Mi bautizo de fuego en L’Alternativa ha sido esta tarde con “Erde” (“Earth”, Nikolaus Geyrhalter, 2019), en una sala casi vacía, lo que es una lástima, pues con sus brutales, espectaculares imágenes, seguro que podría interesar a mucha gente, de un muy amplio espectro. A ver si el próximo sábado, que la pasan a una hora más asequible, se corrige el dato.
La primera imagen de la película es un plano general de un paisaje inmenso, sostenido un tiempo, mientras un letrerito nos informa de las toneladas de tierra que desplazan anualmente causas naturales y las que son desplazada por el hombre, que dejan la cifra anterior en ridículo. A continuación Geyrhalter se introduce en cinco de los emplazamientos en los que eso se produce de una forma más espectacular en países de todo occidente y en otros dos en los que se pueden interpretar alguna de las consecuencias derivadas.
Vaya por delante que yo suprimiría del film al menos su último episodio, en el que, supongo que por no haber obtenido los permisos necesarios, rompe con la tónica general y filma desde lejos, acompañado por unos activistas indigenas, que son los que nos dicen su opinión, una enorme área de tierras bituminosas del Canadá. En todos los demás es personal de las mismas empresas explotadoras el que expresa sus dudas sobre que lo que se está haciendo no traiga consecuencias nefastas, lo que le da un valor muy superior.
“Muevo montañas”, dice que explica un trabajador que está aplanando un terreno de California de unas 2000 Ha para construir en él, con mayor rendimiento económico, una nueva ciudad. Una ingeniera que trabaja en la perforadora (a la que vemos evolucionar) que construye el mayor túnel ferroviario bajo los Alpes entre Italia y Austria, explica que el enorme volumen de tierra subterráneo sacado ha hecho variar el eje de la Tierra. El obrero que maneja la enorme rueda excavadora que sin cinta transportadora deja caer lo extraído en un enorme agujero de 16 pisos de altura dice que sacado el carbón, se intentará volver a cultivar sobre el resto. Un obrero especializado de las minas de mármol de Carrara (cuya primera impresión es, por cierto, de peligrosas, rudimentarias y con mucha pérdida) dice que trabajar extrayendo el cuerpo de la montaña le hace subir la adrenalina. “Sabe mal, pero es lo que hacemos”, indica. En las minas de cobre de Riotinto un arqueólogo a cargo del poblado romano que albergaba a los primeros explotadores de la mina (de ahí salieron buena parte de las monedas de plata y cobre del imperio) advierte de los riesgos de la carrera extractiva que se efectúa en todo el mundo.
Todos, en general, se lamentan de la forma violenta con la que se extrae sus recursos a la Tierra, viendo que eso no puede llevar a ningún buen destino.
A ver si la película queda en distribución por aquí y puedo pasarla, con la publicidad necesaria para ser vista, a los ingenieros. Seguro que les gusta, aunque sólo sea por ver funcionar máquinas tan potentes.
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