Me he puesto “El triunfo de la voluntad” (Leni Reifensthal, 1935) para ver cuál de sus escenas elegir y poderla presentar como proclama política basada únicamente en sus imágenes y música, no transmitida por la palabra. No he tenido que esperar mucho. La impresionante escena que abre la película responde de maravilla a mi búsqueda.
Vemos en ella, desde la cabina del piloto, el morro de un avión y, más allá, las nubes que cruzan el cielo. La cámara hace una panorámica hacia la izquierda, centrando su atención en esas nubes, que serán las protagonistas absolutas del ballet encadenado de los planos siguientes, hasta que una nube se desintegra y deja ver las torres de una iglesia y una ciudad entera: Nuremberg.
En el plano siguiente vemos el avión y luego cómo va dejando su sombra sobre las casas de la ciudad, de la que sigue sus avenidas, en las que poco a poco se van viendo uniformados desfilando.
Toda esa aproximación a Nuremberg va acompañada en la banda sonora de una música de Wagner (1) que apela al máximo a los sentimientos de sus espectadores. Se han visto unas fortalezas medievales ondeando orgullosamente banderas y no por casualidad previamente un rótulo ha avisado que nos encontramos en 1935, por lo que han pasado 16 años del “inicio del sufrimiento alemán”.
Del avión, ya aterrizado, surge Hitler y le recibe una población enfervorizada.
Sin palabras, mediante imágenes y músicas muy bien escogidas y enlazadas, Leni Reifensthal supo lanzar varios mensajes políticos bien afines al nazismo, de esos que arrastraron a toda una población -y a partir de ahí a medio mundo- a la mayor de las locuras, a la ruina y destrucción.
Esas históricas fortalezas sobrevoladas llevan al espectador a la idea de algo suyo, querido. Esa sombra que el avión proyecta sobre las casas de la ciudad alemana es, en realidad, la de Hitler, quien, bajado del cielo, sonriente, comprueba su comunión completa que los alemanes.
Hay que decir que la comparación con lo que se ve en la actualidad deja a los tiempos que corren en muy mal lugar. No hay color, si se pone al lado de Reifensthal a ese aprendiz de payaso instalado como Pedro por su casa, acompañado de su hijo hurgándose la nariz, mofándose junto a su patrón de todo lo que las películas y series norteamericanas habían idealizado hasta la ridiculez: La Casa Blanca, la Libertad, la Democracia, las instituciones y alianzas internacionales, las causas humanitarias,…
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(1) Para identificar la música he accedido a Chatpgt, demostrándome una vez más el escaso rigor actual de la IA y cómo te hace perder el tiempo si quieres ser mínimamente riguroso. Le he preguntado qué música era la que acompañaba esa escena inicial de la película, en la que se ve el avión de Hitler sobrevolando Nuremberg, y me ha respondido en primera instancia que una pieza del Parsifal de Wagner. No la he apuntado, recordando luego algo así como la cabalgata, o el caminar de los caballeros, por lo que le he vuelto a plantear la misma pregunta, quizás con alguna pequeña variación gramatical, respondiéndome en esta ocasión que la Walkiria. No era de las Walkirias, o al menos lo que recuerdo de ellas y le he vuelto a decir que no era eso. Que antes me había dicho que era del Parsifal, de “no sé qué de los caballeros”, y entonces me ha dicho directamente que lo que buscaba era Los caballeros del Grial. He hecho más preguntas, rodeando la cuestión, y finalmente me ha dicho que lo que mejor que puedo hacer es oír toda una obra, ya no sé cuál, o preguntar a un especialista. Para este viaje… Me estoy oyendo preludios de varias obras de Wagner y, si sale, diré por aquí de cuál es. Pero esto de la IA voy viendo que es para una urgencia, para liarte más. (Luyego resultó que la música en cuestión es del que figura como su autor en los títuoos de crédito, y es una versión suavizada de un himno nazi).
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