yo sí) nos repetimos. Pero lo escribí así bien, veo ahora que quizás con demasiadas comas, y lo entregué a "La charca literaria", que hoy lo publica.

El Sur


Ya lo he explicado por aquí un montón de veces, porque con la edad (o al menos yo sí) nos repetimos. Pero lo escribí así bien, veo ahora que quizás con demasiadas comas, y lo entregué a "La charca literaria", que hoy lo publica.


viernes, 8 de abril de 2016

Casa Grande


Por qué se llama "Casa Grande" (Felipe Barbosa, 2014; anoche en la Filmoteca, repitiéndose su pase el próximo viernes 15) queda claro ya en la secuencia inicial, mientras van apareciendo los títulos de crédito: Es de noche. Un hombre (que luego, a fuerza de asumir su papel en pleno descalabro se acabará por hacer muy ridículo) sale del jacuzzi del jardín, junto a la piscina, y se dirige hacia la casa de tres pisos del fondo. Una vez dentro, cierra la puerta. Se apaga al poco rato la luz de la planta baja. Poco después desde fuera se le ve cerrar el balcón que da a la terraza del primer piso, y seguimos a continuación interpretando sus acciones. Se apagan las luces de esta planta y, al cabo de un tiempo, las del tercer piso. En una escena posterior el mismo personaje detalla que la casa tiene 1400 metros cuadrados edificados...

No es una gran película. Sólo tiene un par de detalles de puesta escena como éste (otro es ese repetido plano matutino sobre la verja exterior, que va dando cuenta del paulatino declive económico de la familia de la casa), pero puede ser representativa de un cine que felizmente sabe hacerse popular, y que pinta (con muchos elementos de comedia) a la sociedad brasileña de forma más que inteligente.

jueves, 7 de abril de 2016

Irani

Uno expresa que admite los sonidos naturales, pero no los que surgen de instrumentos creados por humanos. Otro, más "liberal" en este sentido (aunque es el que ha llevado la voz cantante, casi de autoridad religiosa), admite la música, pero sin voces femeninas. Parece que vuelve a las razones de cuando se habló de la posibilidad de un espacio público en el que las mujeres no tuvieran que ir con velo: podrían excitar a los hombres (científicamente -comenta- mucho más rápidamente excitables que las mujeres). Mejor seguir protegiendo de esa forma a los habitantes, y esperar a que el autocontrol del que habla el defensor de la sociedad secular (el propio realizador del film) se haya expandido por la sociedad, y que ésta esté preparada...
Reflexiones de este tipo son las que aparecen en "Iraní" (Mehran Tamadon, 2014), una película realizada, no obstante, bajo pabellón francés. En ella Tamadon, exiliado en París, nos explica sus esfuerzos para lograr discutir abiertamente con partidarios de la República Islámica de Irán, y presenta las grabaciones de la reunión en su casa de campo varios días con cuatro familias (apenas se ven a las mujeres, confinadas fuera de las zonas comunes, a tareas secundarias) de los que al final han admitido participar en la propuesta.
No es la alegría de la huerta precisamente. Es más: quizás los momentos que más me han dolido han sido los llenos de risas, en el juego dialéctico de alguno de estos hombres religiosos, dignos de los más sibilinos predicadores del poder retrógrado, haciéndose pasar por tolerantes, de nuestra postguerra. Pero yo la recomendaría a quienes quieren conocer un poco más de cerca con qué pared han de luchar los iraníes que quieren obtener una sociedad que no sienta continuamente en su cabeza esa losa de los preceptos religiosos más carcas.
Miguel Martín Maestro avisó hace poco que estaba visible en Filmin, y la recomendó. Secundo su recomendación, pues, para quien pueda estar interesado.

miércoles, 6 de abril de 2016

Filmar fotografiar mirar


La cosa era a priori sumamente atractiva. Cédric de Veigy, conferenciante propuesto por Foto Colectania, daba hoy una conferencia en el Institut Français - "Filmar. Fotografiar. Mirar"- sobre la presencia de la fotografía en el cine de Godard, y una segunda en el de Wenders.
Será una cosa personal, pero lo cierto es que De Veigy (que ha empezado con la lista de agradecimientos de rigor, entre los que ha incluido a las aceras y bodegas de Barcelona por su cariñoso acogimiento) no me ha convencido, y me he ido a mitad Godard, sin probar nada de Wenders.
Si alguien ha ido y lo ha disfrutado, que me explique qué tal ha estado en ese segundo. En Godard ha mostrado el producto de sus pesquisas sobre tres o cuatro de sus films iniciales (A bout de souffle, Le petit soldat, Les carabiniers y Une femme mariée), censando las imágenes de fotos en sus fotogramas formando parte del decorado, personajes fotografiando o mirando fotografías, viendo la prensa ilustrada,... La cosa puede dar mucho de sí, pero ha intentado sacar un sentido (a veces evidente) de cada una de esas apariciones, que se engarzaría con el argumento o el tema de la película, y tanto descubrir la sopa de ajo, o buscar tres pies al gato sin cesar, me ha llevado a que quizás mejor acudir a los originales y que sean esos los que me hagan descubrir las cosas.