Jordá, divertido, decía que lo que más le apetecía hacer en la ficción que originalmente iba a ser “Mones com la Becky” era sacar a estas monjas con tocas danzantes.
Ramsés, el enfermo que suelta la casi conclusión final de la película, casi un título de los Beatles: Lo que se necesita es amor.
El ciclo “Cineclubisme: el públic s’organitza” de la Filmoteca quiere acompañar el tiempo en que esté visible esa exposición con películas que han dado mucho juego en pases por cine-clubs.
Hoy le tocaba el turno a “Mones com la Becky", (Joaquín Jordá, 1999) y ciertamente es una película que ha circulado largamente, ocasionando polémica sobre su tema de fondo, las enfermedades mentales, pero explicada desde dentro: por un lado mostrando la obra y película que preparan, como método terapéutico, unos enfermos sobre Egas Moniz, pionero en la técnica de las lobotomias, del que también se explican sus técnicas y experiencias; por otro lado mostrándose al propio Jordá enseñando y explicando sus operaciones y consecuencias del infarto cerebral que sufrió mientras preparaba el film.
Martí Rom, que la ha presentado, ha acabado hablando de la tía Josefina, a quien Jordá le dedicó la película. Un cartel a su inicio contiene, efectivamente, la dedicatoria, explicando que vivió y murió en un manicomio. A ese manicomio, precisamente, la fue a ver Jordá, que había perdido su pista desde niño. La sorpresa que se llevó fue que no le reconoció como su sobrino, pues, le decía, “a mi sobrino lo vi morir y acompañé su alma hasta el cielo”. Resulta que de crio a Joaquín le invadieron unas fiebres de las que en su familia pensaron que realmente moriría. Su tía Josefina, eterna soltera, con delirios religiosos, entró en una ocasión en su habitación, en la que estaba sudando. Le desnudó, le cubrió todo su cuerpo con estampas de santos y los fue invocando uno a uno. Fue su rito de acompañamiento hasta el cielo.
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